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13-Febrero-2004

 

Alvaro Inostroza
Señales de vida

 

Escribe Juan Cameron.

Pocas han sido las publicaciones del poeta santiaguino Alvaro Inostroza. Sin embargo su activa participación como escritor y promotor del oficio le otorga un nombre en la Quinta Región. Su más reciente libro, Señales de vida, es una muestra del desaliento que afecta a numerosos artistas en la actualidad, sentimiento que se hace patente en su reciente aparición en Recital Poetas en la Ciudad, editado el año 2003.

Cada cierto tiempo Alvaro Inostroza da señales de vida. Si bien su libro más reciente, que lleva ese preciso título apareció ya hace unos años, su aporte a la segunda versión de Recital Poetas en la Ciudad, a fines del anterior, vuelve a poner su nombre el tapete.

Poetas en la Ciudad es una instancia creada por el poeta Arturo Morales y su Colectivo Hoja Itinerante, durante el 2002. Vinculado por entonces a la Universidad de Playa Ancha y con la participación de doce poetas locales, editó la primera versión antológica. El 2003 consiguió los auspicios de las municipalidades de Valparaíso y de Viña del Mar para sostener el proyecto, con lecturas públicas en el Castillo Wulff y en el Museo Lord Cochrane, en ambas ciudades, y así editar una segunda versión, con nuevos parcipantes, que ahora aparece con la rúbrica de "Un siglo con Neruda".

Inostroza es funcionario del Departamento de Cultura del municipio viñamarino y, a la vez, un activo promotor de las letras regionales; pero sobre todo es poeta. En Recital contribuye -en la reciente edición- con dos poemas marcados por el recuerdo: Bar Sur, sobre un establecimiento en Buenos Aires, e In Memoriam, un homenaje al narrador Roberto Bolaño, muerto en su cincuentena en España, en el que nombra a los poetas fallecidos y queridos que marcaron su generación. Estos son Armando Rubio, Rodrigo Lira, Juan Luis Martínez, Enrique Lihn, Jorge Teillier y Rolando Cárdenas.

No tuve la suerte de conocer a Bolaño
, declara al recorrer no sin cierta nostalgia las décadas anteriores. Pues ésta, recargada por un nuevo siglo y un nuevo milenio, parece desde ya desalentadora: en el nuevo milenio (...) tomamos distancia del poder/ buscamos nuestro propio centro (...) despegan nuestros hijos/ odiamos los discursos/ regresan los amigos (...) anhelo de jubilar/ de ambiciones públicas.

Este aire de tristeza proviene de Señales de vida, editado por la Universidad de Valparaíso, y cuyo epígrafe -de Paul Bowles- se refiere al término como eje de su desarrollo.

Sus señales son signos, pequeños indicios que, reunidos o descifrados, nos transmiten la idea. Como migas de pan o piedrecillas para rehacer el camino, o cartas de amor de caligrafía extraña o las cosas -vaguedades- que ella viene diciendo (en gerundio) desde hace meses; o simples monedas tiradas por el suelo.

Los otros signos apenas justifican la existencia. Si hubiera un sentido para ella, señalado tal vez en el siempre encendido lar de la familia y los hijos, habría a su vez un algo más, cuya falencia no tiene explicación, salvo la de causarle una permanente desazón en lo que él denomina días sin culpa: la vida pasaremos/ recordando viajes/ que no hicimos (...) jornadas de fiesta/ amaneceres (...) donde olvidamos tantas caras.

No encontrará entonces otra salvación que el hurtar minutos al trabajo cotidiano, caminar a solas, retomar el hilo de un sueño/ borroso y sepia después del cansancio del trabajo nunca finalizado.

Sin embargo algo hubo, tal vez devorado por el tiempo, donde yacía la esperanza. Una suerte de mística cuyos ínfimos indicios pueden con suerte vislumbrarse en el desfile sobre la hoja; pasan y pasan los estudiantes/ gallardos y sonrientes/ rebeldes todavía/ los profesores indómitos/ en homenaje al país. Pasan, simplemente, sin que podamos distinguir quienes son aquellos, los todavía rebeldes.

Al menos al poeta le resta, como suelo para encender sus señales de humo, la topografía donde se sitúa, Valparaíso, Viña del Mar, Con-Cón; lugares desde donde a duras penas se aferra a esta existencia.

Para Carlos Pérez Villalobos, quien lo presenta en la solapa de Señales, Inostroza escribe "como quien anota un diario íntimo. Lo que se preserva en ellos (sus poemas) cuya forma simple y casi vacía recuerda el espíritu zen del haikú, es el pequeño tesoro de un instante, el soplo de un ademán, el rito doméstico y gratuito, el enigmático despojo de un sueño, la imprevisible deriva que salvó el día para la memoria".

Alvaro Inostroza Bidart es periodista. Nació en Santiago, en 1960, y desde hace algunos años reside en la comuna de Con-Cón. Ha publicado Patio de luz (1985), Tendido (en) público (1996) y Señales de vida (1998). Aparece en las recopilaciones Uno x Uno (1979) y Recital Poetas en la Ciudad.



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