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16-Abril-2004

 

Crece la resistencia iraquí a la ocupación
EE.UU. teme empantanarse en otro Vietnam

 

El pasado 9 de abril, las tropas norteamericanos celebraron el aniversario de la caída de Bagdad, retirando retratos del líder chiíta Muqtada Al Sadr colocados sobre la base de la torre que entonces sostenía la estatua de Sadam Hussein. Hace un año, los responsables de la invasión a Irak, el presidente norteamericano George Bush, el primer ministro británico Tony Blair y el escudero español, José María Aznar, pensaban que con el derribo de la estatua de Hussein, transmitida en directo a todo el mundo, se terminaba la resistencia iraquí y que serían aplaudidos como libertadores. Sin embargo, los "libertadores" son emboscados en cada esquina, y jóvenes con piedras, al estilo de la Intifada palestina, apedrean a los vehículos militares en Bagdad. El fantasma de quedar atrapados en un pantano militar como el de Vietnam acecha al pueblo norteamericano, según una reciente encuesta.

El hecho de que el régimen de Hussein no hubiera utilizado su "arsenal" de armas de destrucción masiva para defenderse no fue abordado y durante algunos días se filtraban informaciones -que después resultaron falsas- sobre el hallazgo de depósitos de armas químicas, o laboratorios móviles capaces de fabricarlas. Un año después, los invasores siguen sin reconocer que el argumento utilizado para la invasión, la existencia de esas armas, era falso.

21 días después de la caída de Bagdad, el presidente Bush daba por concluida la guerra y comenzaba a repartir el botín entre las empresas asociadas a su vicepresidente, y según muchos analistas el verdadero poder, Dick Cheney. Apenas una semana después las tropas invasoras iban a comenzar a sufrir el ataque de la resistencia. La primera reacción de los ocupantes fue mininizar el poder y respaldo de los guerrilleros y se empeñaron en detener o asesinar a los dirigentes del antiguo régimen. Tras ofrecer millones de dólares en sobornos, cercaron y mataron a los dos hijos de Hussein y un sobrino de 14 años que los acompañaba. Tras la captura de Hussein, traicionado por un coronel de su confianza, en noviembre pasado, el entusiasmo de los invasores alcanzó su punto más alto. "Lo tenemos" anunció el gobernador norteamericano de Irak, Paul Bremen. Los jefes de la coalición pensaban que con ello habían logrado golpear la resistencia y que después sería cuestión de días eliminar los focos de resistencia.

El entusiasmo se contagió, y varios gobiernos se apresuraron a ofrecer tropas a cambio de recibir un asiento en la mesa de reparto del botín. Sin embargo, la resistencia, lejos de disminuir en potencia, creció en acciones, en violencia y se amplió a otros sectores de la sociedad iraquí.

El aniversario de la caída de Bagdad quedó opacado ante los violentos combates registrados en Faluya principalmente, ciudad cercada por hambre y fuego. Durante una semana, las tropas de ocupación cortaron el suministro de agua, energía eléctrica y transporte de alimentos a la ciudad. Más de 700 iraquíes perdieron la vida, miles resultaron heridos, después de los violentos bombardeos a la ciudad desde helicópteros, aviones y tanques. 70 personas murieron dentro de una mezquita atacada por un misil norteamericano. Las tropas de ocupación contradicen las cifras y acusan a la prensa por manipular la información, sin embargo, los habitantes de Faluya debieron transformar un campo de fútbol y terrenos baldíos en cementerios.

El mando militar norteamericano lanzó su ofensiva sobre Faluya -de mayoría sunita- como castigo por la muerte de cuatro "contratistas" norteamericanos, muertos en una emboscada por los rebeldes, y que la población después de incendiar y mutilar los cadáveres, colgó de un puente.

Paralelamente, las tropas de coalición lanzaron una ofensiva contra los seguidores del clérigo chiíta Muqtada Al Sadr, después de clausurar su periódico por su prédica contra la ocupación, y acusarlo de la muerte de otro clérigo. Los milicianos chiítas se transformaron en escudos humanos de su líder y resistieron todos los intentos de los militares para capturarlo. Las tropas de ocupación sufrieron unas 40 bajas, según informes, y comenzó a aparecer una nueva modalidad de presión: los secuestros de ciudadanos extranjeros.

