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02-Enero-2004

 

Lo que vendrá

 

escribe Cándido

El comienzo de un nuevo año suele ser propicio para la formulación de pronósticos de futuro, una tarea cada vez más riesgosa dada la celeridad e imprevisibilidad de los procesos. El recuerdo fresco de lo que le ocurrió al ideólogo neoliberal Francis Fukuyama, sirve además de advertencia para cualquier tentativa de avizorar el horizonte de la historia, sobre la base de preconceptos. El problema se dificulta todavía más porque la distorsión sistemática del significado de las palabras, la deliberada utilización de los rótulos en sustitución de los contenidos, ha sustituido al debate enriquecedor. «Antiamericano», «antieuropeo», «activista», «terrorista», «controvertido» son etiquetas cotidianas en la descripción de la realidad, ofrecida por los medios de comunicación del insostenible sistema imperante. Ninguno de esos epítetos que se aplican generalmente a los «disidentes» de dicho sistema, resiste el menor análisis lógico y menos del sentido común, que, como se ha repetido hasta el cansancio es «el menos común de los sentidos».

En ese marco de confusión hay algunos datos de la realidad, que es lo más aproximado a la verdad, que permiten algunas afirmaciones que por si mismas apuntan a arrojar cierta luz sobre la oscuridad del futuro más o menos cercano.

- La llamada lucha contra el «terrorismo» emprendida después del 11-S por la pandilla fundamentalista pero ante todo mafiosa, que está detrás del sillón presidencial en Estados Unidos, ha fracasado hasta ahora, militar y políticamente, en sus dos principales campos de batalla, Afganistán e Irak. Las proclamadas «victorias» coreadas por Estados Unidos y sus vasallos en dichas campos, han sido desmentidas por la realidad. No hay ningún signo de que esa situación de derrota pueda revertirse, pero los procesos siguen en marcha, lo que aconseja prudencia en las previsiones.

- Ni la paz, ni la libertad y democracia prometidas, se vieron fortalecidas en el año transcurrido. Por el contrario, en vez de paz se ha instaurado el miedo, cuando no el terror cotidiano en la vida de los ciudadanos, la libertad se ha visto groseramente agredida con el pretexto de combatir el terror, y la democracia, en su práctica habitual, ha sido tan vaciada de contenido, como el vaciamiento de los fondos de los ahorristas por los directores -conectados al ámbito gobernante- de las grandes compañías transnacionales que es pan de cada día en el moderno capitalismo. Al punto que (la democracia) degradada y corrompida por el sistema, tiene cada vez menos «creyentes». Los índices de votación oscilan en proporción inverso al descrédito de los políticos.

Lo que se describe en las líneas anteriores no son especulaciones sino datos de la realidad que aparecen, por una suerte de contradicción positiva, en los medios de comunicación del sistema. Puede haber discrepancias en la identificación de las causas que han dado origen a esta situación. Lo primero a señalar es que no hay una causa única. Lo segundo -y esto sí entra en la esfera de lo opinable- es que la sustitución de la ética solidaria y liberadora del mensaje humanista, por la ética neoliberal del mercado, que en su dinámica depredadora destruye individuos, multitudes a lo largo del planeta y «la casa común» que es el ecosistema, constituye la mayor y auténtica agresión que amenaza con un final de tragedia. Impedir que ello se consume, es la gran tarea en la que, por un imperativo ético sin el que ninguna sociedad puede sobrevivir, están comprometidos millones de seres en todo el mundo. Y en el que hay que perseverar cada día.



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