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Noam Chomsky: |
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escriben Jim Cason y David Brooks. Washington y Nueva York. Nada ilustra mejor cómo funciona la Organización Mundial de Comercio (OMC) que las iniciativas promovidas por EE.UU para eliminar barreras comerciales y proteger la propiedad intelectual, dice Noam Chomsky, y subraya: si estas propuestas se hubieran aplicado durante los últimos 200 años, entonces los poderes industriales y comerciales del mundo hoy probablemente serían India y China. En entrevista con el diario mexicano La Jornada, el reconocido lingüista y profesor del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT, por sus siglas en inglés) explicó que los británicos protegieron sus industrias y emplearon tecnologías esencialmente robadas de India para desarrollar su imperio; más tarde, EE.UU también usó aranceles para cubrir a sus nacientes industrias y pirateó tecnología de los ingleses para desarrollar la economía más rica del mundo. Alemania, Francia y Japón, y más recientemente los tigres asiáticos, hicieron lo mismo: el proteccionismo fue un elemento crucial, casi sin excepción, en el desarrollo todos los modelos más exitosos del primer mundo, asegura Chomsky. Ahora los países avanzados intentan evitar que otros utilicen estas mismas estrategias para desarrollar sus economías. Las reglas son principalmente para los débiles; los ricos hacen más o menos lo que se les antoje, indica el intelectual estadunidense. Para entender la reunión ministerial de la OMC en Cancún, señala, se necesita comprender un punto fundamental: no es una reunión para promover el desarrollo y el crecimiento económico, sino se trata de un pequeño grupo de elites mundiales que forman parte de un gobierno mundial de facto. En el papel, dice Chomsky, el encuentro de la OMC en Cancún se presenta como una reunión de ministros gubernamentales de los 146 países miembros, pero en realidad la agenda se establece y el poder queda concentrado en manos de un grupo muy reducido. Es cierto que participarán muchos otros gobiernos, pero su poder es extremadamente limitado. El poder real, agregó, está en lo que durante años la prensa de negocios ha caracterizado, con cierta ironía, como el gobierno mundial de facto. En cierta medida se trata de EE.UU y sus aliados junto con las principales empresas multinacionales, las instituciones financieras internacionales y otros que forman esa especie de gobierno mundial, insistió. Para este poderoso grupo, la OMC funciona razonablemente bien desde el punto de vista de la gente que la construyó y la sostiene, dijo. Este sistema está diseñado para imponer políticas que obligan a la mayoría de países a aceptar reglas sobre propiedad intelectual y protección de inversión extranjera y a garantizar el libre flujo del comercio, mientras permite que los países más ricos y las empresas trasnacionales puedan obviar estas mismas reglas y hacer lo que más les conviene, señaló Chomsky. Abundó que EE.UU y Europa desean que los países en desarrollo eliminen aranceles sobre importaciones agrarias, mientras a los ricos se les permite subsidiar sus sectores agrarios. Los países ricos han desarrollado todo tipo de formas de evadir las reglas de la OMC, afirmó Chomsky. Para los poderosos, aceptar estas reglas es opcional. Si no lo desean, no lo harán. En este sistema no cabe duda de que EE.UU es el jugador dominante. Para ilustrar su argumento, indicó que hace unos años la Unión Europea presentó un caso ante la OMC quejándose del embargo estadunidense contra Cuba, y en particular de los aspectos de ese embargo que permiten imponer penas al comercio de terceros países con la isla. No hay duda de que la OMC tendría que haber fallado a favor de la Unión Europea, ya que se trata de una clara violación a las reglas de la organización, apuntó. Pero EE.UU simplemente informó a la OMC que es una política estadunidense que parte desde 1959 y está destinada a derrocar al régimen en Cuba -argumento claro y preciso- y que ninguna potencia extranjera tiene el derecho de interferir con la política estadunidense. Al final EE.UU declaró que su bloqueo contra Cuba era un asunto de seguridad nacional y simplemente rehusó participar en los debates en la OMC, hasta que la Unión Europea abandonó su protesta. Para Chomsky el caso más extremo de estas maniobras para imponer reglas a todos los demás, menos a los encargados del modelo, son las propuestas para la protección de la propiedad intelectual, conocidas dentro de la OMC como TRIPS. Estas propuestas obligan a los países en desarrollo a respetar las patentes desarrolladas en EE.UU y otros países avanzados para la mayoría de las medicinas, procesos industriales y alta tecnología, y son claves para mantener el llamado libre mercado bajo control de los integrantes del gobierno mundial de facto. Los países avanzados, agrega, hacen todo lo posible por evitar que países atrasados hagan lo mismo que ellos hicieron para llegar a ser primer mundo. Esto es lo que se llama en la literatura especializada tirar la escalera de una patada. Primero uno sube por la escalera, y después la arroja para asegurar que nadie más pueda subir, explicó. Nadie puede creer seriamente que las políticas promovidas por la OMC han generado desarrollo y crecimiento económico, subrayó Chomsky. El periodo neoliberal, que empezó en 1970, se ha asociado con tasas considerablemente más bajas de éxito macroeconómico en crecimiento per cápita e inversión en comparación con los periodos inmediatamente anteriores. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es otro ejemplo de que estas políticas neoliberales no han producido lo que prometían sus promotores, añadió el analista. Los efectos del TLCAN han provocado una continua reducción de sueldos y hasta de beneficios desde los años 80. Por otro lado, las elites mexicanas se han beneficiado y los inversionistas estadunidenses han recibido beneficios enormes. El profesor de MIT argumenta que las estadísticas que se muestran para ilustrar un gran crecimiento en el intercambio comercial entre los países del TLCAN son, en el mejor de los casos, exageraciones. Los cálculos son que dos terceras partes de lo que se le llama comercio entre EE.UU y México en realidad son traslados de la misma empresa. Es lo mismo que si General Motors traslada sus autopartes de Indiana a Illinois y luego las regresa. A la vez que EE.UU y México liberaban el flujo de capital a través de su frontera común, también adoptaron medidas para asegurar que no hubiera un flujo libre de personas. De hecho, destacó Chomsky, EE.UU empezó a aplicar controles más extensos a la migración, como la famosa operación Portero, el mismo año en que entró en vigor el acuerdo comercial. Sabían que los efectos del TLCAN probablemente serían un desastre de tal magnitud para México, que tendrían que militarizar la frontera. Esto es exactamente lo opuesto al principio del libre comercio; Adam Smith se revolcaría en su tumba. Las consecuencias de estas políticas neoliberales también han sido negativas para los trabajadores estadunidenses. Aun después del auge económico de fines de los años 90, para 2000 los sueldos reales de los trabajadores masculinos -la mayoría de la fuerza de trabajo- no se habían recuperado a su nivel de 1979. Fue un periodo de un tremendo estancamiento económico, explicó Chomsky. Al mismo tiempo la productividad creció 50 %. Todo esto simplemente significa que los beneficios de cualquier crecimiento se trasladaron al capital, no al trabajador. Esto ha llevado a una tremenda desigualdad, que llega ahora cerca de niveles récord latinoamericanos. Chomsky señaló que los beneficios y servicios sociales se desmoronan en EE.UU y en otros países ya se han derrumbado por completo. Los mecanismos que se han instaurado no pueden justificarse sobre una premisa económica. Sin embargo, han sido muy exitosos para los intereses de quienes los han promovido, concluyó. |
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