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Uruguay perdió su principal filósofo |
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escribe Ignacio Cirio «No me gustan las misas de cuerpo presente» era el latiguillo del filósofo, Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, historiador de las ideas, periodista y ensayista Arturo Ardao (Lavalleja, 1912) para eludir la lluvia permanente de invitaciones a homenajes por parte de asociaciones de pensadores, conglomerados de sus miles de discípulos o las docenas de instituciones por las que pasó y a las cuales marcó de la original luz intelectual con que abordaba los más disímiles tópicos. «Ardao ya fue», reiteraba cuando el convite venía en manos de alguien más próximo. Sin embargo, quien fuera declarado Doctor Honoris causa de la Universidad de la República -y otro tanto en varias casas de estudio latinoamericanas- no pudo evitar la congoja que se extendió dentro y fuera de fronteras cuando se conoció su deceso. Desde hacía casi una veintena de días, Ardao se hallaba internado con una dolencia pulmonar, pero este cronista supo por un testigo directo de ese período que el autor de «Positivismo y Espiritualismo en Uruguay» -obra en que sorprendía a los batllistas inscribiendo esta ideología en la segunda categoría y extrayéndola, como era creencia generalizada hasta el momento, de la primera- siguió escribiendo durante su enclaustramiento médico. Ladero y cómplice fundamental del Dr.Carlos Quijano, Ardao lo acompañó en dos campañas con singularidades y riesgos propios: en la década del 30 resistiendo en conspiraciones -y hasta apareciendo en las listas de algún grupo de resistencia armada- al régimen dictatorial del colorado Gabriel Terra; pisando la del 40 su trinchera fue periodística y el producto fue Marcha, cuyas páginas siguieron contando con reflexiones bajo la firma de Ardao incluso en su versión de «Cuadernos» durante varios lustros después de fallecido su fundador y hasta su cierre definitivo. No es excesivo afirmar aquí, con la rapidez que necesariamente implica una crónica sobre el hecho fresco, que todos quienes trabajaron en temas de la cultura y el pensamiento uruguayo se sentían deudos en alguna medida de Ardao. Sin embargo, algunas de sus obras principales, como «Espacio e Inteligencia» sólo fueron alumbradas en forma de libro por editoriales extranjeras, producto además del renombre ganado por el filósofo fuera de fronteras, con especial hincapié en su período de fecundo exilio en la Universidad Central de Caracas, Venezuela. En el breve homenaje rendido el martes 23 en el Paraninfo de la Universidad, muchos de sus ex alumnos se hicieron presentes, convertidos en catedráticos, investigadores de la cultura. El gobierno, y más ampliamente el mundo político, estuvo escasamente representado en la despedida al pensador más aquilatado nacido en estas tierras. En tanto, el rector Rafael Guarga recordó en sus palabras que «Ardao fue hasta la última hora uno de los hijos más eminentes que ha dado el país, ante todo un uruguayo por vocación y a partir de esa vocación fundamental una referencia imprescindible en todos los ámbitos que registraran su producción y su presencia». El titular universitario asignó a Ardao la autoría «del conocimiento más exigente en varias disciplinas» agregando que «ninguna dignidad universitaria le fue ajena». Al mencionar sus tareas de «retiro», Guarga destacó su «defensa a brazo partido de la Universidad de la República ante lo que él calificaba de reprobables intrusiones». Añadió que «en esta empresa concentró gran parte de sus postreros empeños (porque) nadie encarnó y vivió tan diáfanamente aquel memorable titular volcado en la página del semanario Marcha según el cual la Universidad es el país». También el Dr. Alfredo Elizaicín, decano de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) leyó un emotivo obituario de Ardao señalando que «pocos como él ayudaron a desentrañar en su historia, sus identidades y sus contradicciones (de Latinoamérica)». «Aunque en los últimos años su presencia física nos era escasa y reticente, sabíamos que allí estaba, al otro lado de la línea telefónica para poder conversar con él, solicitarle un parecer, pedirle una opinión. Ya no habrá más eso y de ahí el vacío que su partida nos produce», remató el decano. Homenajes Recibió muchos aunque todos quienes lo quisieron y aquellos que lo aquilataron a la distancia coinciden en que no han sido suficientes. Valga anotar los más recientes. En octubre de 2002 el Senado lo contó, abrumado por los elogios, en su barra y varios legisladores enfocaron su carrera. La Cámara alta decidió entre otras cosas editar su bibliografía íntegra, lo cual no se ha cumplido ni siquiera en el (económico) formato digital. Asimismo, hace dos semanas la Cámara Uruguaya del Libro, en el marco