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El pincel mojado en la vida |
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Escribe Héctor Rosales. "Te trampearon, Vicente Janto, te trampearon". Ahí la certeza inicial de esta novela sin trampas, pero siempre, hasta la última página, sabiamente rodada en el misterio. Un hombre corriente sale de una capital anónima en busca del hijo que no conoce. Le avisan por carta del nacimiento de la criatura y falta a su trabajo para viajar a la ciudad del interior donde está radicada la madre del niño. Espera sorprenderles con su visita. Y a él le sorprende el destino en forma de agua. Una población inundada, un botero que, en lugar de ayudarle a cruzarla, le deja abandonado en un tejado luego de robarle el único bolso que llevaba. Después la dictadura del agua, sus víctimas, con las que convivirá Vicente Janto en su permanente afán de escaparse de allí, de escaparse de sí mismo y del futuro. Lo único que sabemos es lo que el agua ejerce en sus marionetas, lo que queda del pasado como deteriorada moneda de cambio para traficar, remodelar, volver a usar en un presente estancado, teñido por completo con el color de la degradación, un líquido marginador cuyas memorias se cuelan en las páginas de la novela con la misma eficacia que van emergiendo los perfiles gastados de los protagonistas. Miguel Motta emplea la pintura verbal para delinear un cuidadísimo ejercicio narrativo, sobrio, preciso en su lenguaje, con irrupciones poéticas muy bien dosificadas sobre un relato que fluye sin fisuras atrapando al lector en la corriente. Los personajes están dibujados con las líneas suficientes para que sean creíbles y no se interpongan en el ritmo de la historia. El narrador les acompaña en todo momento cual director de orquesta, sin adelantarse a lo que pasará, sino marcándoles el compás de los sucesos, describiendo el ahora y apoyándose en una expresiva ilustración de los entornos, los objetos, las atmósferas que flotan dentro y fuera de cada ser. La novela incorpora con grande acierto uno de los recursos más olvidados o torpemente utilizados por buena parte de la narrativa contemporánea: el uso de diálogos fieles a la naturaleza de cada personaje, en este caso adecuándose al medio rural y a las difíciles circunstancias que los rodean. No hay largos soliloquios ni afanes filosóficos o indagatorios de la sicología de cada uno. Sus palabras les definen, como también el carácter y algunos detalles físicos que les imprime el autor. Estamos, pues, ante un claro ejemplo de narrativa pura: disponer de una historia, unos personajes "vivos" y una voz que se dedica a contarnos lo que pasa desapareciendo voluntariamente de los escenarios. Las conclusiones, las reflexiones de fondo, los juicios o complicidades quedan en manos del lector. Pero también aparece en "Los días del agua" una especial tonalidad, mantenida en toda la obra, que impregna el discurso literario de una velada tristeza, sensible al devenir anclado, estático, incapaz de rebelarse contra el ahogo existencial que impone el agua. Los seres que flotan en la población inundada no son tan diferentes a los que vegetan en la ciudad. Ambos entienden el presente como una adecuación sin cuestionamientos. Los primeros, aferrados a los restos del pasado como soportes de sus jornadas, los segundos, atorados en la rutina diaria que les permite objetos nuevos y actitudes discriminatorias para quienes no viven como ellos. Ninguno de estos grupos humanos aceptará al otro. Lo más notorio es el color de los inundados, clara metáfora del color de la indigencia, tan difícil de borrar por quienes la padecen. Hay otra metáfora que podría leerse en la novela, la que alude al deterioro del Uruguay y, por extensión, a la de los países deslizados en las vías sumergidas del subdesarrollo. Más de un lector compatriota encontrará diversas señales al respecto, dejadas por Motta como un guiño dolido en las orillas de unas cuantas páginas. "Los días del agua" supone un importante avance en el camino literario del autor, que anteriormente había publicado "Breviario de un mediocampista" (su primer libro, en 1992) y "Código para una muerte" (1995), títulos también editados y galardonados desde la capital uruguaya. |
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