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06-Febrero-2004

Marcelo Novoa y Arte Cortante
El hito más reciente

 
Escribe Juan Cameron

La segunda entrega de Arte Cortante, del poeta Marcelo Novoa, lo establece como uno de los hitos más recientes en la continuidad del discurso poético de la región. Educador y activo gestor literario, Novoa se convierte en un referente indispensable, como lo han sido Ennio Moltedo, Juan Luis Martínez y unos pocos más.

Marcelo Novoa es uno de los hitos en la nueva poesía porteña. Tal vez por su juventud ésto no se aprecie aún; pero hay varios indicios que así lo señalan. A partir de su estética intenta dar una vuelta de tuerca al discurso y ponerlo al día, nivelarlo más bien, en el quiebre de nuestra civilización como todas las otras disciplinas sociales. Rehuye de este modo de todo sesgo lírico y a través de indicios o de fragmentos del habla construye una proposición para mostrar el paisaje, su anécdota, y validar lo poetizable en su real vigencia.

Por otro lado, bien podría verse su escritura en una tradición continuadora de Ennio Moltedo y, en cierta medida, también de Juan Luis Martínez. El primero se vislumbra en la imagen total del texto sobre la página; el segundo, por la aridez expresiva luego de desechar cualquier intervención de lo sensible en el verso y considerarlo en sí un esfuerzo inútil, una traba para la expresión más pura del término. Esta actitud lo vincula al Bresky de La señorita sobreviviente.

Pero además, Novoa se construye un hito a través de su intensa actividad en el ámbito cultural. Como profesor, crítico, referencista, organizador y administrador (estuvo a cargo de las ferias regionales de la Cámara Chilena del Libro), jurado de certámenes -varios de ellos para jóvenes- e ineludible invitado a mesas de discusión, se ha convertido en estos años en un referente de opinión para la escritura del género. Resulta entonces claro que su regreso a Valparaíso, luego de abandonar sus labores en la Cámara, ha impulsado de singular manera la poesía regional.

No resulta extraño, en consecuencia, que la Universidad de Valparaíso haya decidido publicar, el año 2002, su Arte Cortante. Éste, su tercera publicación, da cuenta de la estética propuesta. La simple dualidad de significado del título -que define al Arte en su condición subversiva, y anuncia al mismo tiempo un nuevo estado de aquel para su vigencia histórica- da cuenta de su posición.

Otras elecciones también son significativas. El uso de minúsculas; o de la i, en lugar de la conjunción y, que entrega en la letra latina abierta la posibilidad del grito, de la queja a la vez impedida por el tímido y cerrado signo griego.

La denuncia de la debacle y de la consecuente desazón del individuo, nace a partir de la forma escritural. Esta, expresada como valor de contenido en otros exponentes del género (como por ejemplo ciertos poetas de las promociones del 65, del 83 -Sergio Madrid entre ellos- y los más jóvenes cultores en torno a la Editorial La Cáfila), raramente aparece en sus versos de manera directa o clara.

Más bien, su protesta opera en lo transversal del texto en la medida en que las palabras elegidas arman nuevas connotaciones. Tengo el ojo partido por un accidente de infancia: pues no me acarreó otra cosa el presenciar desastres, señala en me huele que aire no rima con salón, y la traducción inmediata nos conduce al quiebre institucional de 1973, fecha en que el autor tenía 9 años de edad, y a una suerte de disculpa o explicación, ante el lector, por su «incapacidad» lírica.

El corte, en el cual esas cifras no son si no elementos locales de un fenómeno mucho mayor, determina y sesga el transcurso. El poeta no podría ya continuar con el canto, pues nada existe (como antes) para ser cantado. Se trata de fragmentos, indicios culturales sobre ese campo desbastado, esa tierra baldía anunciado por Eliot en el siglo anterior.

Pero, además, en el sustantivo desastres se comprende la poesía leída en la actualidad, el abandono de aquella (y de allí el epígrafe de Eduardo Milán: Días raros de poesía sin clientes), el desastre de país. El corte todo lo ha sesgado, como la imagen del ojo en El perro andaluz.
Esquirlas de algo que fue quedan sobre la superficie. Y el poeta apenas recoge algunas en busca de señales: pero no propone soluciones, no documenta su amargura; apenas muestra. Algo así ha visto el joven crítico, quien la presenta en la solapa como Poesía de la derrota, del fin de milenio, como si fuera un cartucho de pólvora vacío y tirado en el cemento una vez que se han acabado todos los fuegos artificiales (...) un metatexto en clave para sostener que el en silencio no se esconden demasiadas verdades.
Poesía de derrota, define Alvaro Bisama; y aunque su sentencia no agrade a los oídos modernistas, la proposición de Marcelo Novoa va a continuar oyéndose en la producción de los más jóvenes creadores regionales; he allí su condición de hito.

Nacido en Viña del Mar, en 1964, y profesor de Castellano por la Universidad Católica de Valparaíso, Marcelo Novoa Sepúlveda ha publicado con anterioridad LP (1987) y Arte cortante (primera entrega, 1996).



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