de la Feria Internacional, le otorgó el premio Bartolomé Hidalgo a su «trayectoria». El Director Nacional de Cultura, Prof. Agustín Courtoisie, quien fuera el único representante del Poder Ejecutivo en los sobrios actos de homenaje efectuados en el Paraninfo de la Universidad y en el Cementerio del Buceo, dijo que «el Ministerio va a dejar pasar unas horas y luego sin duda vamos a organizar un homenaje». Explicó además que la menguada representación oficial respondió a que el titular de Cultura, Leonardo Guzmán, se encuentra en el extranjero. Sí abundaron sus admiradores intelectuales, en su mayoría longevos universitarios, filósofos y docentes. El Arq. Mariano Arana recordó que uno de sus primos hermanos -Pedro Arana Iñíguez- batalló junto a Ardao en la resistencia antiterrista y que conoció al filósofo, siendo un niño, en el velatorio del primero, desaparecido apenas restablecida la democracia. Lo frecuentaría luego en Marcha, publicación que marcó varias generaciones de intelectuales uruguayos. Una generación que recuerda Los sobrevivientes de esa camada de «doctores» que posteriormente incursionaron en un amplio espectro de disciplinas humanistas se hicieron presentes ayer en el discreto ritual de despedida al maestro, junto a su familia. Manejando el punto de equilibrio entre el interés y la indiscreción, los de generaciones posteriores podían escuchar ayer, tanto en el Paraninfo como en el Cementerio del Buceo, relatos de un Ardao esquivo a los homenajes, gustador de las tertulias de mediodía entre leguleyos y filósofos en la Ciudad Vieja de los tempranos 50. Visiblemente emocionado, el Dr. José Claudio Williman recordó que Ardao recibió el doctorado honorífico de manos de tres ex alumnos en carácter de decanos de distintas facultades. Por su parte, el ex diputado José Díaz aportó un dato sorprendente: en sus giras parlamentarias por la lejana localidad de Pirarajá, en Lavalleja, reencontró a familiares directos de Ardao, que siguen afincados en la campaña escenario de los primeros años del filósofo. El hoy jubilado Inspector Nacional de Filosofía de Enseñanza Secundaria, Mauricio Langón, comentó por su parte que Ardao específicamente se negaba en todas sus (por cierto escasas) entrevistas a dejar sentadas «bases» o «consejos» para el pensamiento futuro; «quién soy yo para decirle a los jóvenes lo que tienen que pensar», decía el mismo autor de todo un edificio conceptual, ineludible para quien pretenda profundizar en la historia de la cultura. Langón, que lo frecuentó en su cátedra de Historia de las Ideas de la Facultad de Derecho y posteriormente en su casa inundada de reconocimientos y borradores recordó «su antimperialismo»en la posguerra mundial. «Murió mi hermano mayor» comentó a este diario otro de los lugartenientes de Ardao, el antropólogo Daniel Vidart y sintetizó el método didáctico del desaparecido pensador gráficamente: «de lo que hablaba, se iluminaba». Una veintena de trabajos publicados, además de un fárrago de artículos periodísticos aún por compilar, constituyen una herencia que amenaza con seguir iluminando el pensar uruguayo. O como dice el propio Langón, por encima de esa montaña de aportes que llevan la marca del filósofo «lo más importante de Ardao está en el futuro». ¿Omisión de asistencia? La muerte del filósofo Arturo Ardao, si bien llorada al unísono por quienes lo conocieron, en especial la legión que conforman sus ex alumnos, cuenta con un ribete trágico que no merece quedar sepultado bajo opiniones sobre «buen gusto». Según se pudo saber -la versión, además circulaba sonora en las breves horas en que discurriera el velatorio del nonagenario pensador uruguayo- Ardao fue internado aquejado de una neumonía el pasado 5 de setiembre en las instalaciones del Centro Asistencial del Sindicato Médico de Uruguay (CASMU). Sin embargo, en ese momento no había camas disponibles en el Sanatorio Nº1 de Arenal Grande y Colonia y el filósofo fue instalado provisoriamente en una camilla común y corriente, aunque permaneció más de 24 horas con la ropa de calle con la que sus familiares lo habían trasladado una vez que su mal se incrementó. El hecho de que la camilla no contara con baranda de seguridad determinó que Ardao realizara una maniobra incorrecta y sufriera una dura caída, lo cual motivó una intervención quirúrgica que se describe como leve. De allí el filósofo fue trasladad hasta el CASMU Nº4 de 8 de Octubre y Abreu y posteriormente ingresado en un pabellón de terapia intensiva. Aunque nadie la semana pasada constaba con certezas médicas que lo demostraran rigurosamente, muchos de los allegados al maestro consideraban que el infausto accidente fue el primer paso en la desestabilización que motivó el abrupto agravamiento de la salud de Ardao y su posterior fallecimiento. |
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