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Pinturas del español Joan Hernández Pijuan en Malmö Konsthall |
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escribe Pepe Viñoles Joan Hernández Pijuan es uno de los más destacados representantes de las variadas expresiones de las artes plásticas contemporáneas de España, país como pocos que hoy puede seguir mostrando a nivel internacional la persistencia de una personalidad cultural propia de singular vitalidad. Y este hecho de por sí, merecería una nota aparte para tratar de entender porqué España, pese a la norteamericación cultural en boga, ha podido seguir exponiendo internacionalmente su propio rostro en el terreno de la cultura y el arte. La exposición de Hernández Pijuan (Barcelona, 1931), en Malmö Konsthall no es novedosa en el sentido de la moda, a la que no escapan hoy ni las artes plásticas y sus creadores, a instancias de cada vez más sofisticados medios de promoción y comercialización de la que son entusiastas partícipes, museos, galerías, revistas especializadas, curadores y críticos. Y no está a la moda, en primer lugar porque la obra de este artista es fundamentalmente pintura; segundo, porque su referencia o pretexto es el paisaje; y en tercer lugar porque ella continúa la tradición fundada por la abstracción expresionista catalana moderna, que tiene como reconocidos exponente, entre otros a Miró, Tàpies, Guinovart. Las pinturas de Hernández Pijuan expuestas en Malmö tienen un carácter retrospectivo y son de indiscutible utilidad, al permitirnos ver el camino que el artista ha recorrido empecinadamente desde los años 70 hasta el presente, con una pasión y circunspección similar a la de Braque. La renovación en este artista, no es la obtenida por rupturas y cambios, sino la de la persistencia de una investigación en la pintura misma y sus posibilidades de poetización, o si se quiere de la búsqueda de nuevas metáforas, en su caso dentro de un motivo clásico como es el paisaje. Caminos, sembrados, tierras labradas, flores y árboles del campo catalán y de la comarca de Folquer, donde Hernández Pijuan tiene uno de sus talleres, son el tema recurrente en todas sus pinturas y dibujos, también de grabados que no han sido parte de las selección expuesta en esta oportunidad. Al respecto en una conversación recogida en el catálogo de la exposición, con la crítica María de Corral (curadora de la muestra), el pintor explica esta aparente obsesión temática: No sé si empleo sistemáticamente la naturaleza como referente. Sí que está con frecuencia presente, pero evidentemente que hay veces que no. Lo que ocurre es que quizás sea también mi pintura la que puede haberse convertido en paisaje en sí misma, sea por esa sensualidad y pastosidad de la materia, por la tensión paralela que puede producirme el paisaje, por la misma frontalidad del cuadro y también, por qué no por los formatos. (...) Sin ser un connaisseur, puede haber en lo mío más referencias de las artes primitivas o populares, por lo que, de nuevo, volvemos al campo. Agregando además una interesante opinión al responder a la pregunta de Corral sobre qué es la pintura hoy día y su validéz como género artístico: Vaya& tema difícil, pero te digo que ahí está, que seguirá estando y seguirá habiendo buena pintura. Es un lenguaje, y como tal perfectamente válido. Quizás lo que ocurra es que con demasiada frecuencia se confunde la pintura con la imagen. Y siendo la pintura una imagen, como es, no debe confundirse con lo que hoy entendemos como imagen. La pintura no es reproducible y es táctil, tiene necesidad de ser vista por sí misma, y en ella será siempre importante que lo que quiere decir, el cómo se dice. Será más importante el cómo que la idea. La pintura une lo manual con lo intelectual, y eso ha creado siempre pensamiento. Agregando Hernández Pijuan, que frecuentemente se cuestiona artistas que utilizan la pintura como medio, lo que no sucede con otros que emplean en la actualidad otros diferentes, como pueden ser la fotografía o el vídeo. Como si estos soportes tuvieran la exclusividad expresar cosas más complejas o ser más narrativos que la pintura, y donde la idea pareciera ser más importante que la forma. Desde nuestro punto de vista, esta exposición de la obra pictórica del artista catalán no exige del espectador poner en juego un raciocinio, o munirse de una construcción teórica para acceder al simple goce de lo que su pintura ofrece: sólo sencillez cargada de fuertes sugerencias y evocaciones del paisaje, más allá de la propia representación del mismo. En cambio, si alguna complejidad presenta es esa, su simplicidad representativa donde la materia tiene la palabra. Un crítico que no sabe el porqué El hecho de que en Malmö Konsthall, (donde también en los últimos años se han mostrado a otros artistas españoles), se exponga una retrospectiva Hernández Pijuan en colaboración con el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona-MACBA, a Pontus Kyander, crítico de arte de Sydsvenkan le parece excesivo, preguntándose el porqué de esta exposición. Desea que esta institución produzca sus propias exposiciones con el último grito, y que al artista catalán habría que haberlo expuesto 20 años antes (Svd. 2.11.03). Para Kyander lo que hace Hernández Pijuan es viejo, porque partidario de lo nuevo, (categoría por otra parte bastante ubícua en la actualidad a partir de que el posmodernismo decretó el fin del papel de las vanguardias) no le parece de interés. La posición de este crítico es ilustrativa de una orientación que está prevaleciendo, porque actualmente asistimos en el terreno del arte a un mecanismo de ilusión de cambio y renovación, a un permanente reciclaje de viejos menús. Donde la obra es sólo una idea (en la mayoría de los casos inyectada al artista por críticos, especialistas o curadores), el concepto, vendido a museos y otras instituciones y donde el público es ilustrado mediante espesos textos teóricos de los costosos catálogos producidos por estas sanguijuelas adheridas a los artistas. Profitan con la explicación de la pobre obra, vaciada ella de sentido y del poder de decir por sí misma lo que tendría que contar, sin mediación de segundos o terceros. Tras una supuesta intelectualización y pretenciosas presentaciones escénicas, desgraciadamente se esconden con frecuencia grandes banalidades y pobrezas a tono con el funcionamiento del gran circo mercantil, que lejos de cuestionarlo estética y éticamente lo retroalimentan. Sobre este aspecto hace muchos años ya, le había escrito Klee a un galerista que El artista que envíe también explicaciones además de sus obras, tiene muy poca confianza en su oficio. Para nosotros está claro que esta exposición de pintura, (de alguien que como Hernández Pijuan toda la vida se dedicó a eso, renovándose a su modo desde una posición de vanguardia), debe coexistir con otras expresiones contemporáneas con iguales derechos, porque es tan nueva como lo más nuevo que desea Kyander. Y es una forma además, de no caer en el actual fenómeno cultural analizado por el crítico norteamericano Hal Foster, que lo llevó a afirmar que el arte cada vez más recurre a un mecanismo cíclico similar al de la moda para crear esa ilusión de ruptura y cambio que muy pocas veces es tal. Joan Hernández Pijuan |
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