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02-Julio-2004

 

Por los senderos poéticos
de María Joaniquina

 

escribe Teresa Escalante

La poeta boliviana, con residencia en Estocolmo, vuelve a sorprendernos con Adagio de luz mojada, un hermoso poemario que nos conduce por los senderos de la vida, el amor y la muerte. No en vano el epígrafe del libro son los versos de César Vallejo: Serán talvez los potros/ de bárbaros atilas;/ o los heraldos negros/ que nos mande la Muerte.

Sin embargo, aclararemos que la poesía de María Joaniquina, además de odas y elegías a la muerte, es un canto a la vida y una sinfonía de palabras que, por medio de acertadas metáforas, intentan revelar las injusticias sociales y los asuntos de la condición humana. Aquí se describen las preocupaciones del alma desde la perspectiva de quien, moviéndose con soltura en un género literario exigente con sus cultores, escribe con toda la pasión de su yo interior y con todas las sensaciones de su piel.

Los veinticinco poemas que conforman Adagio de luz mojada (Författares Bokmaskin, junio, 2004), por la diversidad de temas tratados, es una especie de caleidoscopio, un viaje que atraviesa por las experiencias de la vida, la pasión de los sentidos y los recovecos de la memoria. Es también digno destacar las composiciones gráficas que integran el libro, debido a que fueron hechas por la propia autora a modo de ilustrar algunos de sus poemas con imágenes sencillas pero expresivas.

La poeta, consciente del poder de la palabra, estimula nuestra fantasía y nos permite transitar por sus preferencias musicales, su erotismo sin prejuicios y por las áridas pampas de su Oruro natal, donde nos ofrece un ramillete de versos evocando su infancia, su partida y los tiempos idos: Después de mi partida/El otoño sufrió hasta la última hoja/ La lluvia se rompió en mi quirquincho/ Y mi perro ladró hasta el último hueso/ Después de mi partida/ La noche envejeció en mi casa/ Y la luna murió/ En el rincón de mi cuarto.

María Joaniquina, una vez más, pone de manifiesto su destreza en el manejo del lenguaje poético, libre de circunloquios y expresiones intrincadas, y hace gala de un estilo en constante superación; elementos indispensables que la ubican con legítimo derecho entre las poetas bolivianas más representativas en Escandinavia. Y para justificar dicha afirmación, a manera de ejemplo, citemos los siguientes versos: Quisiera estrecharte ante la luz/ Y entregarte el vuelo de los cisnes/ Quisiera dormir/ En la penumbra de tu cuerpo/ Y bañarme en la luz de tus ojos... Carbonero del silencio/ Antes de marcharte/ Desliza tus lágrimas por mis mejillas/ Y anuda tu dolor en mi alma... Compañero viajero/ Mientras despiertas/ Enloquece de alegría tu esqueleto/ Y la ceguedad de tu lámpara/ Se enciende en tu rostro... Alucinando ante tu puerto estoy mi cielo/ Desmayo/ Languidezco en tus olas de cobre/ Me visto de fuego ante tus besos/ Y estallo en tu dolor mi cielo.

María Joaniquina nació en Oruro, Bolivia, en 1957. Trabaja como asistente de laboratorio en el campo de la enfermería. Participó en el primer encuentro de poetas y narradores bolivianos en Europa, realizado en Estocolmo, en 1991. Tiene poesías dispersas en periódicos y revistas. En 1992 publicó el poemario Metamorfosis del silencio. Reside en Suecia desde 1977.



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