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La mejor publicación del 2003 |
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escribe Juan Cameron Tal vez por la desafortunada conducta del jurado en poesía del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, del cual Germán Carrasco fue uno de sus tres miembros, su libro Clavados, entregado por J.C.Sáez Editor, pasó casi desapercibido en las referencias críticas chilenas. Se trata, a juicio de quien escribe, del mejor libro en poesía aparecido durante el año anterior. A pesar de todas las connotaciones del habla chilensis santiaguina, Clavados de Germán Carrasco señala la caída hacia ese lenguaje deshumanizado -y sin embargo cargado de ternura- desde la heroica posición del poeta. Esta expulsión del Paraíso, que Carrasco asume con destreza y haciendo gala de su habilidad natural, lo instala dentro de la magma lingüística que aplica, estudia y desarrolla como una suerte de coa universal. Y también a pesar de su mañosa actitud ante los pares -guiños, favores y alusiones mediante- y que lo hacen malquerido para muchos, Clavados debe ser declarado lectura obligatoria para todos los poetas del país que intenten ingresar en alguna asociación literaria; o escribir en ocasionales páginas de prensa. Se trata de un libro mayor y, quizás, el mejor libro de poesía editado en el país durante el año 2003. La escritura de Carrasco va a quedar en la línea de los mayores exponentes de nuestra lírica; esto es casi un hecho. Para apreciarla en su real dimensión se requiere una altura de miras que aleje la cuestión cotidiana -y a veces pueblerina- de la obra en sí. El incidente del Jurado en Poesía del Consejo del Libro, para el año 2003, que premió en obra editada a un autor en formación y, en cambio, declaró desierto por falta de calidad el certamen en obra inédita, debe con todo dejarse de lado en este tipo de consideraciones. Lo importante aquí es la capacidad escritural, que se destaca por sí sola. Carrasco es, en este discurso capitalino autodenominado como la poesía chilena, el continuador de Rodrigo Lira. Si bien no procede del barrio alto ni su conciencia se ha bifurcado -por el contrario, es representante de una clase media de liceo fiscal ,y muy lucido por lo demás- el metalenguaje literario que explora y explota en la pluralidad de sus formas lo señala en tal sentido. Determinado por elementos históricos, el cruce de aliteraciones no resulta en él (tampoco en Lira; pero sí en otros) un mero o manido encuentro fónico, sino siempre un descubrimiento, un lucimiento en el que hace gala de su brillantez y de un exceso casi mágico de las posibilidades verbales. Su ritmo recoge, desde el habla de la calle a la mejor informada disciplina, términos precisos para mantener la uniformidad y la atención del lector culto: «y ella le decía al joven que había ecos y palabras bellas/ en las que nadie reparaba: e.g: Socorro Andino, Santiago Morning, Santiago Wanderers,/ La Aurora de Chile». Este pasearse con una sonrisa burlona por el ámbito fónico significa un intento de rescate, muy válido, del habla santiaguina y de las posibilidades semánticas que, por extensión, señalan a este «ser nacional» que se cae a pedazos, como el lenguaje, hacia fines de la historia patria. Ciertos signos aparecidos como destellos a lo largo del libro funcionan como claves o enganches; o como ventanas del ordenador que, en el mundo virtual, apuntan a segmentos cada vez más ínfimos de la información para llevarnos -de pronto- a mundos nuevos: la más bella acupunturista japonesa, los chincoles, las calas, las ínsulas extrañas (las de San Juan de la Cruz, por supuesto), conforman algunas de tales referencias. Las otras, de las que a veces avisa o simplemente parafrasea, están en los libros de sus colegas: «Sube a nacer conmigo, al cielo:/ requisito: no sentir vértigo». Un recurso observado en varias páginas es el desarrollo de un tema ya expresado anteriormente. Los cuatro versos del texto «Porcia», a modo de ejemplo, van a formar parte del siguiente y más extenso «Divinum Vinum (Saliva de Musa)»; y ambos pueden funcionar como piezas independientes. Se trata, como él mismo titula después, de un ejercicio literario. Gran parte de Clavados tiene por objeto el hecho de la escritura, de la poesía en sí. Trabajos como «Pequeña reflexión acerca del papel de la imagen en la poesía» o «La grabadora en el Taller», dan cuenta de su interés por el fenómeno de la creación. Y en este último nos hace un guiño para indicar hacia dónde va la cuestión: «En muchos de los poemas que escribimos, sino en todos/ las convenciones lingüísticas son sometidas a cuanta prueba existe/ congeladas torturadas maquilladas puestas al horno al porno/ para ver hasta dónde aguantan cómo gritan» etc. Germán Carrasco nació en Santiago de Chile, en 1971. Ha publicado, además, Brindis, La insidia del sol sobre las cosas, Calas y una traducción de El mercader de Venecia, de Shakespeare. Ha obtenido la beca de la Fundación Andes (2003) y los premios Jorge Teillier (1997), Enrique Lihn (1999), Diario de Poesía Vox (Buenos Aires, 2000), Sor Juana Inés de la Cruz (Costa Rica, 2001) y Consejo Nacional del Libro (2002) |
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