En 1998 el chileno Jaime Carrizo Checura participó en el Concurso Escandinavo de Literatura para latinoamericanos residentes, obteniendo sus textos poéticos por parte del jurado un destacado reconocimiento con su poemario Ausencia vestida de soledad. Este concurso que logró la participación de un importante número de poetas y cuentistas, tuvo lugar en Oslo por iniciativa del poeta Alfonso Freire y la Casa Cultural Chilena. En el mismo fueron premiados además, los poetas chilenos Harold Durand y Yanina A.López Bermúdez, y el colombiano Víctor Rojas. Carrizo quien reside en Norrköping desde 1977 es profesor y músico. Comenzó escribiendo canciones y música que reunió en el libro Espinel de luz (1997) inspirado en el norte chileno y Transmigraciones (1998). Su más conocida canción El reloj de mi desierto data de 1968 siendo conocida fuera de fronteras, éxito que lo alienta en su momento a seguir escribiendo. Próximamente aparecerá en Chile un nuevo poemario suyo con el título de Hacia la opaca fragilidad del crepúsculo. Al cumplirse 30 años del golpe militar en Chile, Liberación adelanta a sus lectores algunos poemas del nuevo libro de Jaime Carrizo.
Hay quienes disparan abriendo sus dos ojos;
algunos disparan cerrando un ojo.
hay otros que disparan a ciegas.
Hacia la opaca fragilidad
del crepúsculo
La primavera ardió en septiembre
cuando la barbarie desmembró con su insolencia
los andamios de un sueño;
el honor inmoló su fruto en la traición
cuando abortó el despojo, la mentira,
la descarga brutal.
La calle aceptó apenas el perfil de la silueta
cuando la noche acató en silencio su arresto;
la brutalidad multiplicó las luces verdes
y en rechinar de fierros y de espanto
el bramido bélico multiplicó su eco diabólico.
El quejido, enmudeció veredas
entre ladridos de perro hambriento
y rechinar de metralla;
la esquina atestando temor
ocultaba la audacia de la luz.
En el umbral del viento,
la pisada en la sombra
enredaba impotente escozor,
la duda.
Cuando el espanto levitaba en la zozobra,
las aves cansadas de aletear,
retornaban enzarcidas de ansiedad,
hacia la opaca fragilidad del crepúsculo,
donde el hombre también
buscaba su refugio.
Los hornos de Lonquén
La luna,
encaramada en pedestal de viento
iluminaba el silencio del claustro mortal;
en ira incontenida,
el cielo empuñó su machete de nube
cuando el rescoldo humano
espigó su lumbre en torrente.
La fosa abría su fauce
de ladrillos calcinados
cuando el llanto,
desperdigando gemidos de impotencia
esculpía los hornos de Lonquén.
La bestialidad ocultaba en el Gólgota
su rostro dolomita.
Condena
La fiera,
antes de caer
mordió su rabia
y su bigote altanero;
y echando humo
por su exhuberante nariz,
exigió justicia y privilegios
que los interlocutores no entendieron.
Después,
imploró la Ley de la selva
y esa otra que reza :
Ojo por ojo...
Un niño,
dibujando una hiena
lo condenó.
Chacabuco
Campo de Concentración
Chacabuco, me reencuentra
en apóstrofe de viento;
bendito el sol con su mano lumbre
y su vehemencia transparente de puna,
acariciando mi vertiente peregrina,
señalándome caminos sigilosos de cerros,
transmutándome su paso fugaz.
Desnudo el portalón,
desmedrado su cierre,
enfardado el dolor y la verdad
evocan la memoria destemplada,
mostrándome la abertura mágica del tiempo.
Viajemos al pasado y su congoja;
detengamos el tiempo,
la complejidad del sol y su ripiar de luz;
ruedas de carretas enmarcando surcos,
látigo torturador de las mulas,
desgarrando filigranas en la aurora;
la mordida telúrica del viento
en su transparencia sudorosa.
La soledad,
levitando presencia en la pampa,
cristaliza el salitre masacrado;
el barreno bruñe rebeldía
y dolor telúrico.
Odio, humillación y vigilia;
el gesto clandestino, el golpe artero
mascullando el sueño redimido.
Entre dolor y gesto persuadido,
el caliche moreno triza nívea la pampa
y la florece;
el azul, condena la mirada alzada
y el cobre oxida su color en la vergüenza.
¿Cuántos colores tiene una traición ?
La violencia, vestida de arrogancia
alambra el murmullo y condena la palabra,
libera la bestialidad,
la desesperanza,
sublima la prepotencia en pleno,
refrendando la negación del sueño.
¡ Cómo me duele Chacabuco !
su cansancio senil subyugado a la sombra;
sus parajes sin destinos ni esquinas
arrinconando su dolor enmaderado
al pestillo ávido que cierra su silencio.
¿ Por qué la historia
sigue sosteniendo a Chacabuco
en vértice de adobe ?
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