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Las tentaciones del Tío |
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escribe Víctor Montoya Me estás buscando enemigos entre los religiosos y envidiosos, Tío le dije, mientras encendía la luz del cuarto. Hay quienes aseveran que soy tu escribano privado y que por medio de mis palabras, salpicadas de garabatos y voces quechuas y aymaras, transmito las maldades de tu espíritu. ¡Ah, larila! ¡Qué buena noticia! alzó la voz el Tío, agitando las manos y enseñando los colmillos. Por fin los opas abrieron la boca para decir: ¡Esta boca es mía!. Dejemos hablar al viento y tú sigue escribiendo sobre mi vida. No te preocupes de quienes te tienen celo profesional, odio o envidia. De ésos me encargaré yo mismo. Serán los primeros en ir a dar de cabeza en los calderos de mi reino. Lo miré al Tío y, sin dudar de sus palabras, le encendí un cigarrillo. Aspiró el humo y lo lanzó haciendo argollas delante de mis ojos. Si alguien habla mal de ti, ya sabes, hazte el sueco aconsejó el Tío. A palabras electrizantes, oídos desenchufados. Sí, Tío afirmé. Pero como tenía ganas de desahogarme, proseguí: Mi abuela, que es una señora católica, apostólica y romana, me dijo: mhijito, tú que fuiste un hombre bondadoso, limpio como el pan divino, enmascarado y justiciero como el Zorro, te estás convirtiendo en el malo de la película por culpa del Tío. Para qué lo hiciste traer a Suecia. ¿Acaso pensaste que así te ibas a librar del infierno? No seas ingenuo. El Tío es el mismo Lucifer que habita en las profundidades de la montaña y en la mente de quienes lo idolatran como a un ser supremo. Recapacita, mhijito. Deja de ser escribano del diablo. Abre los ojos y los oídos. Escupe tres veces al suelo y repite: Ave María Purísima. Luego grita tres veces tu nombre para que tu alma vuelva a entrar en tu cuerpo. Deja de ser el siervo del diablo y vuelve tu cara hacia Dios, quien está esperándote con los brazos abiertos como a manso cordero. Si estás decidido a vencer las tentaciones del Tío, que se mete en el cuerpo por cada orificio y por cada poro, nuestro Creador está dispuesto a tenderte la mano. Ora por tu salvación y manifiesta tu devoción a la santísima Virgen del Socavón, quien, aparte de ser milagrosa, es la mamita protectora de los mineros. Ya sabes, mhijito. No dejes vencerte por las tentaciones y rechaza el pecado sin contemplaciones. Obedece a nuestro Señor. Si tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti. Y si tu mano derecha te escandaliza, córtatela y arrójala de ti... El Tío, que estaba quieto en su trono, con las orejas paradas como las del burro, esbozó una sonrisa amplia y, guiñándome el ojo izquierdo, preguntó: ¿Todo eso te dijo tu abuela? No sólo eso contesté. También me dijo que, antes de ser demasiado tarde, te haga añicos con un martillo y te tire a la taza del baño, para así salvarme del diluvio y de los dragones de fuego. Mi abuela, quien me conoce desde el día en que me parió mi madre, leyó en mis ojos el mensaje del miedo y la preocupación que sentía. Me tomó de la mano, me acarició como cuando era niño y siguió con sus consejos: ¿Acaso no te das cuenta que el demonio, cuyo oficio es tentarnos y empujarnos a cometer un pecado, está siempre merodeando a nuestro alrededor como serpiente maligna en busca de presa que envenenar? El demonio es un ñato que tiene más mañas que un gato. Nos engaña con falsas ilusiones, haciéndonos creer que no existe el infierno y que seremos felices incluso después de la muerte. El demonio, que se afianza en un pecado para instigarnos a cometer otro, otro y otro, nos convierte en sus esclavos, y cuando estamos bajo su dominio ya no hacemos lo que queremos, sino lo que él quiere que hagamos en nuestro libre albedrío... Y tú, ¿qué le dijiste? me cortó el Tío, tragándose el homo del cigarrillo como aspiradora. Nada. Preferí callarme porque desde el día en que te traje a Suecia, cada vez que hablo con ella sólo me salen blasfemias, como si me hubieses poseído para hablar a través de mi boca. El tío se rió a carcajadas. Batió la lengua y echó chispas por los ojos. Su vozarrón, que se oyó fuerte y ronco como el rugido