Esta semana el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, reveló la financiación del gobierno norteamericano de varios grupos de la oposición, por cifras millonarias. La única excusa de los funcionarios del gobierno de Washington, fue sostener que era financiación para promover la democracia en la región, y agregaron, sin poder probarlo, que en el pasado también habían colaborado financieramente con organizaciones afines de Chávez.
Los venezolanos rechazaron el injerencismo norteamericano, en especial en momentos en que la justicia electoral debe anunciar si el número de firmas recolectadas por la oposición alcanza el número suficiente para convocar a un plebiscito revocatorio del mandato presidencial, después que los dirigentes opositores volvieron a subrayar que no aceptarán un resultado que no asegure el plebiscto, y cuando la policía incautó armas y miles de municiones de guerra provenientes de Miami.
Las explicaciones de Estados Unidos alientan a la oposición antidemocrática venezolana, al mismo tiempo que Bush y sus más allegados asesores insisten en los foros internacionales en denunciar una supuesta conjura cubano-venezolana para desestabilizar el continente.
En momentos en que las encuestas adelantan una posible derrota de los republicanos en las elecciones presidenciales de noviembre, estas reiteradas amenazas deben ser consideradas más seriamente. Bush, autoproclamado presidente para la guerra, puede emprender cualquier acción alocada para alinear a sus ciudadanos en una nueva aventura bélica.
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