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26-Diciembre-2003

 

El poeta J. M. Roca traducido al sueco

 

escribe Víctor Rojas

La editorial Simon Editor, se propuso hace cinco años promulgar a escritores suecos en español y a escritores latinoamericanos en sueco. Noble tarea cuya única ganancia es la satisfacción de agenciar de puentes culturales, en ese sentido al cual se refería Julio Cortázar. Y es así que la pequeña editorial acaba de publicar su libro número veintiuno que recayó en el poeta colombiano Juan Manuel Roca.

El poemario fue bautizado como Korpens tecken y la carátula está ilustrada por el acuarelista sueco Lars Lerin. La traductora, Maria Kallin, escogió solamente la poesía de índole social que J. M. Roca ha publicado en ocho de sus libros. De mi parte escogí las palabras del siguiente entrecomillado, utilizadas como prólogo, para describir el contexto político en el cual se forjó el poeta:

J. M. Roca dio a entender que el año más feliz de su vida fue cuando aún no había nacido y el silencio todavía era una opción. Pero le tocó nacer más tarde y hacerse amigo de las palabras para con ellas gritar desde el poema. No había otra alternativa diferente a la del grito. Cuando enterraron su ombligo, el lugar de su nacimiento ya había empezado a caminar el sendero señalado por el ángel del odio:

En el instante de sus primeros pasos, los ríos aprendían a cargar muertos en sus lomos y el fuego a morar en las austeras casas de los labriegos. Espantados de sus terruños los sembradores de café y frijoles se resignaban a levantar cochitriles en las afueras de las grandes ciudades. En las puertas de los lugares destinados a furtivos encuentros, se posaban pintarrajeadas muchachas cuyas miradas hablaban de maizales y aromas de orquídeas salvajes. Piel de gallina en muslos desnudos ¡Qué lejos había quedado el encanto del fogón de tres piedras donde se hervía el agua de la quebrada!

Nacían los oficios estrambóticos. Si se era burdo y analfabeta se podía trabajar de policía. Las pomadas y ungüentos eran vendidas por culebras habitadas por el hastío. (Recuerdo que el público esperaba con paciencia que el fabricante de menjurjes, cuya baja estatura estaba limitada por un sombrero ajado, sacará de una sucia bolsa de tela una espeluznante culebra. Las palabras entreveradas con otras de lenguas que no existían, creaban suspenso: oquey orray guasin guasanga culebra guaraní guascamara. Cálmate que antes de nacer vos nació el redentor del mundo...). Pero la culebra nunca aparecía.

Una vez vi al poeta. Eran los años en que gobernaba un pez abadejo de origen turco. La foto del poeta estaba en un periódico que no gustaba de las pirañas concubinas del pez. Algo de la mirada del poeta tienen los ojos de un conejillo de Indias. Su negra chaqueta de cuero se veía ligeramente tratada con alquitrán. Yo vendía el periódico en los autobuses, amparado por la tenue oscuridad, mientras arengaba a los soñolientos pasajeros que en las dependencias de las pirañas las uñas huían despavoridas de los dedos.

Otra vez lo escuché a ocho metros de distancia. El poeta leía sus palabras en un lugar saturado de humo de cigarrillos y de tufo a cerveza. Fue días antes de que la punta de la piedra escribiera mi nombre en las ostras. Camino a la ausencia un calamitoso país a mis espaldas.

Mientras yo aprendía a descifrar el lenguaje de las runas, llegaban de vez en cuando las palabras del poeta. Sus versos nacían con alas y cargaban profundas soledades acompañadas por viejas escaleras que aún traquean.

Regresé cuando el polvo cubrió mi nombre. Busqué al poeta en la ciudad de los rotos pavimentos. La Tierra había rondado muchas veces tratando de marear al sol. Lo encontré acomodando palabras en el taller de artes gráficas de un antiguo matutino. A su negra chaqueta de cuero incansables mujeres le habían cosido las historias del mundo.

Juan Manuel Roca es un poeta apreciado por muchos. Le gusta compartir con sus amigos y cuando está reunido con ellos se entrega al juego de las palabras. Mago de la ironía y domador del humor negro. Además de poesía escribe cuentos y acaba de publicar su primera novela intitulada Esa maldita costumbre de morir. Su poesía nos cuenta que bajo los desnudos cielos de Colombia hay palmeras cantoras/pero también hay hombres torturados. Que Las mujeres de este país son capaces/ De coserle un botón al viento. En su obra poética encontramos hombres que fabrican espejos, ladrones nocturnos, brujas, el que no va a la guerra, ciegos, abadesas, exiliados, vampiros& Hace unos años la universidad del Valle le confirió el diploma de Doctor Honoris Causa. En la actualidad dicta clases de literatura y dirige talleres de poesía. Estoy seguro de que su libro Korpens tecken será bien recibido por los amantes de la poesía en Suecia.



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