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26-Diciembre-2003

 

2003
El inicio del cambio en América Latina

 

Tras la profunda decepción y angustia provocada en América Latina por la crisis económica que, en el año 2002 sacudió a toda la región, y que hizo retrotraer los índices económicos en una década, el año 2003 se inició con las esperanzas puestas en la asunción de Luis Inazio Lula Da Silva a la presidencia del Brasil y culminó con el triunfo del pueblo uruguayo en el plebiscito contra las privatizaciones, confirmando el mayoritario rechazo de los pueblos de la región al neoliberalismo.

Las expectativas por un cambio de orientación económica y social en los gobiernos del continente, tenían también centradas esperanzas en la asunción en Ecuador del coronel Lucio Guitérrez, que en su campaña electoral había acordado con los grupos indigenistas y organizaciones sociales. También se esperaba que el relevo presidencial en Argentina, tuviera como efecto un crecimiento de la influencia de las organizaciones sociales y de izquierda, que habían sido las protagonistas de las movilizaciones que en diciembre del 2001, había expulsado al presidente Fernando De la Rúa.

La crisis económica y los escándalos de corrupción mantenían presión sobre varios gobiernos comprometidos con las políticas económicas neoliberales. Así en Perú, Alejandro Toledo había derrochado en poco tiempo la imagen que había creado durante la oposición a la dictademocracia de Alberto Fujimori. En Paraguay, el presidente designado por el Congreso, Luis González Machi eludía a duras penas las acusaciones de corrupción y esperaba obtener inmunidad para cuando tuviera que entregar el poder en agosto. La oposición venezolana seguía intentando derrocar al presidente Hugo Chávez, y mantenía en enero la huelga iniciada en diciembre, financiada por los grupos empresariales y con sabotajes a la industria petrolera. La vecina Colombia, también en un relevo presidencial, continuaba en una espiral de violencia. Bolivia inició el año con corte de rutas y manifestaciones en todo el país contra la política del presidente Gonzalo Sánchez de Losada, que terminaría siendo expulsado también por el pueblo, sumándose a la lista de Collor de Mello, Alberto Fujimori, Carlos Andrés Pérez, Raúl Cubas, Abdalá Bucarám, Jamil Mahuad y Fernando De la Rúa.

Las manifestaciones callejeras en todo el continente tenía un punto común, terminar con las políticas neoliberales, las privatizaciones y la venta de los recursos naturales. Los partidos politicos de izquierda y las organizaciones sociales comprometidas con un cambio, crecían en todos los países.

Esta corriente a favor de los cambios genera expectativas de que fuerzas progresistas y nacionalistas accedan al gobierno en Uruguay, El Salvador que se sumen a los cambios producidos ya en Brasil y Argentina, y que se revierta la tendencia derechista en México, al tiempo que se consolida Chávez en Venezuela.

Este panorama de crecimiento de las fuerzas del cambio en el continente tenían como contrapartida la presión del gobierno de los Estados Unidos, embarcado en imponer por la fuerza a todo el mundo, su doctrina de intervención preventiva. El ex alcóholico y redimido en ultrareligioso, George Bush hijo, ya había amenazado al mundo, "se está con nosotros o en contra", y mientras apuraba a las Naciones Unidas para que respaldaran una guerra contra Irak, culminaba en secreto los planes de invasión preparados meses antes. El objetivo, conquistar el petróleo del Medio Oriente y llevar la "civilización occidental" al mundo árabe con las "ventajas" de la globalización y las privatizaciones.

Esta actitud tenía también una cara latinoamericana, hacer que el "patrio trasero" cerrara filas tras las campaña belicista incluso con el envío de soldados y policías a Irak ocupada, que se integrara al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), para fortalecer la dependencia económica, y que todos acordaran seguir estrangulando a Cuba, integrado, según los funcionarios belicistas norteamericanos, en el "eje del mal".

Brasil: lucha contra el hambre

Al asumir la presidencia, el pasado primero de enero, Lula convocó a mantener viva la esperanza, y anunció el inicio de un camino lento de transformaciones.