El pasado fin de semana, el gobierno provisional iraquí inició contactos con los clérigos chiítas moderados para obtener una tregua, y en un inusual comunicado de prensa, tras la renuncia de dos ministros, criticó el accionar de las tropas de coalición -que los instalaron en el gobierno- y calificaron el ataque a Faluya como "genocidio". En el comunicado oficial, los miembros del Consejo piden "un alto el fuego inmediato y que se recurra a soluciones políticas en (...) ciertas partes del país y especialmente en la ciudad de Faluya", según el comunicado. El gobernador iraquí de Faluya, impuesto por los ocupantes, denunció que el ataque norteamericano a la ciudad era "peor que las masacres perpretadas por el antiguo régimen".
Pero Faluya no es el único foco de tensión en Irak. En Kut las tropas de ocupación ucranianas debieron retirarse de la ciudad tras los combates y la coalición solo retomó parcialmente la ciudad el pasado fin de semana, cuando los musulmanes celebraban una fiesta religoso. También se combate en Abu Ghraib, Baquba, Nayaf, Kufa, Amara y Kerbala.

Este cuadro de insurgencia generalizada de sunnitas y shiítas es inédito en Irak y en todo el mundo árabe. Hasta ahora las dos corrientes musulmanas caminaban cada una por su cuenta.
Pero la torpe acción estadounidense de cerrar el periódico de las milicias de Sadr, arrestar a su principal asesor y atacar una mezquita, todo casi al mismo tiempo, puedo hacer el milagro. Sunnitas y shiítas podrían unirse en este particular momento del enfrentamiento contra el ejército de ocupación.

Este fin de semana, el líder chiíta radical Moqtada Sadr realizó un llamamiento a todas las comunidades de Irak a sublevarse contra las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos.
"El Ejército (de Mehdi) apoya el pueblo oprimido que lucha por sus derechos y sus instituciones sagradas y os liberará de la ocupación", declaró Moqtada Sadr en un mensaje distribuido en Kerbala.

Más tropas de ocupación

El presidente George W. Bush durante un oficio religioso, advirtió sobre la posibilidad de más bajas estadounidenses y de enviar nuevos refuerzos a Irak. Calificó de "dura" la semana pasada donde las fuerzas de ocupación perdieron a 52 uniformados y fueron derribados dos helicópteros. Con estas bajas, el número de soldados estadounidenses muertos en Irak, ascendió el pasado domingo a 659 desde que se inició la agresión en marzo del 2003.

"Yo rezo todos los días por menos bajas, pero lo que estamos haciendo es lo correcto", aseguró Bush. "Hoy, de rodillas, le agradezco a Dios la protección de nuestras tropas en el extranjero, las tropas de la coalición, y los iraquíes inocentes que sufren a causa de estas matanzas insensatas", agregó.
Sus declaraciones llegan justo cuando una encuesta de CNN y Time señala que el apoyo de los estadounidenses a su política en Irak disminuyó tras la última ola de violencia en ese país. Un 44% de los encuestados aprueba su estrategia en el país del Golfo, frente a un 51% de hace dos semanas. Otra encuesta, del semanario Newsweek, mostró que 64% de sus compatriotas temen que Irak se convierta en otro Vietnam.

Por otra parte, trascendió que el general John Abizaid, jefe del Comando Central, es partidario de incrementar las fuerzas del Pentágono, ante la creciente ola de acciones de la resistencia contra la ocupación extranjera.

El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, había señalado antes que los comandantes militares podrían recibir más tropas, si así lo desean. "Ellos decidirán y recibirán lo que necesiten", agregó el funcionario en Norfolk, Virginia, durante una reunión con el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer.
"Hemos pedido a nuestro equipo que mire y vea qué fuerzas están disponibles para una rápida respuesta si es necesaria", dijo un funcionario de alto rango del comando central estadounidense.
Rumsfeld dijo que tanto él como el presidente George W. Bush le preguntan con frecuencia a sus comandantes en Irak si necesitan más tropas, aunque por ahora ese pedido no ha llegado.

