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28-Noviembre-2003

 

Lo malo que se está poniendo

 

escribe Emilio Comas Paret

Hay un viejo dicho campesino que asegura que lo bueno que tiene esto, es lo malo que se está poniendo, y por supuesto que todos estos decires de los pueblos están llenos de sabiduría e inteligencia.

Si a nosotros, hombres de pensamiento de izquierda, se nos dijera que ha sido ideal que el gobierno de los Estados Unidos de América esté formado por una cohorte de personas de corte ultraconservador, quizás nuestra primera reacción fuera rechazar esta aseveración.

Pero si realmente uno mira el devenir de los acontecimientos a través de la Historia, donde el tiempo no se mide por años, por lustros o por décadas, sino por siglos, debe llegar a la conclusión de que los cambios políticos, económicos y sociales se dieron cuando las condiciones fueron peores para los oprimidos, cuando los opresores vivieron en plena borrachera de opulencia y boato y cuando las direcciones de las sociedades estuvieron en burdas manos de ignorantes.

Sería, repasando a Marx, el surgimiento de grandes e irreversibles contradicciones, que como casi todo el mundo sabe, son la base de un desarrollo, que siempre será cualitativamente superior al del estadío anterior.

Es cierto que Norteamérica es la mayor potencia mundial, cierto que ahora no tiene un campo socialista que se le oponga como equilibrio, cierto que la culta Europa cada vez más se le plega a sus designios para tratar de no buscarse problemas y cierto que las izquierdas, a partir del fracaso del socialismo real en el este, han entrado en una crisis teórica y hasta a veces en un cambio de casaca; pero lo que nadie puede negar es que el mundo vive una situación que cada día se hace más aguda, más insostenible, más terrible. Y que está al explotar.

La aplicación del neoliberalismo globalizador, en muy poco tiempo ha demostrado, que para lo único que sirve es para que los ricos sean cada vez menos en cantidad y cada vez más ricos en bienes materiales y para que los pobres sean cada vez más en cantidad y cada vez menos ricos en la adquisición de bienes materiales, pero todo ello a una velocidad galopante que no deja dudas, donde la pequeña burguesía y la burguesía media, (esta última considerada motor impulsor del sistema por los teóricos del capitalismo), estén desapareciendo con una velocidad también asombrosa. Hoy a nivel mundial el 25% de la población se apropia del 80% de los bienes materiales producidos.

La pobreza, mientras tanto, avanza vertiginosamente. No solo es el 48% de la población de América Latina y más del 70 de Africa, es que en los propios Estados Unidos de América existen ahora 34 millones de pobres, cifra que aumenta por año en un 12% aproximadamente.

Por otra parte, subsiste el criterio entre los ricos, ahora se puso de manifiesto en la reunión de Cancún, de que no hay que preocuparse por la pobreza, de que hay que mantener los subsidios a los productos agrícolas de los países desarrollados, aunque ello signifique un domping sanguinario para los productores de los países subdesarrollados, donde según las estadísticas el 70% de los pobres vive de la agricultura.

A veces se oye alguna voz perdida entre los poderosos, como hace algunos días la del Presidente del Banco Mundial, preocupado por el desarrollo explosivo de la pobreza en el mundo, pero en sentido general ese no es un problema que preocupe a los magnates económicos. No lo quieren ver y guardan sus cabezas en la arena.

Realmente tengo que confesarles que cada vez que trato de analizar, como un sencillo ciudadano del mundo, las circunstancias en que vivimos, más me recuerdo del Imperio Romano, en la época de su decadencia y recuerdo la manera como se destruyó por si solo, por sus propias contradicciones, como Chacumbele, como se diría en mi barrio.

No quiero hablar ya de la penetración de emigrantes en USA, como las silenciosas invasiones bárbaras a Roma, hasta el punto que en algún momento el imperio romano se llamó Sacro Imperio Romano Germánico por la influencia foránea, pero me es muy interesante que, por ejemplo, en asuntos tan norteamericanos como la Serie Mundial de Baseball, cada día son más los latinos y otros extranjeros estrellas, que los originarios del país de Lincoln y de Truman. Es la globalización, solo que en otro sentido.

La propia economía de la superpotencia lleva años en recesión, el desempleo crece por meses, los servicios de asistencia social disminuyen en cantidad y calidad, la violencia y la pobreza suben a niveles nunca visto y todavía el presidente de USA está pidiendo $87,000 millones de dólares para seguirse enterrando en el pantano iraquí.

No quiero ser Nostradamus ni el oráculo de Delfos, pero si esto no se parece a la manera en que se han desmoronado los imperios a lo largo de la Historia, guardo el bate y los guantes.



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