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03-Octubre-2003

 

El autorretrato del fotógrafo

 

Todo es un tema, pero no es suficiente verlo; uno tiene
que darle forma.
(Georg Oddner)


escribe Angela García

Siempre me he sentido fascinada por el rostro de las personas, no tanto el visible como el escondido, lo interior que se devela sólo en un trato constante, o a todo lo largo de una vida, o de una obra, o de un abandono, pues también las formas de abandono determinan rasgos en las facciones. Estoy persuadida que más que una denominación de carácter hay una apariencia física real que está siendo modificada por la trayectoria particular de cada quien en su fisonomía. No es lo mismo el rostro de un desconocido que el del amigo, el de un escritor no leído, que el de quien ha precedido nuestras obsesiones, un músico que no escuchamos, que aquel que descifra en notas nuestros estados de alma. Ese rostro hecho de relámpagos en medio de la brumosa cotidianidad, las facciones más allá de su cara. El ojo dentro del ojo. La intencionalidad secreta, la fuerza de trascendencia, obstinación y constancia, que constituyen una permanencia o dicho de otra manera, el aura de una persona. Quizás es esto lo que un buen fotógrafo logra capturar con la rapidez excepcional de su atributo ocular, o con su insistencia en alguna determinada visión.

La exposición de fotografía de Georg Oddner en dos importantes salas de Malmö (la sala de arte y el museo) vuelve a recrear esta fascinación. Quizás deba decir que le dan una metáfora justa. La foto es el resultado de varios sucesos simples: el sensible -la imagen impregna al ojo-; el mecánico el lente focaliza, ajusta-, y luego la operación química en el cuarto oscuro. En esta obligada serie de actos se calca un afán contemplativo. A través de una amplia diversidad, Oddner nos hace oír el silencio en sus fotos, apreciar el disfrute de una soledad luminosa, descubrir el movimiento de lo inerte, mientras nos devela su propio rostro.

Por ejemplo en Ventanas de España, vemos diferentes personas asomadas a la ventana, ¿no son ellos espejo de la mirada del fotográfo desde su ventana móvil? No para el clásico efecto de galería (el espejo que reproduce la imagen del espejo, que reproduce la imagen del espejo) sino la reflexión inmediata, el primer plano directo, el protagonista es el observador observado, mientras que el observador original permanece omniciente.

Lejos está la disputa que tanto abatió a los fotógrafos de mediados de siglo pasado, el arte de la fotografía o la fotografía del arte, cuando se defendían del carácter utilitario de la fotografia o del tipismo el pintorrequismo, el paisajismo, lo que llamaron en fin servilismo con la pintura. Y desde otro punto de vista aquella censura contra la que se rebeló Man Ray cuando afirmaba&yo conservé mi visión de pintor a tal punto que me han acusado de querer devolver a la fotografía la semejanza de un cuadro Tales dudas no aparecen en el trabajo de Oddner, ahí están con libertad propia, modos e intensiones: la fotografía creativa, científica (serie de frutas y hojas secas), documental-histórica, píctorica. Reflexión y descubrimiento del mundo y el hombre a lo largo de su reiteración en la gente, el tiempo; esteticimo en la seducción por la simetría, por la parte y el todo (serie del resumidero, serie de fragmentos de estructura). Ahí lo conceptual y lo figurativo. La obsesión del pintor, el gozo de los objetos, buscando el cometido de buena parte de fotógrafos de la primera mitad del siglo pasado, en Europa, encontrar en cada objeto un sentido nuevo: hacer de la materia un milagro, descubrir el objeto desconocido en lo conocido, hacerlo protagonista, para conseguir ver lo que no vemos por familiar.

Oddner nos ofrece un recorrido pleno de hallazgos: No sólo pasajes y escenas típicamente humanas. pueblos y ciudades remotas, los gestos en el amor, el trabajo, el descanso, en el transcurso del tiempo, los ademanes propios del cansancio o la desesperanza: el vendedor de flores, con la cabeza hundida y la canasta de flores a punto de caer; la niña de mejillas sucias y la canasta de frutas; las manos y su universo de significados, el cuerpo, su potencia o su debilidad. Pero también la ternura de la piedra con sus grietas, fértiles humedades donde brilla la hierba; la serena indolencia dulcificada por el musgo o la sombra entre bordes pétreos que parecen rozarse milenariamente. La visión hierática del silencio y la luz, cortinas de sol, sillas de sol-, (aquí el pintor-fotógrafo, usando bien el carboncillo pausado de la sombra o bien la punta fina del sol).

¿Objetividad de la fotografía? ¿Desmitificación o mistificación? ¿Qué ocurre en realidad en la elección del fotógrafo cuando ha erigido personajes, allí tras la ventana, tras la cortina, en el andén; cuando ha rescatado la verosimilitud de lo invisible? Es la metáfora de la que hablaba al comienzo, el auto-retrato del cazador de lo furtivo que sin pretenderlo nos permite conocerlo. En estas dos exposiciones simultáneas un hombre se revela mostrando al espectador parte del alma de un siglo y visiones de la misteriosa realidad y la concreta irrealidad de lo que nos rodea.

George Oddner
Malmö Konsthall.
13 de septiembre-2 de noviembre.
Kommendanthuset.
13 de septiembre-15 de febrero.



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