Lula, en su discurso de asunción ante el Congreso, el primero de enero, anunció que el combate contra el hambre sería una causa nacional y que buscará la realización de una reforma agraria pacífica. "La voz de los que pasan hambre guiará nuestro gobierno en estos próximos cuatro años", enfatizó.

"El modelo actual neoliberal se agotó, la sociedad decidió por un cambio ante el agotamiento del modelo que trae la cultura de la indiferencia, marginalidad, que desintegra la familia". "Vamos a cambiar con valor, audacia, pero sin atropellar a nadie", subrayó.

Su primera decisión gubernamental fue anular el contrato de comprar de aviones militares por 760 millones de dólares que había heredado del anterior gobierno, para volcar esos recursos a la lucha contra el hambre. Poco días después, el presidente Lula daría inicio al plan "Hambre cero" para atender a los sectores más sumergidos del país.

La iniciativa, que se irá ampliando, prevé también la organización y participación de los ciudadanos en diversas instancias del gobierno, y la creación de programas y planes de trabajo que posibiliten en el futuro, el desarrollo de esos sectores.

El gobierno, producto de una alianza con sectores empresariales nacionales, enfrenta dividido algunos temas importantes como la reforma agraria y las relaciones con los organismos internacionales.

El Movimiento Sin Tierras (MST) reconoce esta división de intereses en el gobierno, y al tiempo que mantiene su política de ocupación de tierras, reconoce en el presidente Lula un interlocutor válido y le concede una cuota de confianza. Lula recibe una delegación del MST y reafirma su compromiso con una reforma agraria, solicitando de la organización, propuestas concretas.

En otro plano, Lula inicia una ofensiva internacional para aumentar las exportaciones (realizando giras por Africa, Medio Oriente y América Latina), fortalecer el bloque regional del Mercosur (especialmente con una nueva relación con Argentina) y cambiar las bases de un acuerdo de libre comercio de las Américas que hasta entonces sólo favorecían a Estados Unidos. También busca acuerdos con los países de la región para enfrentar a los países desarrollados que mantienen subsidios a su producción agrícola, en los organismos internacionales de comercio .

Brasil será gestor de la creación del llamado "Grupo de los 20" que enfrentará las posiciones norteamericanas en el ALCA, y en el acuerdo de libre comercio del Mercosur con la Comunidad Andina de Naciones.

Ecuador: el cambio traicionado

El 15 de enero, asumía la presidencia en Ecuador, el coronel Lucio Guitiérrez, también con expetativas de cambio, después de haber ganado las elecciones con el apoyo del movimiento indigenista y de organizaciones sociales. Para sellar esa alianza, incorporó al gabinete a representantes indígenas.

Una semana antes de asumir la presidencia, sostuvo ante la prensa que "aquellos que impidan que el Ecuador camine, yo les aseguro que sobre sus cabezas va a cambiar el país". "Quiero reformar profundamente el sistema político y llamaré al pueblo para que se movilice", añadiendo que "Estoy decidido a cambiar el país o morir en el intento".

Sostuvo que la deuda externa debe ser tratada como un problema grave, lacerante, "un problema social y humanitario y debe tener una respuesta política decidida".

Al asumir dijo que "El Ecuador ha votado por el cambio, porque sin cambio radical no hay esperanza". También anunció un plan para combatir la pobreza.

Tres días más tarde llegaba a Quito una delegación del FMI, y acordaba con el gobierno un nuevo acuerdo con condiciones que el presidente aceptó, entre ellas, las conocidas recetas de recortes del gasto del Estado en salarios e inversiones. Este acuerdo, terminará poco meses más tarde con la alianza de Gutiérrez con Pachakutik, brazo político de la CONAIE que reúne a organizaciones indígenas y campesinas.
Para instrumentar el acuerdo con el FMI, Gutiérrez presenta en el Congreso un proyecto de ley de reforma del Estado que contempla despidos, baja de salarios y recorte de las inversiones. Los legisladores de Pachatutik votan en contra, y el presidente reclama la renuncia de los ministros de ese partido, el 5 de agosto. Un mes antes, ya había despedido a varios viceministros que se habían expresado criticamente sobre algunas medidas del gobierno.

