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La «moral» del imperio |
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escribe Leo Cuando los estrategas del imperio esbozaron las líneas maestras de su política para el milenio actual, sustentaron en una supuesta superioridad moral el derecho a definir las normas de la vida internacional. Pese a que resultaba una misión imposible demostrar que dicho supuesto era convalidado por los hechos, esa falacia fue el fundamento de la política aplicada en estos años. Una política que significó entre otras cosas, la marginalización de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), es decir, la Comunidad Internacional, como quedó demostrado en forma flagrante, con la indefendible guerra contra Irak. Cuando en vez de los brazos abiertos que el imperio y sus vasallos mediáticos europeos pronosticaron, iban a recibir a los benefactores que los librarían del dictador Sadam Hussein y a proporcionarles las delicias de la democracia, se encontraron con la dignidad de un pueblo que a más de un año no ha podido ser doblegado, entonces no tuvieron otro remedio que tirar la toalla y recurrir a las Naciones Unidas para intentar salir de una aventura que puede terminar peor que la de Vietnam. La historia es demasiado reciente y conocida, además de que no ha terminado mal que le pese a Fukuyama, para insistir en ella. Solamente recordar, que los pueblos del planeta en su totalidad y algunos gobiernos que se opusieron a una guerra basada en burdas mentiras, recibieron de la jauría mediática calificativo de antiamericanos y peor todavía, de aliados del terrorismo. . Esbozar muy escuetamente estos antecedentes, es importante cuando en el transcurso de esta guerra infame se han producido hechos como los horrores de la cárcel de Abu Ghraib y la sádica crueldad del campo de concentración de Guantánamo (1), que demuestra la total inexistencia de la superioridad moral invocada. Y la única conclusión que queda en pie es la de un sistema que pueda producir tales monstruos es un sistema en total descomposición moral. Con matices es esta la conclusión que surge de las palabras de James Schlesinger presidente de la comisión que investigó estos hechos. Ni la excusa ya conocida de que los autores de tales horrores eran unos pocos degenerados, ni la exculpación de la más alta jerarquía del gobierno, con Bush a la cabeza, destruyen el hecho de que sólo un sistema en descomposición puede procrear tales monstruos. Ni los desastres militares que está sufriendo la mayor potencia militar del mundo, ni los bombardeos inmisericordes sobre la población civil en Irak, Afganistán, como antes lo fue en Vietnam, en Guatemala, Panamá y muchos otros países, muestran con tanta evidencia la enfermedad incurable y los síntomas de su cercana descomposición. Lo único que lo sostiene es la fuerza, y como enseñara Maquiavelo hace ya cinco siglos Si es todo lo que tienes, entonces su uso es un signo de debilidad más que de fuerza Y si todavía se utiliza para cometer tales atrocidades contra personas inermes y en su mayoría inocentes, en las cárceles de Irak y Guantánamo, ya no es sólo debilidad, sino un signo de extinción. (1) Con perversa manipulación de las palabras la prensa servil al imperio ha subrayado permanentemente en sus titulares el nombre de Cuba al referirse a los presos de Guantánamo. |
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