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La más reciente novela de Cristián Vila Riquelme |
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escribe Juan Cameron De bufones, poetas y arlequines, novela publicada en Santiago el año 2002, reflexiona sobre el destino humano y la tragedia individual a partir del quiebre institucional de 1973. Cristián Vila, a la vez filósofo, justifica el desencanto como una consecuencia lógica de la pertenencia social. El ejercicio de la lectura puede, frente al escritor, iniciarse desde varios caminos; como un trabajo individual cuya anécdota y escritura se desarrolla más o menos cronológicamente desde comienzo a fin, como un paso más en la totalidad de la obra de éste o, tal vez, como su reflexión individual acerca de una situación común experimentada por todos los de su especie. Leer a Cristián Vila pareciera involucrar la totalidad de estos ejercicios. Al menos su más reciente novela, De bufones, poetas y arlequines, publicada por Bravo y Allende Editores el año 2002, así lo indica. Todas estas lecturas son posibles; pero quizás la señalada por su motivo -el destino- constituye un camino más válido para su comprensión. El autor da varias señales al respecto. La primera, indicada en el epílogo, viene a ser el resultado de algo que el lector concluye por inercia. Es un epígrafe del cineasta ruso Andrei Tarkovski: Y el destino nos siguió celoso, como un loco portando una navaja. Y al revisar su prólogo, una vez completada esta lectura, el autor insiste: Un juego de cartas marcadas, había pensado el que lleva la pluma en esa noche de un Santiago tibio y todavía en pie, nos dice. Por otro lado, coexisten dos o tres escrituras para una misma trama cuya textura atrapa a los personajes señalando, al mismo tiempo, a uno sólo de ellos para su salvación y registro. El libro o la carta de Nicolás Vera es una; y su rescate para la historia, a manos de Antonio el mago -representación del autor- se confunde a la vez con el trabajo del propio Vila. El escritor a su vez -y para alejar al lector de su vínculo con Antonio el mago- aparece en escena en una imagen fugaz en el París de los 80, para opinar sobre una situación importante en el transcurso de la anécdota. Y en esta mecánica, Vila, nos aporta con otro signo: el de la confección del texto. Iniciado en Concepción, en diciembre de 1973, lo continúa en París entre junio y diciembre de 1979, y luego en Berlín, entre marzo y julio de 1982, para concluirlo definitivamente en Caleta Horcón entre febrero de 1999 y marzo de 2001. La historia, al mismo tiempo, ocurre entre el 5 de septiembre de 1973 y el 5 de noviembre de 1980. Estas señas dan cuenta de su ejercicio. La novela, iniciada a pocos meses del Golpe de Estado, se va alimentando, modificando y dirigiéndose, a través de esos cuatro intentos que registran, nada menos, veintiocho años de la existencia del escritor. Entonces el destino de los personajes -que el autor ha vigilado y observado en esas tres décadas- se confunde con el personal y el de toda su generación. Se trata de Algo así como que todo comienza a derrumbarse y no somos más que fantasmas de un tiempo que no alcanzamos a vivir. Se trata, también, de la tragedia individual y colectiva que significó el asalto al Estado republicano. Y de ello, sin embargo, no se difiere un discurso político específico -aunque sus personajes son generosos en este tipo de disquisiciones- sino, más bien, una inquietud ontológica que pone en duda el concepto de libertad individual. ¿Somos, en verdad, capaces de elegir ante diversas posibilidades en cada momento de la existencia? ¿Y si así lo hacemos, fue acaso nuestra voluntad la que -previo a su existencia- nos ofrecía aquella gama de posibilidades? Es claro, si el abanico fue hecho por otros, también lo ha sido nuestra voluntad. Y, por ende, el sentimiento de libertad no es sino una ilusión. Pero, trátese de determinismo o de libre albedrío -porque la tragedia no es sino el cumplimiento del destino trazado- existe un punto donde este valor sí cobra vigencia. Actuamos -trabajamos más bien- en distintas acciones que dirigen nuestro camino hacia éstas u otras posibilidades de elección. Vila, en De bufones, poetas y arlequines, apuesta más bien al determinismo. El violento corte del camino común afecta en particular a cada uno de sus protagonistas; corta, además, en dos la historia individual y se constituye en un hito -ahora ineludible- entre un antes y un después, entre un aquí y un allá, entre lo que es (lo que en verdad fue) y lo que podría haber (ya nunca más) sido. El mismo título aparece como una luz si acaso quisiéramos clasificar a sus personajes. Sabemos ya -quienes hemos leído a este autor, y en especial sus artículos- que bufón tiene un claro sentido de «tonto útil» para cualquier ideología; que el arlequín posee un rol del cual no escapará en la comedia del arte; que el poeta -creador y escudriñador por excelencia- se ubica entre los dos anteriores y, en consecuencia, no puede escapar a ese destino genérico. Nada escapa a su esencia; ese es el tópico. Y de allí que la palabra, por mera ficción que sea de la realidad, es precisa y -conceptualmente- real. Quien la vive, quien integra su tribu, no puede escapar a ella. Y tal es el fracaso; vivir es un fracaso; el sentido no tiene sentido. La utopía de la libertad consiste en una mera idea, nada más, de quebrarle la mano al destino; ese sería el triunfo. En su clarificador epílogo, Vila lo dice a través de su personaje principal: Era una novela, si novela había, del fracaso. La vida -pensó tristemente- era mucho más ancha y todos esos intentos, fragmentarios, confusos, no podían comunicar la carga emocional de cada uno de los personajes que allí deambulaban. Cristián Vila Riquelme, quizá el más importante literato de la Región de Valparaíso, reside en Caleta Horcón y es doctor en Filosofía y profesor universitario. Nacido en Villa Alemana, en 1955, ha publicado los poemarios Dueto (1980), Al mar (1981), Finis poética (1987), Tratado del (des)exilio (1994) y La vera historia (2000); los relatos Procreaciones (1979) y la novela Crónica del niño lobo (1999), además de varios ensayos, premiados en el extranjero, y numerosos artículos de prensa. En 1998, entre otras distinciones, obtiene el Premio en Poesía del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. |
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