La gente de los medios ha batido todas sus marcas a propósito de la cobertura del Congreso del Partido de Izquierda de Suecia.. Aprendices de "maquiavelo", propagandistas y manipuladores, maccartistas, sirvientes, sin el menor sentido crítico, de un capitalismo salvaje que está perpetrando una devastación social y ecológica de consecuencias catastróficas, son algunas de las caracterizaciones que pueden aplicarse sin incurrir en exageraciones, a la labor cumplida. Llamó la atención que incluso algunos "veteranos", que habitualmente tiene un comportamiento más digno, se sumaran a una cruzada "anticomunista" ridícula, provinciana, que parecía extraída de los momentos más críticos de la llamada guerra fría.
Más fuera de foco si se tiene en cuenta que muchos de ellos habían festejado con champán el derrumbe de la Unión Soviética, el "comunismo" de los países del Este y el muro de Berlin (que ahora reconstruye Sharon para consolidar unun nuevo apartheid contra el pueblo palestino y que viola todo derecho internacional.
La elección de Lars Ohly, un hombre que no ha renegado de los principios de justicia y solidaridad de los ideales socialistas, como nuevo presidente del partido movilizó masivamente a los informadores "demócratas" que repetían una y otra vez la pregunta sobre esa opción del nuevo líder. Y que éste, con una paciencia y buenos modales que sus inquisidores no merecían, contestaba. Explicaba las diferencias entre la validez de aquellos ideales y las deformaciones que su aplicación tuvo en la propia URSS o las premisas que la realidad mostró obsoletas o invalidadas por la experiencia.
Paralelamente, se reactualizó la terminología de "renovadores" y "tradicionalistas" Los primeros serían los "sensatos" que se pliegan al conservadurismo neoliberal que -lo estamos viendo cada día en todo el mundo- equivale a la profundización de la brecha social, a la dictadura del mercado, a la marginación y el hambre de millones de individuos, a la ley de la jungla donde campean el miedo y la inseguridad, a la extinción de la Naturaleza y, en definitiva, a fomentar el surgimiento de la violencia, a veces terrorista, de los marginados. Los "tradicionalistas" (conservadores) serían los que trabajan por una sociedad más justa, presupuesto imprescindible para la paz y la democracia, los que defienden los derechos de los trabajadores, que han sido retrotraídos al siglo XIX por los "renovadores" bajo los eufemismos de "flexibilidad", "competitividad", "modernización". La tarea fue entonces lanzarse a la búsqueda de los "disidentes" de la línea abrumadoramente mayoritaria del partido. Estos, cuyas opiniones fueron expuestas sin ninguna censura dentro y fuera del congreso, tuvieron una atención preferente de los periodistas "renovadores". Y luego las conclusiones; "profunda división en el Partido de Izquierda", "marginados los renovadores", "giro a la izquierda". "peligra la gobernabilidad con la socialdemocracia". Faltó decir que se nos venía encima "la dictadura del proletariado".
Olhy, elegido por aplastante mayoría, procuró -probablemente sin conseguirlo por aquello de que "no hay peor sordo que el que no quiere oir"- disipar todos esos temores. Uno no puede menos que preguntarse si los informadores son ignorantes, cínicos, mercenarios o todo ello a la vez.
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