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17-Octubre-2003

 

Pedro Paredes y Christian Formos
Signo e imagen del extremo sur

 

escribe Juan Cameron

Los poetas Pedro Paredes, de Puerto Natales, y Christian Formoso, de Punta Arenas, entregan sus particulares visiones de un entorno donde el heroismo y la infamia se entrecruzan durante todo su transcurso. Paredes, con una visión panorámica, y Formoso, desde la reflexión en torno a los signos, aportan a la poesía con dos trabajos de reciente edición.

Hay dos formas inmediatas de recrear el entorno: desde la visión exteriorista donde el poeta compromete sus sentidos, o desde la reflexión íntima y más profunda que apunta hacia el sentido del precursor a quien el poeta le canta. La primera está determinada por lo geográfico; la segunda, por el significado. Este fenómeno se observa en dos poetas del extremo sur del país, en sus más recientes producciones.

La visión de Pedro Paredes se encuadra en lo inmediato del paisaje. Su Inscripción emocional del fiordo patagónico, editado en diciembre del 2002 por la Municipalidad de Puerto Natales, es un canto a cada fiordo, canal o ventisquero de aquella geografía extrema y desmesurada. Paredes, nacido en esa misma ciudad, en 1951, ha publicado con anterioridad El libro de las Beatrices (1997).

«Pedro Paredes inscribe este libro en la mejor tradición de la literatura patagónica: la de la mirada», nos indica el poeta Óscar Galindo en la contratapa del libro. Se trata más bien de un viaje a través del cual el poeta da cuenta de su emoción en cada una de sus páginas: Una sorpresa abrió lo que amamos/ y vino sobre nosotros tu tempolo/ extenso (en Canal Magdalena, página 143); Por aquí pasaron los exploradores/ conmovidos por tanta sangre de la eternidad/ sin consumirse (en Islas Desolación, página 229).

En esta expedición y en sus navegaciones hacia los distintos puntos de la rosa de los vientos, el autor describe y anota y, como un nuevo Antonio Pigafetta, se convierte en el cronista de esa intrincada zona de la poesía, tal vez emparentada con el Canto General, de Pablo Neruda. La intención no resulta peregrina, a juzgar por el tamaño del libro.

Inscripción emocional del fiordo patagónico está trabajado con cuidado y dedicación. Con casi 250 páginas y una medida de 18 x 25 cms. el libro viene ilustrado con una serie de fotografías a colores tomadas por un anónimo viajero de la embarcación Cabo Phillips, según cuenta el autor en sus Agradecimientos.

Frente a esta visión casi épica, el poeta Christian Formoso rehace el entorno a partir del individuo. La reciente publicación de Estaciones cercanas al sueño, a cargo de Ediciones Universidad de Magallanes, permite a Christian Formoso instalarse una vez más en el joven discurso nacional, como una de las voces más claras y consistentes del extremo sur del país. Nacido en Punta Arenas, en 1971, ha publicado La lengua de las mareas (1994), El odio o la ciudad invertida (1997), Los coros desterrados (2000), Memorial del padre miedo (2000) y ahora, junto con ésta, la segunda edición de Los coros.

El joven poeta puntarenense intenta aquí reconstruir la nación patagónica a través de sus restos: la sombra del individuo que ocupó y levantó su espacio a través de la suma de los días y de sus contingencias; de su epopeya diaria y circunstancial. El tiempo, sin embargo, olvida este héroe anónimo a cuyo cargo tuvo la construcción de una raza y de una nación distinta a la indicada por los mapas: Olvido, al olvido me dirijo/ mientras condena la luz/ a hablar una lengua que ofende.

Sus desconocidos aparecen de pronto como entre las calles del Cementerio de Punta Arenas; con sus nombres completos, su fotografía, un reloj con la hora de su muerte y algunos utensilios para el largo viaje iniciado. Los apellidos chilotes y croatas se entrecruzan; toda la historia nace de estos hechos diarios de navegantes, ovejeros, comerciantes, obreros, represores o sanguinarios terratenientes. Pero no es la épica gestión cuanto interesa al poeta; sino la más prosaica forma de hacerse la historia: a través del minimalismo del accionar humano. Así nos dice el poeta: La piedra arrastra la tierra/ corre un río en la esfera llena de sangre/ vara de caballos/ llena de agitación/ como en la remota oh circunstancia/ en que caen corazones/ en que hablan las llamas/ cuando el hambre se dobla.

Formoso descubre cosas; y como todo poeta con oficio, enuncia tal visión como el hecho más cotidiano y normal: Porque todo lo que amo/ lo amó una vez otro. Y es esa condición de simplicidad, ajena al dramatismo que el paisaje y su historia imponen, lo que lo engrandece en el discurso literario. La lectura de sus textos, en el reciente congreso de poetas La Espada Encendida, a comienzos de septiembre. en Punta Arenas, llamó la atención a varios poetas del país, quienes aún no conocían la totalidad de su trabajo.



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