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Periodistas policías |
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escribe Leo Es sabido que muchos periodistas tienen vínculos secretos con un importante sostén del poder dominante, como es la policía. Esas vinculaciones pueden estar regidas por las leyes del mercado y el colaborador recibe por ello una remuneración, o pueden ser voluntarias no necesariamente remuneradas en dinero sino por coincidir en la defensa del poder imperante, por sentirse parte de ese poder y, más frecuente, por alinearse a tocar la partitura que es grata a los oídos del poder, presupuesto imprescindible para el exito profesional. Hace unos meses fue denunciada la existencia de delatores en la televisión estatal sueca. Periodistas cuya misión era controlar los puntos de vista y los textos de sus compañeros, para intentar descubrir en ellos indicios peligrosos para la seguridad del sistema y señalarlos a los organismos de seguridad. Una especie de maccartismo light, pero no menos inmoral y denigrante para quien lo practica. Así como perjudicial para la carrera profesional de los sospechosos. Las autoridades de SVT que admitieron la existencia de esta miseria moral entre su personal, se negaron a dar nombres, el sindicato no pareció inmutarse demasiado y el episodio se mostró como un hecho del pasado, producto del tiempo de la Guerra Fría. Esta dejó aparentemente de existir tras el colapso de la ex-Unión Soviética, pero la guerra desatada a partir del mundo unipolar y la que le siguió tras los atentados del 11.S al corazón del poder imperial, ha resultado mucho más caliente. En consecuencia es lógico pensar que hay mayor demanda de soplones. Bush ha promovido la conversión de millones de los ciudadanos del país y de otros países amigos a ese degradante oficio. Los periodistas tienen un lugar preferente en este cuadro. Hemos tenido en estas semanas en Suecia testimonios de esa degradación, en el tratamiento que muchos periodistas han dado a la liberación y regreso al país del ciudadano sueco Medhi Ghezali. Después de más de dos años sometido a condiciones inhumanas de torturas físicas y psíquicas, decididas al más alto nivel de la Administración Bush, sin ninguna acusación concreta, sin derecho alguno, en violación de toda la legislación internacional, recuperada su libertad, en su primera conferencia de prensa, (que fue un error evidente haber convocado por el estado psíquico de Ghezali) se ve sometido a una especie de interrogatorio policial por parte de algunos de los periodistas presentes. Un interrogatorio más de los miles que sufrió durante su cruel cautiverio. Todos ellos apuntando a encontrar conexiones terroristas en el expreso. La barbarie, sólo comparable al nazismo, aplicada por la democracia americana que todavía siguen padeciendo cerca de 600 prisioneros en Guantánamo, no interesa. Lo importante era encontrar -en un individuo en condiciones psíquicas disminuidas después de un tormento de más de dos años cuyas secuelas tardarán en desaparecer-, conexiones con alguna célula terrorista de bin Laden. El terrorismo de Estado ejercido por el gobierno imperial, consustanciado con su historia, y revalidado en Guantánamo, Afganistán e Irak, no mereció la atención de la prensa. Lo importante era -y sigue siendo a juzgar por el contenido de muchos artículos, incluidos los textos de la STV, cazar a un terrorista particular y señalárselo a los verdugos. Una prensa libre que da verguenza. |
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