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03-Octubre-2003

 

Hércules en la Casa Blanca

 

escribe Cándido

Cuenta la mitología griega que Augías, rey de Élida, tenía los establos tan sucios que cuando le encargaron a Hércules su limpieza tuvo que desviar el curso del río Alfeo para poder cumplir su tarea. Haría falta que los ciudadanos de Estados Unidos se convirtieran en una multitud de Hércules para limpiar su país de la mafia que fraudulentamente se instaló en el gobierno poniendo a George Walker Bush en la silla presidencial.

El reciente -y no el primero ni el último- escándalo de la espía de la CIA quemada por la pandilla de Bush para vengarse de su marido, el ex-diplomático Joseph Wilson, no tiene desperdicio. Este diplomático informó, cuando se preparaba la agresión contra Irak, que no había ninguna prueba de que Saddam Hussein hubiera comprado uranio en un país africano para fabricar bombas atómicas. Con lo que invalidaba el principal argumento utilizado por Bush y su mayor compinche en el exterior el mentiroso Tony Blair, para aterrorizar a sus respectivos ciudadanos y convencer a la comunidad internacional de la necesidad de la guerra.

En este ajuste de cuentas en que viven permanentemente el gobierno y los servicios de seguridad e inteligencia de Estados Unidos están envueltos además de Bush, individuos de la calaña del ministro de Justicia, John Ashcroft, el vicepresidente Dick Cheney, seguramente, en su condición de principal asesora del presidente, Condolezza Rice y quién sabe cuantos más. Los demócratas, que no se diferencian demasiado del gobierno actual, pero que no son tan tontos como para -en plena campaña de las presidenciales del año próximo- dejar de patear esa pelota servida en bandeja en el área del portero rival, han exigido una investigación a fondo del asunto. Y aunque la experiencia indica, es la forma de no aclarar nunca nada, podría en este caso, en razón de los intereses de poder en juego, terminar en otro Watergate.

El escándalo le llega al Cesar de bolsillo en momentos en que su estrategia del terror con la que ha mantenido anestesiado intelectualmente a sus pobres ciudadanos, empieza a dejar de tener efecto. Cuando la carne de cañón, negros, hispanos y centroamericanos reclutados por el servidor imperial José María Aznar, siguen dejando los huesos en Irak y Afganistán en la misión imposible de imponer la democracia made in USA a las distintas corrientes ideológicas y religiosas de Irak y en la tierra de los talibán. Cuando los 3 millones de parados y nuevos pobres que el modelo de Bush, ofrecido y propagandeado como la panacea incluso para países como Suecia, empieza a generar un explicable malestar social en aumento que no tardará en estallar. Sobre todo cuando se conoce, de las propias fuentes americanas que ha aumentado durante la actual Administración el número de los que cuentan su fortuna no ya en millones de dólares sino en billones. Y por último, aunque muy lejos de ser lo último, el anhelado y anunciado repunte de la economía, es como un fantasma que cuando se cree apresarlo, se esfuma a la vuelta de la esquina. Que una potencia con tal poder de destrucción esté dirigida por una pandilla de mafiosos, no es para alegrarse por más antiamericano que uno sea. La fetidez de sus establos alcanza al mundo entero. Cada día se confirma la afirmación de Chomsky aunque más que el primer Estado terrorista es el primer Estado mafioso del mundo. Bin Laden no necesita más pilotos suicidas, que siempre cobran víctimas inocentes. Desde alguna gruta de Afganistán puede sentarse a esperar a ver pasar el cadáver de un imperio que morirá por sus propios medios.



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