Las organizaciones indígenistas y campesinas consideraron que el presidente Gutiérrez había traicionado sus acuerdos preelectorales, y se declaraban en estado de alerta.

Pocas semanas más tarde, un nuevo escándalo sacude al gobierno, al revelar un diario local la posible intervención del narcotráfico en la financiación de la campaña electoral de Gutiérrez. Una comisión parlamentaria y la fiscalía iniciaron a principios de diciembre una investigación de esta denuncia, mientras que se prevé que para los primeros meses del 2004 se reanuden las protestas de campesinos y trabajadores. Mientras, miles de maestros de todo el país mantienen una huelga en reclamo de aumento de salarios, mientras un grupo más reducido inició una huelga de hambre.

Bolivia: otro presidente echado por el pueblo

En Bolivia, el año se inició con fuertes protestas sociales y una violenta represión de las fuerzas policiales contra una marcha pacífica de campesinos. Las organizaciones de campesinos y trabajadores, otorgaron un plazo hasta el 30 de enero al gobierno para que respondiera a sus demandas, que incluían la modificación de la exportación de gas natural a Estados Unidos, el reparto de tierras, rechazo al ALCA, detención de la política de erradicación de la coca, y mejora de las jubilaciones y pensiones, entre otras.

Los campesinos iniciaron un bloqueo de carreteras para exigir la realización de una mesa de diálogo entre todos los sectores.

Sin embargo, el gobierno de Gonzalo Sánchez de Losada, un empresario con una fortuna calculada en 1.000 millones de dólares y educado en Estados Unidos, al punto que hablaba español con acento, decidió mantener la política noeliberal acentuando las privatizaciones, y de rechazo al diálogo con los sectores sociales.

Los enfrentamientos entre campesinos que realizan corte de caminos en protestas, con ocupantes de tierras, se fueron acentuando durante el año, y en esos choques murieron varios manifestantes y algunos militares. El gobierno acusó a la oposición de tener vínculos con organizaciones terroristas internacionales y mantuvo el rechazo al diálogo. Pocos después aprobó la concesión del gas natural a una empresa extranjera, a través de Chile, añadiendo un nuevo elemento a la ya grave situación.

Asi, el 5 de setiembre, organizaciones campesinas inician otro corte de ruta en protesta por la venta del gas. Poco a poco comienzan a sumarse a las protestas otros sectores sociales y agregan nuevos reclamos a la plataforma reivindicativa. El gobierno acentúa la represión, y el 29 de setiembre se inicia una huelga general indefinida, y los campesinos comienzan a marchar sobre La Paz. Finalmente, a mediados de octubre, Sánchez de Losada presenta su renuncia y se refugia en Estados Unidos. Su saldo es macabro, 140 muertos en 14 meses de gobierno y un aumento significativo de la miseria y la marginación.

Carlos Meza asumió entonces la presidencia con amplio respaldo popular pero con el compromiso de revertir la situación, e iniciar un diálogo amplio con todos los sectores sociales. Varias organizaciones campesinas y de indígenas han establecido ya un plazo, y de no producirse cambios, la tregua terminará en los primeros meses del 2004.

Bush: un cowboy desbocado

Bush también inició el año presionando a todos los organismos internacionales para lanzar una guerra contra Irak, presentando documentos falsos sobre supuestas instalaciones de armas de destrucción masivas. Las protestas antibélicas son prohibidas en Estados Unidos, mientras algunos artistas e intelectuales emiten un documento de "no más sangre por petróleo". En diversas ciudades del mundo se realizan concentraciones y marchas contra los planes de guerra de Bush.