Ejército iraquí se niega a luchar

Un batallón del nuevo ejército iraquí se negó a luchar junto a EE.UU. contra los insurgentes en Faluya, reconoció el teniente general Richard Sánchez, comandante de las fuerzas de la coalición en Irak.
"Este ejemplo específico ha puesto de manifiesto de hecho algunos desafíos significativos en algunas de las estructuras de la fuerza de seguridad iraquí que han sido establecidas en los últimos seis meses", dijo Sánchez desde Bagdad en una entrevista con el canal de televisión estadounidense NBC.

Los mandos militares estadounidenses quisieron incorporar a una fuerza del nuevo ejército iraquí, al que han entrenado en los últimos meses, a operaciones de combate junto a sus propios efectivos.
No obstante, de camino a esa ciudad sunita, el batallón, compuesto por 620 soldados, fue atacado en un barrio chiíta de Bagdad, según dijo el general Paul Eaton al diario The Washington Post. El batallón decidió entonces regresar a su base en Taji, una ciudad al Norte de la capital. "No nos alistamos para luchar contra iraquíes", dijeron los miembros del batallón a los militares estadounidenses, según Eaton.
Sánchez afirmó que eran conscientes de que "existían algunos riesgos en formar fuerzas de seguridad rápidamente".

Una fuente no identificada del ejército estadounidense afirmó a The Washington Post que "quizás entre un 20 y un 25% del ejército iraquí, la defensa civil, la policía y las otras fuerzas de seguridad han dimitido, se han pasado al enemigo o no han cumplido con sus deberes".
Preguntado sobre este dato en una entrevista en la cadena de televisión ABC, el administrador de EE.UU. en Irak, Paul Bremer, no lo negó.

Costo de la guerra

Cuando termine este año, el gobierno estadounidense habrá gastado unos US$150.000 millones en la invasión y "reconstrucción" de Irak, aunque algunos expertos consideran que el monto será aún mayor. También la programada disminución de tropas será suspendida y por el contrario, todo apunta a un aumento del número de efectivos. Actualmente quedan en Irak unos 130.000 soldados, y el gobierno norteamericano suspendió indefinidamente el retorno de unos 20.000 previsto para este mes.
Los expertos aseguran que, en las condiciones actuales, se van a necesitar por lo menos 130.000 soldados en los próximo 3 a 5 años, en contraste con los planes originales de dejar menos de 100.000. Esto supone un costo de US$48.000 millones cada año, según los cálculos de la Oficina de Presupuesto del Congreso de EE.UU.

El gobierno estadounidense ha tenido que movilizar a una gran parte de los efectivos de medio tiempo de la Guardia Nacional, lo cual genera gastos adicionales.
Se ha sugerido, incluso, que el costo de la ocupación podría duplicar el de la guerra, lo cual le sumaría una carga de US$150.000 millones a la cifra aprobada por el Congreso para este año.
Otra señal de alarma proviene de los efectos de este aumento en los costos en el ya abultado déficit presupuestario estadounidense.

Hasta ahora, el gobierno de Bush ha financiado la guerra con asignaciones suplementarias extrapresupuestarias de emergencia. Esto quiere decir que el gasto en la guerra no ha sido incluido en el déficit, que se cree podría superar los US$500.000 millones este año. A medida que la situación se deteriora, tanto las compañías como las fuerzas militares deben gastar más en seguridad para proteger cada uno de los proyectos de reconstrucción.

La Organización de las Naciones Unidas calcula que reconstruir Irak y dejarlo en las condiciones previas a la guerra puede costar US$55.000 millones, pero hasta ahora los países donantes han acordado facilitar US$33.000 millones. Los fondos restantes podrían salir del bolsillo del contribuyente estadounidense.
Algunos legisladores en Washington han sugerido que Irak debería financiar su propia reconstrucción con las ganancias generadas por el petróleo. Pero la reconstrucción y el desarrollo de nuevos campos petroleros podría tardar entre cinco y diez años. Así mismo, se necesita una situación estable en el país para firmar contratos con compañías petroleras.

El costo de proteger los actuales campos petroleros, que asciende a US$2.000 millones cada año, tendrá que ser asumido todavía por Estados Unidos. Además, cualquier intento de Irak de pagar los costos de reconstrucción tendrá que enfrentar una deuda externa cuyos intereses alcanzan los US$120.000 millones, un cifra que se suma a otros US$120.000 millones adeudados a Kuwait en compensación por la invasión en 1990.



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