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Verano sueco y encuentro de bolivianos |
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escribe Víctor Montoya ¡Uf! Por fin llegó el verano a la tierra de los vikingos comenté, secándome las gotas de sudor que perlaban en mi frente. Hace un calor del diablo replicó el Tío, pero no tanto como en las catacumbas de mi reino, donde se experimentan temperaturas más altas que en un horno de fundición. Al oír la palabra fundición se me elevó la temperatura interior y pensé en los calderos del purgatorio y en las llamas del infierno. El Tío se dispuso a hablar, pero antes de que abriera la boca, le tomé la palabra: Lo bueno es que con el verano no sólo llega el encuentro anual de los bolivianos y la procesión de las vírgenes, sino también la vacación industrial y escolar, que permite disfrutar de la naturaleza y tenderse en las playas, donde se contempla el esplendor de las mujeres que van a bañarse en cueros y a dorarse bajo el sol. Unas tienen los ojos profundos como la mar y otras como el cielo despejado. Las mujeres suecas, apenas les roza un rayito de sol y la brisa juega con sus rubias cabelleras, se abren como flores en los jardines del Señor... El Tío, ni bien escuchó hablar de mujeres, levantó las orejas y respingó, como dándome a entender que él representaba a la lujuria entre los siete pecados capitales. Sé que te gustan las mujeres y que eres un Don Juan capaz de seducir a cualquiera le dije. Con esa pinta puedas conquistar incluso a la princesa Madeleine, de cuya belleza no has dejado de hablarme desde cuando la viste en la tele, luciéndose en un acto protocolar que se llevaba a cabo en el Palacio Real, donde el rey y la reina se hacían los despistados cada vez que los fotógrafos dirigían los oculares hacia esa hermosura que, más que ser una mujer hecha de carne y hueso, parecía una de esas princesitas escapadas de los cuentos de hadas... El Tío echó chispas por los ojos, chasqueó la lengua y soltó una risa que lo sacudió en su trono. No era en vano, pues aun siendo un ser todopoderoso, acostumbrado al trato respetuoso y cariñoso, tenía debilidades que lo acercaban más a los hombres que a los dioses; una de esas era su gusto por las mujeres de cuerpos y deseos ardientes. No ocultaba su preferencia por quienes, hermosas como las valquirias del Walhalla, estaban dispuestas a conducirlo hasta las puertas de la muerte y retornarlo a la vida convertido en experto en las artes de amar. Soy un Lucifer de estatura baja reconoció, pero me seducen las mujeres que tienen todo en exceso; los pechos, las nalgas, las trenzas... Entre una chatita y una altota, prefiero a la sueca de buen porte... Me gustan las altotas, porque tienen las piernas largas y lucen sus abundancias como las waca-wacas, pero también las chatitas que tienen la ley del tordo: patitas cortas, culito gordo... No era la primera vez que lo escuchaba hablar de ese modo. Sin embargo, fue tanta mi sorpresa que lo miré de pies a cabeza y, haciéndome el listo sin serlo, le espeté un comentario puntilloso, como quien dispara una flecha en el talón de Aquiles. Con una sueca altota, te verías como una garrapata trepando por la cola de una elefante... El Tío, apenas cachó la mala intención de mis palabras, se rió en mis narices y dijo: No te preocupes por eso, ¿o has olvidado que poseo poderes mágicos? Si la necesidad me obliga, no tendría problemas para transformarme en un mamut de Siberia, con la trompa larga, gruesa y rugosa, y los colmillos más puntiagudos que mis cuernos. Me quedé pasmado, mas al poco rato, en mi afán de herirlo a cómo de lugar, le disparé otra pregunta capciosa: ¿Y a la chinasupay le gustan también los hombres altos? Quién sabe contestó. Eso no lo sabe ni Dios. Sobre gustos nadie a escrito, ni siquiera tú que tienes una mujer que, cada vez que se cabrea con tu actitud de ojo alegre, te repite que le gustan los hombres altos, robustos, encachados, guapos, chulos, papitos... Déjate de bromas, Tío supliqué enfadado. No estamos hablando de mí sino de ti. Ya te dije que no tengo los menudos problemas que aquejan a los mortales. Es cuestión de que una mujer me dé un beso y, en un cerrar de ojos, me convierto en el ser más bello del universo. Por eso las chinasupay y las chinasmoreno me prodigan su amor y su vida, así tenga la fealdad de una bestia infernal y la estatura de un ekeko. Además, ¿quién te hizo creer que la estatura es un impedimento para amar y conquistar a las mujeres? El amor es ciego y no ve los defectos, aunque a simple vista una pareja, por la diferencia de estaturas, parezca dispareja.. Lo escuché callado por un tiempo, hasta que, al comprobar que tenía una gran autoestima, me retiré en dirección al bar, donde le serví el quemapecho de su preferencia, mientras pensaba cómo cambiar el tema de la conversación, consciente de que el Tío, dotado de una inteligencia suprema, tenía una respuesta para todo y una velocidad admirable para la réplica. Volví con la copa en la mano, le ofrecí con reverencia y dije: Lo bueno del verano sueco es que también es una excelente ocasión para echarse unas chelas frías y comer el delicioso surströmming (arenque fermentado), acompañado de snaps (copetín de aguardiente). A lo que el Tío, enseñándome una mueca de asco, recusó: Estoy harto de surströmming y de tragos refinados. ¡Jaså! exclamé con acento sueco. Luego proseguí: Entonces, ¿qué quieres? Que averiguas si en el encuentro de bolivianos servirán comidas y bebidas típicas replicó el Tío, con la boca hecha agua y frotándose las manos con fruición. No habría nada más sabroso que tomarse un tutumazo de chicha mientras más aprieta el sofocante calor del verano. No es para menos, según los expertos de una universidad cochabambina, el tradicional brebaje andino reúne todos los requisitos físicos, químicos, bromatológicos y microbiológicos para alcanzar la fama del Absolut Vodka, con la diferencia de que el Vodka se toma en copetines y a sorbos, en tanto la chicha se toma en tutumas de grueso calibre y en cantidades industriales. Si te animas a ir al encuentro de los bolivianos, estoy dispuesto a llevarte ataviado con tu mejor traje de Lucifer le sugerí como en otras ocasiones. El Tío me pidió encenderle un cigarrillo y, luego de darle una pitada hasta el fondo de sus pulmones, habló con voz de humo: Ya es hora de que salga de este encierro y me aparezca entre los bolivianos, no sólo para encabezar la Entrada del Carnaval con mi traje de luces, sino también para bailarles mi diablada a las vírgenes en procesión. De lo contrario, será mejor que retorne a las entrañas de la Pachamama, que me retire a mis antros y me ría a carcajadas de quienes, haciéndose los suecos o los cojudos, desconocen que soy el promotor y el personaje principal del Carnaval de Oruro... No dije nada, me sequé el sudor de la frente con el dorso de la mano y salí del cuarto, donde quedó el Tío, solo, batiendo todavía la lengua con la misma lucidez de siempre. |
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