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10-Octubre-2003

 

Det andra livet aparece en castellano
Kjell Espmark en el territorio innombrado

 

escribe Juan Cameron

Víctor Rojas, traductor del más reciente poemario de Kjell Epsmark, nos entrega esta obra a través de Simon Editor, de Jönköping, un sello creado por el mismo poeta y narrador colombiano, el cual ya ha entregado numerosos aportes de poesía sueca al castellano. Epsmark, crítico literario y miembro de la Academia Sueca, muestra en La otra vida, una serie de textos vinculados a la cuestión del lenguaje como único vínculo del individuo con la sociedad que lo determina.

Nuestra libertad está sujeta a la voluntad de los otros en el tejido social; la elección personal para tomar un camino u otro es impuesta, entonces, por quienes nos rodean. Y es más, al decidir por esa opción abandonamos la otra, aquella que tal vez nos hubiera proporcionado la felicidad, la paz, el goce. A esa vía desconocida y ya perdida se refiere Kjell Espmark en La otra vida; al recuento de ese deber ser ya dormido en el pasado e invisible en un presente al otro lado del espejo. Algunos poetas lo nombran como la otredad; otros lo culpan del fracaso en la literatura. Pero se trata de una cuestión de puro lenguaje.

Espmark lo formula Como estar al lado de un auto incinerado/ y ver su propio cuerpo inclinado sobre el timón, como la búsqueda de esa realidad distinta donde nunca antes hemos estado, porque La otra vida/ con los caminos que nunca recorrimos,/ debe haber existido siempre/ a la distancia de un brazo.

Y esa conciencia del haber sido la entendemos, sostiene el poeta, en tanto somos animales de lenguaje capaces de registrar ese sentir tanto como percibir los detalles exteriores de una situación cualquiera. Y eso ocurre en su poema El día que sepultamos a Foucault. Aunque tal código no nos permita acceder al de otros seres, si acaso éstos lo poseen: Los perros están atentos y escuchan/ un grito que se desplaza por encima del oído humano.

La manifestación de La otra vida -título y vínculo del libro- se manifiesta de varias maneras. Una de éstas es la realidad de la imagen, la pictórica, propuesta como un mundo distinto que bien puede ser el verdadero: una mujer en la pintura mira aquí de reojo/ y su mirada se hunde en la mía./ Sólo segundos nos separan.

Pero también se da en un tiempo diverso al «ahora» del texto. Cuando no es el espejo la superficie del nexo entre lo real y lo virtual, puede ser un papel, una nota, cualquier superficie. La relación entre quien escribe y quien lee no puede ocurrir al mismo tiempo: Tú que esperas mis líneas/ sabes ya tanto de mí (...) Tanto tienes para decirme/ a través de los garabatos de mi mano. Y esa relación es, por otro lado, tan cercana e inmediata como lo es el dibujo de la palabra y su concepto directo: Pero la escarcha subió por mi brazo./ Las palabras congeladas en el papel/ rechazaron su significado.

En su magnífico texto Recuerdo de familia, Espmark propone una variante más a este esquema. Y es que al mismo tiempo, aunque nos cueste aceptarlo, existen otras conciencias distintas a la nuestra. Hay un mundo no comprendido o no visto del cual no tenemos conciencia y que, para desgracia nuestra, no podemos modificar. Con exacto sentido semántico inicia este poema con el verso Cuando cesó la ciega guerra, cuyo adjetivo contiene la clave de esta fórmula. La anécdota es simple: la esposa de un condenado viaja a pie, desde la isla Rödön hasta Estocolmo, y obtiene la clemencia del rey. Al regresar a su pueblo, no puede cruzar el estrecho pues los barcos ya han zarpado, viendo -en el verso final- caer a lo lejos la cabeza de su marido. Es claro, esa otra vida, vedada a nuestros ojos, sólo podremos suponerla por las marcas buriladas con furia sobre la experiencia; y nada más.

Espmark no intuye, sabe de qué habla. Y sabe también que el signo -el único elemento de su humano lenguaje- no le basta para alcanzar ambas orillas (del río imposible que Derridá bautiza como «diferancia»). La posibilidad del símbolo es una suerte de solución porque Además recibe ayuda para descifrar el texto (...) el volumen marrón que contiene toda la sabiduría. Este volumen no es otro sino el Logos, el conocimiento, porque el mensaje de las cosas es muy débil (en Abuelo en la colina, noche otoñal).

Pero su oficio, concluye Epsmark, no es comprender el mundo, sino registrarlo para la comprensión de los otros, los mismos quienes determinan esa otra vida. Más que poeta, se trata de un eterno secretario que todo lo anota en un pequeño escrito/ como huellas de tropezantes hormigas en el papel./ Y todo recibe su acre significado/ en el gran Archivo sospechoso.

Del autor se ha dicho que es una suerte de poeta social, en el sentido de retratar la sociedad sueca. Eso es muy cierto; pero debemos agregar que en su poesía existe esa magia requerida para acceder a la comprensión inmediata y que su compromiso, porque éste es evidente, se manifiesta a través del lenguaje humano, ese que nos hace diferentes en nuestro entorno y, al menos por un breve momento, también eternos.

Kjell Epsmark nació en Strömsund, al norte de Suecia, en 1930. Es miembro de la Academia Sueca y ha sido crítico literario y profesor de Literatura en la Universidad de Estocolmo. Entre sus numerosas obras figuran la trilogía Tarde en Suecia (1968-1975), Intento de vida (1979), Anotación para Europa (1985) y la serie de novelas Tiempo de olvido, además de siete volúmenes acerca del modernismo lírico desde Baudelaire hasta nuestros días. Ha sido merecedor, entre otros, de los premios Carl Emil Englund y del periódico Svenska Dagbladet.



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