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30-enero-2004

Presentación en Malmö de antología poética chilena

Quince poetas traducidos al sueco

 

Escribe Lasse Söderberg.

El miércoles 4 de febrero a las 19 horas en Loftet, (entrando por Hedmanska gården), se tendrá lugar en Malmö la presentación del libro Entre piedra y océano/ Mellan sten och ocean, una antología bilingüe de poesía de Chile, que por primera vez aparece en idioma sueco donde se incluyen a quince de sus más representativas voces contemporáneas.

La antología cuyo autor es el poeta y traductor Lasse Söderberg ha sido editada por la editorial Aura Latina, quien explica en la introduc-ción (que aquí publicamos) los an-tecedentes del libro y su interesante contenido. Entre piedra y océano, viene a llenar un vacío en escuelas y otras instituciones educacionales y es de suma utilidad tanto para los alumnos de idioma español, como para los suecos interesados en la poesía de América Latina.

La presentación de esta antología contará además con la participación del embajador de Chile Pepe Auth, los músicos Tania Naranjo y César Peña, así como del diseñador de la misma Pepe Viñoles. Se invita cor-dialmente a toda la colonia chilena y latinoamericana. La entrada es libre.

Introducción a «Entre piedra y océano»

El único país en Latinoamerica que se ha llevado dos premios Nobel de Literatura es, hasta ahora, Chile. En ambas ocasiones los laureados fueron poetas: Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Es una buena indica-ción del privilegiado lugar que ha tenido y tiene la poesía en este país, donde a juzgar por antologías, ma-nuales y giros humorísticos (Bajo cualquier piedra en Chile, se encuen-tra un poeta) pululan los versifica-dores. La presente antología podría entonces ser considerablemente más amplia. Ha ido creciendo durante años y en etapas sucesivas. Trazar límites tanto sobre el número de poetas como sobre su representativi-dad histórica resultaba a veces arries-gado. Al cabo de muchas dudas opté por una línea restrictiva, descartando algunos nombres dignos de atención para dar mejor relieve a los quince nombres finalmente seleccionados.

Los dos mencionados Gabriela Mistral (1889-1957) y Pablo Neruda (1904-1974), cada uno a su modo y desde obras muy distintas, han pre-dominado en la poesía chilena. Otra figura central es la de Vicente Huido-bro (1893-1948), más inquieto y ex-perimentador, pero equiparable a ellos como marcador de un hito. La obra de Huidobro ha recobrado su actualidad, mientras que un cuarto precursor también notable en este contexto, Pablo de Rokha (1894-1969), sólo después de su muerte ha empezado a tener la significación que él, a la sombra de Neruda siempre soñó.

La nueva poesía chilena ha asimilado la herencia de aquellos poetas mayores y al mismo tiempo, para construír sobre ella, ha roto con ella, de manera, a veces radical. En los años cuarenta hubo por lo tanto un grupo surrealista en Santiago lla-mado Mandrágora (con Braulio Are-nas a la cabeza y Gonzalo Rojas co-mo el más joven representante). El surrealismo en su forma ortodoxa sobrevive en adelante con un hacedor de imágenes como Ludwig Zeller.

Poco después en los años cuaren-ta aparece Nicanor Parra (1914) quien con sus antipoemas irónica-mente formulados en un lenguaje coloquial, inició algo nuevo, no só-lo en Chile, sino en toda Latinoáme-rica. Contra el sentimentalismo volcánico de Neruda y la exorbitante pretensión estética de Huidobro (el poeta es un pequeñodios) plantó Parra un drástico escepticismo e in-mediatez que provocó fuertes reac-ciones a favor y en contra sus pro-vocaciones resultarían de todos modos fructíferas. Intentar superar el fenómeno Neruda, como uno u otro quería, fue destinado al fracaso. Parra mostró una vía posible, la antilírica. Otras aparecieron luego.

Se puede discernir, a grosso modo, dos líneas protagónicas en la poesía chilena: una discursiva, com-pleja, caracterizada por lo urbano y situada en su tiempo, y otra más pastoral, provinciana. Como repre-sentantes de la primera puede men-cionarse ante todo a Enrique Lihn y Oscar Hahn. Como representantes de la segunda principalmente a Jorge Teillier y Efrain Barquero. El desplazamiento de la poesía chi-lena fuera de la capital resultó evi-dente en los años cincuenta, cuando surgieron grupos en diferentes sitios del país, reunidos a menudo alrede-dor de alguna revista periódica. Principalmente Trilce entre ellas, en la meridional Valdivia, con Omar Lara como figura líder. Un lugar aparte ocupa Miguel Arteche en su calidad de católico creyente.

Pero las líneas se cruzan y se entremezclan. Si la primera puede decirse que parte de Vicente Huido-bro y la segunda de Gabriela Mis-tral, se vinculan ambas, sobre todo en lo político con Neruda, mientras Nicanor Parra con su coloquialismo de marcado humor, ha logrado prin-cipalmente una importancia en lo formal. Una notoria tendencia co-mún es escribir poemas cortos casi epigramáticos, antiretóricos. Du-rante los últimos decenios ha sur-gido una poesía que no correspon-derá con ninguna de estas dos líneas principales y cuyo más notable representante es Raúl Zurita: un crítico de la lengua con profundo arraigo en lo chileno, la chilenidad épica que se puede rastrear vía Neruda o Pablo de Rokha hasta La Araucana, uno de las primeras obras escritas en América Latina (por un tal Alonso de Ercilla). Publicado en 1569, es un poema épico que glorifica al noble y valiente araucano.

La Revolución cubana logró, en Chile como en otros lugares de Lati-noámerica, profundos efectos tam-bién en el aspecto cultural, lo que lle-gó a funcionar como confirmación y fortalecimiento de la propia identidad cultural. Tres de los poetas aquí repre-sentados ganaron en su tiempo el prestigioso premio Casa de las Amé-ricas en Cuba. La elección de Salva-dor Allende como presidente del país también contribuyó a tonificar la pro-pia dignidad cultural. El florecimien-to cultural inyectó grandes esperanzas y la mayoría de los intelecutales apoyaron a Allende. Tengo rocío pa-ra todos- proclamó Neruda con el convencimiento de que era el ama-necer y que la poesía podía otorgar el bienestar. Los pocos años de desarro-llo hacia el socialismo, desde las elecciones de 1970 hasta el nuevo triunfo del frente popular en 1973, tuvieron un abrupto fin unos meses más tarde con el sangriento golpe de estado.

Muchos intelectuales terminaron en el exilio y han seguido en él por diferentes razones después del res-tablecimiento de la democracia. Nunca salí del horroroso Chile, escribió Enrique Lihn a pesar de que obviamente lo había hecho. El ho-rroroso o en todo caso singular Chile ha seguido siendo el motivo inelu-dible para el trabajo de cada poeta chileno donde quiera que esté. Y el gradual cambio de orientación que se ha podido notar en muchos, por no decir la mayoría de los casos, no ha conllevado al agotamiento o la extenuación. La poesía chilena vive dispersa, pero no disipada. Algunos de los principales poetas chilenos durante muchos años han estado y siguen activos en nuestro propio país. Preferí sin embargo descartarlos, pues varios de ellos están bien representa-dos en una antlogía antecesora, Bevingade lejon, realizada por Sun Axelsson.

Como temprano impulsador de mi antología quiero nombrar a Luis G. Delano, embajador de Chile en el período del golpe de Estado. Un gracias también para el presente embajador Pepe Auth y el agregado cultural Julio Numhauser.



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