Los diplomáticos norteamericanos inician una ofensiva para volcar a las Naciones Unidas al conflicto, pero encuentran inesperada resistencia en varias naciones. Mientras los inspectores de armas de destrucción masiva visitan Irak, Estados Unidos boicotea sus labores presentando supuestas pruebas de armamento prohibido en Irak. Se forma el eje Washington-Londres y Madrid como cabeza de lanza en el proyecto guerrerista.

Al no lograr un apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU, Bush lanzó unilateralmente un ultimatum al presidente iraquí Sadam Hussein, otorgándole, el 19 de marzo, 48 horas para que abandone el país junto a sus hijos y principales colaboradores.

Apenas iniciado el ataque y cuando los combates todavía estaban en la frontera sur de Irak, el Pentágono adjudicó sin licitación previa, un contrato millonario a la firma Halliburton, que fue dirigida por el vicepresidente Dick Chenney, para apagar incendios en los pozos petroleros. Está sera la norma en el futuro. En los siguientes 8 meses, la misma empresa recibirá contratos directos por más de 1.600 millones de dólares. La "reconstrucción" de Irak, será repartida entre empresas vinculadas al poder en Estados Unidos, o entre algunas empresas de los países socios en la aventura bélica.

Previamente, todas las infraestructuras de Irak serán demolidas en los bombardeos, aunque curiosamente, las "bombas inteligentes" dejarán intacto el Ministerio del Petróleo, las refinerías y oleoductos.

Siguiendo el modelo de guerra estrenado en la invasión a Panamá en 1989 y perfeccionado después en otras intervenciones militares norteamericanas, la prensa viaja junto a las tropas de ocupación que proporcionan la información y las imágenes. Los periodistas independientes que viajan por su cuenta, pagarán un duro precio. Más de 10 periodistas y camarógrafos serán muertos en el conflicto, todos por las bombas o disparos de la coalición "libertadora".

A mediados de abril, la capital Bagdad caía en manos de las tropas invasoras que casi no habían encontrado resistencia. Según se informó después, altos mandos militares iraquíes fueron sobornados por los norteamericanos para abandonar toda resistencia. Sin embargo, el hombre más buscado, Sadam Hussein, escapó a los bombardeos y los retenes militares.

Recién sería capturado el 13 de diciembre, solo, escondido en un pozo refugio.

La euforia de la captura de la capital iraquí, durará poco tiempo. Las fuerzas de ocupación no logran imponer el orden, y hasta participan del saqueo de importantes tesoros nacionales. El suministro de agua potable y energía eléctrica no será nunca reabastecido en su totalidad, y a la precaria situación de vivir en una ciudad que fue bombardeada, se le debe sumar el despido de miles de funcionarios públicos y la disolución del ejército y la policía.

El primero de mayo, disfrazado de piloto de guerra, el presidente Bush proclama el fin de las operaciones militares y descarta cualquier intervención de la ONU en la organización del nuevo estado iraquí y en el diseño del proceso de transición.

Pequeños actos de resistencia comienza a repetirse, hasta llegar a contabilizarse unos 30 atentados y ataques diarios, que provocaran en poco tiempo, más bajas norteamericanas que durante toda la guerra.

Argentina: recuperación pese al FMI

En Argentina, las organizaciones de piqueteros mantenían un alto nivel de movilización, mientras los partidos políticos iniciaban sus disputas internas para las elecciones presidenciales a realizarse en mayo.

El primer balance económico comenzaba a mostrar ciertos indices de recuperación, después que el presidente interino, Eduardo Duhalde, designara a Roberto Lavagna como ministro de Economía. Sin embargo, las relaciones con el Fondo Monetario Internacional seguían tensas al exigir el organismo internacional que el gobierno argentino hiciera frente a sus deudas con los acreedores extranjeros.

El poderoso Partido Justicialista aparece dividido entre la candidatura del ex presidente Carlos Menem, y el gobernador de Río Negro, respaldado por Duhalde, Néstor Kirchner, y el ex gobernador de San Luis y ex presidente interino, Rodolfo Saá. El Partido Radical, del ex presidente Fernando De la Rúa, casi no figura en las encuestas, y asciende la candidatura de la ex diputada radical, Elisa Carrió. La vieja derecha argentina se siente representada por el ex ministro de economía, Ricardo López Murphy.

