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15-Agosto-2003

 

EE.UU, el MERCOSUR y la Triple Frontera
El Acuífero Guaraní en la mira de Bush

 

La escasez de agua dulce es el principio rector de un gran negocio: represas, canales de irrigación, tecnologías de purificación y de desalinización, sistemas de alcantarillado y tratamientos de aguas residuales y ciertamente, según los datos del Instituto Polaris de Canadá, el embotellamiento del agua, un negocio que supera en ganancias a la industria farmacéutica.

Persistentemente los EE.UU presionan en Buenos Aires, Brasilia y Asunción, para que haya mayor control en la zona de la «Triple Frontera» por el supuesto que allí descansan «células dormidas» del terrorismo o que sirve para el lavado de dinero con que financiarlas.

Hay otras opiniones más llamativas, como la que fórmula el Centro de Militares para la Democracia (Cemida) que llegó a una preocupante conclusión de que el objetivo real es «el control del Sistema Acuífero Guaraní (SAG), un verdadero océano de agua potable subterráneo que tiene allí su principal punto de recarga», dijo a Zona, suplemento del diario Clarín, el presidente del Cemida, coronel (r) Horacio Ballester.

La investigadora mexicana Ana Esther Ceceña afirma en su libro «La guerra infinita, hegemonía y terror mundial» que «la Triple Frontera funciona como llave de acceso político y militar a la región amazónica; es una frontera que comunica a dos de los países mas importantes de América del Sur y está en un lugar rico en biodiversidad (...) y con mucha agua que puede ser una buena fuente de energía eléctrica».

Al Acuífero se lo llama también el Gigante del Mercosur porque este inmenso reservorio de agua pura se extiende desde el pantanal en el noroeste de Brasil, ocupa parte de Paraguay y Uruguay y llega hasta la pampa argentina. Una fortuna.

Incluso hay quienes creen que, a enormes profundidades, el Acuífero está conectado con los lagos patagónicos. El volumen explotable hoy es de 40 a 80 kilómetros cúbicos por año, una cifra equivalente a 4 veces la demanda total anual de la Argentina. Pero se potencia algebraicamente con las reservas.

En Brasil también desconfían. Marco Aurelio García, brazo derecho del presidente Lula en temas internacionales, dijo a Zona sobre la Triple Frontera: «Periódicamente se busca crear un clima de histeria ¿Por qué tanta insistencia?».

Pero las sospechas del Cemida no solo apuntan al riesgo de una ocupación militar del ejército norteamericano en la Triple Frontera («justificado con falsas denuncias de terrorismo», otro paralelo con Irak, donde supuestamente había armas de destrucción masiva que nunca se hallaron) sino a otro plan. «EE.UU puso al BM (Banco Mundial) y a la OEA al frente de un proyecto que busca detectar la magnitud del recurso, asegurarse su uso de manera sustentable, evitar la contaminación y mantener un control permanente hasta cuando lo considere conveniente. Se destinaron para este plan 26.760.000 dólares», dicen.

¿Guerra por el agua?

«Esto era investigado por universidades argentinas, brasileñas y una uruguaya», continuó Ballester. «Pero en 1997 los cuatro gobiernos del Mercosur aceptaron un proyecto donde el Global Enviroment Facility (Protección del Medioambiente Global, GEF en inglés), la OEA y el Banco Mundial gerenciaban la investigación. Cuenta con el apoyo financiero de Vigilancia Geológica Germana (BGR) y el programa Asociado del Agua de los Países Bajos (Bnwpp). ¿Qué interés tienen los norteamericanos, alemanes y holandeses en el acuífero?», se pregunta Ballester.

De esa duda habla el geólogo brasileño Luiz Amore, secretario general del proyecto:. «Nuestras universidades no tienen ni el dinero ni la tecnología para realizar estos estudios», dijo en una entrevista a Zona desde Montevideo, donde está la sede del «Proyecto para la protección ambiental y el desarrollo sustentable del Sistema Acuífero Guaraní».
Hay opiniones alarmistas: que el Norte industrializado tiene en la mira el agua dulce, que puede ser un recurso de escasez. «Las guerras del siglo XXI serán por el agua» dijo Ismael Serageldin, ex directivo de la Sociedad Mundial del Agua, una alianza de corporaciones internacionales dedicadas a ese negocio y a impulsar la privatización del servicio público del agua en distintos países. Serageldin fue también ex vicepresidente del Banco Mundial, otra entidad muy vinculada a la privatización del agua, con prácticas, a veces, non sanctas, como pasó con Aguas Argentinas.

No bien empezado el siglo XXI, el temor creció y se hizo claro: si la ONU profetiza que en 2025 la demanda de agua potable será el 56% más que el suministro, quienes tengan esos recursos podrían ser blanco de un saqueo forzado. En ese contexto, de todos los escenarios posibles, los especialistas eligen dos. Uno, la apropiación territorial a través de compras de tierras con recursos naturales, ante la adquisición de extensas zonas en la Patagonia. O a futuro y en la peor de las circunstancias no se descarta una invasión militar (¿apuntaría a eso la frase de Serageldin?). Esta hipótesis traza un paralelo con la última guerra en Irak y la actual apropiación de las grandes petroleras estadounidenses de la riqueza iraquí.

Norman Mailer:
«Irak es petróleo y agua»

El escritor norteamericano Norman Mailer agregó algo mas: «La administración de George W.Bush no fue sólo a Irak por su petróleo sino por el Eufrates y el Tigris, dos ríos caudalosos en una de las zonas mas áridas del planeta».

El segundo escenario ya está en marcha: es la privatización del agua. En los últimos 10 años las grandes corporaciones, llamados también los «barones del agua», han pasado a controlarla en gran parte del mundo y se calcula que, en 15 años, unas pocas empresas privadas tendrán el control monopólico de casi el 75% de ese recurso vital para todos.

La escasez de agua dulce es el principio rector de ese gran negocio: represas, canales de irrigación, tecnologías de purificación y de desalinización, sistemas de alcantarillado y tratamientos de aguas residuales y ciertamente, según los datos del Instituto Polaris de Canadá, el embotellamiento del agua, un negocio que supera en ganancias a la industria farmacéutica.

De la privatización del agua (una vía sigilosa de control del recurso) en los 90, el de Argentina fue un caso modelo. Obras Sanitarias de la Nación era una empresa de 554 millones de dólares de ingreso anual que funcionaba bien (el año anterior a ser privatizada había tenido superávit). Sin embargo por presión del Banco Mundial se dio en concesión por 30 años gratis. La experiencia de la privatización es escandalosa para los expertos. Las tarifas y dividendos han sido generosos y las inversiones, bajas.
Este segundo escenario está jugando actualmente su batalla mas decisiva. El campo de lucha son la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el ALCA como extensión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta). La pugna es entre quienes creen que el agua debe ser considerada un commodity o bien comerciable (como el trigo o el café) y quienes dicen que es un bien social relacionado con el derecho a la vida. Los alcances de la soberanía nacional y las herramientas legales son también parte del combate.

El caso de la Columbia Británica (Canadá) puede ser, en ese sentido, paradigmático. Cuando por razones de Estado el gobierno canadiense suspendió la exportación de agua en gran tonelaje desde esa zona hacia la sedienta California, la compañía Sun Belt Inc. (de Santa Bárbara, EE.UU) demandó a Canadá amparada en una de las cláusulas del Nafta.



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