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17-Octubre-2003

 

Apuntes de Belgrado
El asesino es la víctima

 

escribe Angela García

Durante cuarenta años (1964-2003) la Unión de Escritores Serbios ha sostenido el Encuentro de Escritores en Belgrado (septiembre 25 al 29), conocido antes como Jornadas de Octubre. Pese a que prevalece la necesidad de hablar a la de oír, algunos oyen; de ser nombrados que de nombrar, algunos nombran y se honra aún el afán de comunicación, la urgencia de sostener un nexo entre países a través de la literatura, como una intuición profunda que se empecina en medio de la insensatez. Y cómo no sentirse agradecido con la calidez y generosidad antiguo e irremplazable modo de la elegancia- de nuestros anfitriones, pese a la incertidumbre que ha generado su imagen beligerante a través de la historia. Mas la lección es la misma y se repite: el miedo convierte los mansos en fieras; el humilde puerco espín de tan dulce mirada mientras tiembla hiere.

Se llega al centro de la ciudad de Belgrado desde el aeropuerto por una vía que necesariamente se topa con una zona bombardeada, donde tres grandes edificios destruídos, muestran sus ventanas como siniestras cuencas vacías, todo un monumento a la parca con el que los ciudadanos serbios viven cada día, de una manera tan natural como el que su lengua coloquial esté combinada con refranes y dichos inspirados en imágenes de la guerra.Dormía como un degollado suele decirse al sueño plácido del durmiente. O ¿Por qué me despiertan como para la guerra? se replica cuando alguien es interrumpido en su descanso.

A pesar de ser unos de los conflictos de la modernidad más permanente, el de los Balcanes es uno de los más antiguos y embrollados al modo de ver de cualquier latinoamericano, para quien las luchas étnicas y religiosas se han sofocado en el tiempo mediante un proceso de mestizaje y de sincretismo u otros diversos procesos de relación, como el efecto rizoma explicado brillantemente por el poeta martiniqués Èdouard Glissant. Y este embrollamiento se debe justamente a su antiguedad y a las insistentes injerencias externas. Desde el siglo X a.c., según registran los libros, muchos ejércitos pasaron por los Balcanes donde moraba un pueblo de pastores llamado los Ilirios: Alejandro Magno, las legiones romanas y Gengis Khan en la Edad Media, entre las dominaciones más célebres. A través de los siglos se fueron fusionando otros pobladores, eslavos del sur, antepasados de los serbios, croatas, montenegrinos, macedonios y eslovenos actuales. Entre las dominaciones bizantina, carolingia y otomana se atomizaron tribus y dialectos, agravado todo por las virulentas evangelizaciones, que terminaron hoy en tres troncos religiosos básicos: musulmanes, católicos y ortodoxos. Esas profundas raíces de rivalidad, mantuvieron su hostilidad, aplacándose sólo por períodos, encendiéndose siempre de nuevo por magnicidios o guerras directas, que aportaban sangre nueva a tales rivalidades. La ocasión más recientes en que el conflicto balcánico envolvió al planeta fue en la primera y segunda guerra mundial. Uno se dice que esta observación debería bastar para una actitud cautelosa de los gobiernos actuales en torno al conflicto, si admitiéramos las versiones acomodadas que han explotado los arcaicos venenos, sin detenerse en señalar los desatinados intereses antiguos y contemporáneos en la región.

Las palabras o los conceptos de tribu y pueblo, mudaron a los de estado, nación o república, que aunque modernos no sirven de nada cuando se precisa comprender qué sigue fijando estos odios empecinados en un mutuo sacrificio. ¿Por qué cada vez más enmarañada la solución? Antes se hablaba de Yugoeslavia (serbios, croatas, eslovenos, montenegrinos y macedonios) cohabitando con minorías de turcos, valacos, gitanos, albanos, bosnios herzogovinos. Hoy la prensa se refiere a serbocroatas, kosovos, kosovo-eslovenos, serbo-albaneses, serbo-bosnios& Oímos de las masacres inflingidas por los croatas a los serbios, y reaccionamos indignados para luego enmudecer cuando sabemos de las abominaciones serbias en territorio croata, donde han tenido su morada y han engendrado hijos. Que la crueldad de unos nada tiene que envidiar a la de los otros es prueba inicial y aberrante de su parentezco.

En resumen es la gravedad de un fenómeno de desmembración humana nacida de una bastarda concepción de unidad, manejada por intereses monárquicos, imperialistas, nacionalistas, clericales imbricados en los recovecos del armazón psíquico de los individuos. Unificación ha sido el objetivo de monarcas y dictadores desde tiempos remotos en los Balcanes, y unificación suena, justamente después de tantos intentos bien o mal intencionados (algunos con relativo éxito como los 40 años de gobierno del Mariscal Tito, cuya eficaz enseña aparte de la creción de una Federación de Repúblicas Socialistas Yugoeslavas, fué su política de no-alineación) a clarín perpetuo de muerte. Los no menos graves problemas sociales, el desempleo, la vivienda, salud, transporte, servicios públicos y educación tan visibles a primera vista en la ciudad, parecen mantenerse en un segundo plano según la dudosa información de los medios.

Patria, religión, lengua y bienes materiales son las coordenadas en que se ubica la existencia de los seres humanos. Creer en ellos es tener una noción de identidad, de orientación, de destino en la tierra. La necesidad de autoridad con la necesidad de pertenencia justifican para la contundente mayoría, la noción de deber. En ello lo humano parece cifrar lo inmediatamente discernible del misterio de vivir, y a ello entrega su capacidad de devoción, como la de tener un dios para poder reconocerse. Pues cuando muchos se reunen creyendo en algo común, se crea una energía nada comparable con la riqueza material, sobre todo por su factibilidad de capitalización, que es lo que han hecho los dominadores internos (encarnados en Milosevich) y externos, para instaurar y generalizar la confusión: Creen en Dios pero no creen en El, decía uno de los poetas serbios. Quienes han escamoteado el afán de libertad y las luchas legítimas como el derecho a una patria y lengua y creencia, es decir hogar, suplantándolos por los conceptos de nacionalismo y limpieza étnica que no es nuevo- han sellado la cadena de venganzas.

Ya se sabe que cada país está conformado por diferentes países: clase privilegiada y clase media; el país campesino y el obrero; el país de los jóvenes, de los trabjadores de la cultura e intelectuales, etc. No todas las diferencias tendrían que concluir en divisiones, pero algunas sí desde luego, con consiguientes luchas. En Serbia además de éstas diferencias, existen los que quieren una patria que preserve en primer lugar la integridad humana y los que defienden a muerte la bandera, el escudo, el himno, el uniforme militar como símbolos de una casta superior.
El visitante en Belgrado no puede sino apreciar la belleza del paisaje: desde las ruinas donde se libró la batalla contra los turcos, se contempla el Danubio recibiendo en sus aguas las del río Sava y el valle extendiéndose hasta el confín; no puede sino admirar la imponente belleza de sus muchachos y muchachas, esperanzado en que lo revolucionario de juventud y belleza tenga la fuerza de oponerse a la impertérrita tara histórica de la pre-eminencia de razas, y que no sean proclives como sus padres y abuelos a la justificación de la guerra.



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