En las elecciones realizadas el 27 de abril, se confirma que los dos candidatos del justicialismo, Menem (24%) y Kirchner (22%), deberán enfrentarse en una segunda vuelta el 18 de mayo. Sin embargo, todo apunta para una victoria de Kirchner al recibir el respaldo de otros candidatos derrotados y del aparato partidario. Menem acepta su derrota anticipada y renuncia a participar en la segunda vuelta, cediendo asi la presidencia de Argentina a Kirchner, que asume el 25 de mayo.

Mantiene al frente del equipo económico a Lavagna y se inicia una dura disputa con el FMI, que continúa hasta hoy, pese a los acuerdos ya firmados y al sobrecumplimiento del gobierno de algunos indicadores económicos, como superávit fiscal, mayor recaudación y mantenimiento de la tasa de inflación.

Pese a algunos desacuerdos con Brasil al inicio de su gestión, Kirchner establece una nueva alianza con Lula que se expresa en negociaciones conjuntas en organismos internacionales y en un trabajo conjunto para fortalecer el Mercosur, pese a la resistencia del presidente de Uruguay, Jorge Batlle, más proclive a un acuerdo bilateral con EE.UU.

Paraguay: sigue colorado

Después de eludir por lo menos dos intentos de destitución por corrupción, Luis González Machi entrega la presidencia de Paraguay al candidato del Partido Colorado, Nicanor Duarte Frutos, ganador de las elecciones nacionales, celebradas el 27 de abril, con más del 37% de los votos. Duarte, triunfa en los comicios presidenciales en base a un discurso populista y nacionalista, aunque encabeza el mismo partido que mantuvo en el poder al dictador Alfredo Stroessner por 35 años, y que siguió gobernando en la frágil democracia, a través del general Alfredo Rodríguez, de Juan Carlos Wasmosy, Raúl Cubas y González Machi.

El país, al igual que Uruguay, está en una situación de "default", sin recursos para pagar a sus acreedores, y después de sufrir una crisis bancaria con el cierre de varias instituciones.

Pese al discurso populista, Duarte no introduce grandes cambios, y recién a fines de noviembre obtiene un acuerdo con el FMI que proporciona fondos frescos para seguir pagando su deuda externa y algunos gastos de funcionamiento del Estado.

Uruguay: no a las privatizaciones

Tras la crisis bancaria iniciada en febrero del pasado año y que estalló en julio con cierre de bancos y una devaluación del peso, Uruguay aceleró un proceso de emigración que lo ha situado, según los parámetros de la ONU, como un país en desintegración. Los índices de desocupación alcanzaron niveles históricos superiores al 18 por ciento.

En medio de la crisis, el gobierno apuesta a acelerar el proceso de privatización de las empresas públicas, argumentando que el Estado no tiene recursos para mantenerlas, ni siquiera para reparar las carreteras del país.

En ese marco, las organizaciones sociales, sindicales y la coalición de izquierda (con una división interna) lograron obtener las firmas de ciudadanos necesaria para plebiscitar una ley que permitía la privatización encubierta de la única empresa petrolera del país, con un capital estimado en 1.000 millones de dólares.

El Encuentro Progresista-Frente Amplio, denunció la existencia de un documento acordado entre el gobierno y el Banco Mundial, por el cual se admitía que el país solo iba a recibir 58 millones de dólares en esta privatización.

Finalmente la ley fue a consulta popular el pasado 7 de diciembre, y los partidarios de la derogación lograron más del 60 por ciento de los votos.

La correlación de fuerzas en torno a las opciones presentadas en el plebiscito, por un lado la izquierda y fuerzas progresistas por la derogación de la ley, y los partidos tradicionales junto al gobierno por mantenerla, fue interpretada como un ensayo de las elecciones nacionales de octubre del 2004.



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