de mil demonios, hizo despertar incluso a las guaguas de los vecinos. Lo miré desconcertado al constatar cómo se gozaba de las advertencias de mi abuela, hasta que, cargándome de una pizca más de coraje, le espeté: El otro día, el predicante que golpeó la puerta para fregarme la paciencia con sus sermones, de sólo verte sentado en tu trono, con tu aspecto de diablo y tus huevos al aire, me dijo que no me dejara arrastrar por las tentaciones, que te mandara a los quintos infiernos para evitar que volvieras a pisar la casa, y que si no me escuchabas y volvían a tocar la puerta como alma en pena, colgara un crucifijo en la entrada para que nunca más volvieras a asustar a mis guaguas ni a enamorarte de mi mujer, quien está a punto de serme infiel nada menos que contigo. ¿Así te dijo? asistió molesto el Tío. Ahora se jodió ese tipo, quien más que predicante parece alcahuete. Me lo llevaré del copete hasta lo más recóndito de mi reino, para que nadie escuche sus gritos ni sus quejidos. A ver si después se atreve a tocar la puerta ofreciéndote la misma pomada. El Tío hizo una pequeña pausa. Aplastó la colilla del cigarrillo contra la palma de su mano, levantó la cabeza y, mirándome de frente, preguntó: ¿Y qué más te dijo? Que al idolatraste no sólo sentía la tentación, sino que la consentía, rebelándome contra la palabra de Dios, quien de seguro me cerró ya las puertas de su corazón y las puertas del reino de los cielos. También me dijo que los humanos tenemos que ser puros ante nuestro Creador y nuestros semejantes, porque el cuerpo de un buen cristiano es como el templo del Espíritu Santo y que todo pecado causa la muerte eterna en los últimos infiernos, donde sufren los condenados por los siglos de los siglos... El Tío volvió a soltar una carcajada estrepitosa. Su cuerpo se remeció en su trono, hasta que su carcajada fue vencida por un acceso de tos, que lo dejó con el rostro ardiente como la brasa y los ojos inyectados de sangre. Después indagó: ¿Y qué más? Antes de despedirse, me pidió que no te llamara Tío, al menos si quería salvarme del suplicio a la hora del juicio final, porque ser condenado a los tormentos del infierno es un castigo fatal. Además, me dijo que en tu reino rechinan los dientes de quienes, mientras estuvieron en este mundo, se gozaban en su voracidad, y lloran los ojos de quienes, mientras estaban en este mundo, se recreaban con la vista de cosas ilícitas, como cuando se mira a la mujer del prójimo deseándola como fruta prohibida. El Tío rompió en otra carcajada, cuya sonoridad sacudió las paredes y levitó los muebles a un palmo del suelo. ¿Por qué te ríes? le increpé. No te das cuenta que la simple pronunciación de la palabra infierno me recorre por el cuerpo como una descarga eléctrica, provocándome un miedo que no sentí desde el día de mi nacimiento. El Tío se calló y, de pronto, se abrió un prolongado silencio. Lo miré al Tío y el Tío me devolvió la mirada, atravesándome con el fuego de sus ojos. Quedé desconcertado por un instante, pero luego me brotaron las palabras con lucidez increíble: Cuando tenemos turbia la vista, cuando los ojos se nublan, necesitamos encontrar la luz. Y Cristo es la luz del mundo. Y quien lo sigue no caminará a oscuras y tendrá también la luz de la vida... ¡Ah, carajo! rugió el Tío. Me dices todo eso cuando sabes que me encanta la oscuridad... No entendiste el mensaje precisé. No se refiere a encender la luz en la oscuridad del cuarto o de la mina, sino a encender la luz en la oscuridad del alma. Ah, ése es otro cuento, otra chola con otra pollera dijo. Después, a poco de leer mis pensamientos y advertir el miedo devorándome por dentro, concluyó: Yo sé que dos cosas apartan a los humanos de la tentación: el temor a ir a dar en el infierno y la esperanza de conquistar el reino de los cielos. Pero tú no tienes porqué preocuparte si algún día te despachan a mi reino. Allí serás bienvenido como huésped y disfrutarás de los encantos de las chinasupay. Nada te causará desesperación ni dolor, porque tú, mientras yo decida, tendrás la facultad de atravesar el agua sin mojarte y el fuego sin quemarte... |
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