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01-Agosto-2003

 

Procesión de vírgenes bolivianas en Suecia

 

escribe Víctor Montoya

Falta poco para la procesión de la Virgen de Urqupiña en Gotemburgo y de la Virgen de Copacabana en Estocolmo le comenté al Tío.

-¡Ah, carajo! repuso sorprendido ¿Y qué dirán los suecos?

Los suecos se harán los suecos y los demás inmigrantes, sobre todo, los llamados marxistas se preguntarán: ¿De dónde de salió esta farándula, que parece una comparsa despistada del Carnaval?

Qué no sean tan intolerantes los compañeritos con los credos ajenos. En plan de democracia todos tienen derecho a existir con sus dioses y sus diablos. Nadie es dueño del mundo, ni los prestes que llevan a cuestas a la Virgen, ni los mangueros que asisten a la fiesta para aprovecharse del banquete, ni los ateos que ponen entredichos la concepción de que el mundo sea creación divina.

En eso tienes toda la razón, Tío le dije asintiendo con la cabeza. A Dios lo que es de Dios y al Tío lo que es del Tío.

El Tío se miró al espejo de refilón, irguió el pecho con orgullo y se rió fuerte, con hondura, hasta que la risa perdió su aplomo. Después me atravesó con su mirada de fuego y preguntó a quemarropa:

¿Y qué pasará el día en que los cochabambinos se concentren en Gotemburgo, donde está la Virgen de Urqupiña, y los paceños en Estocolmo, donde está la Virgen de Copacabana?

Ese día no llegará jamás contesté, porque con el asunto de la integración más bien los están dispersando por aquí y por allí.

El Tío se quedó mirándome con aire dubitativo, como pensando todavía en la procesión de las vírgenes. En ese instante se me iluminó la mente y le espeté:

Ahora que estás aquí, como inmigrante ilegal, lo más interesante sería preguntarse: ¿Y dónde irá a parar la gente que cree en el Tío, cuyo reino está en el punto medio de la Tierra como si fuese el ombligo del mundo?

Como inmigrante ilegal no tendría problemas para mantenerme clandestino. Estoy acostumbrado al encierro y la oscuridad. Pero, ¡ay de mí, viditay!, el día en que los orureños traigan a la Virgen del Socavón y la lleven a vivir en el extremo norte de Suecia, donde la nieve cae con más intensidad que en el altiplano, dejaré de retorcerme como serpiente en la brasa y, te lo juro por los mil demonios, me moriré convertido en thayacha*.

No es para tanto, Tío le dije. Aunque estás acostumbrado a vivir en las entrañas de la Pachamama, donde los vahos procedentes de los hornos de tu reino se arrastran como gases malignos por las galerías de la mina, encontrarás también socavones en Kiruna, donde los mineros te darán la bienvenida con los brazos abiertos.

De nada serviría que los mineros de Kiruna me adoptaran como a su Tío. Lo cierto es que no sabría en qué idioma comunicarme con ellos. No es lo mismo decirles: ¡Jävla, dra åt helvete! (Diablo, vete al diablo), que cuatro frescas en quechua o aymará. Además, ¿qué haría entre mineros que no creen en diablos, santos ni vírgenes? Estaría como un bicho raro en cueva ajena. No habría quién me rinda pleitesía ni me dé mis golosinas. Ellos no pijchan las hojas sagradas de la coca a la hora del descanso ni toman quemapechos challándole a la Pachamama. Y, lo que es peor, como no tienen carnavales, no podría bailarle mi diablada a la Virgen del Socavón...

Entonces, tendrás nomás que retornar a los socavones de Bolivia suspiré con tristeza. Allí te esperan tu paraje y tu trono, así las minas estén cerradas y los mineros relocalizados.

En eso estoy pesando seriamente. Volverme a mi paraje como ratón viejo que no olvida su agujero, aunque para serte franco, y esto te lo digo en completa confidencia, he observado ya la hermosura de las suecas desde la ventana del cuarto; tienen el pelo rubio, los ojos azules y la tez blanca como la chinasupay, algunas incluso son tan bellas que no necesitarían máscaras para bailar en el Carnaval de Oruro.

Tú no te pierdes ni una, Tío le dije con una sonrisa socarrona.

¿Y tú, qué creías? ¿Qué estoy capado o cojudo? Tú sabes bien que siempre que hablo de mujeres, no hablo de la gallina que pone los huevos de oro, sino de los huevos bien puestos del Tío. ¿Sí o sí?
Conocedor de la fantasía desbordante del Tío y de sus blasfemias disparadas a diestra y siniestra, me quedé callado, mirándome el rostro en el espejo de sus ojos. Pensé un rato y pasé a otro tema más serio:

No sé si sabías, pero en la última temporada han llegado a Suecia cientos de bolivianos, huyendo de la pobreza y buscando un mejor destino para sus vidas.

¿Qué dices? reaccionó frunciendo el ceño.

Lo que has oído. Los pobres hacen cualquier cosa para salir de Bolivia y establecerse en Europa. Si los rechazan por no tener papeles en orden, están dispuesto a irse a cualquier otra parte donde no reine la miseria... Algunos han llegado paraditos. No tienen nada, ni siquiera la salud completa. Lo poco que tenían lo vendieron a cambió de los pasajes, el falso permiso de trabajo y la residencia que les ofrecieron los traficantes de esclavos modernos. Otros, los más largados de la mano de Dios, tiene toda su vida metida en una cartera de bolsillo, donde guardan celosamente las fotografías de su infancia, las actas de su bautizo, el retrato de la mujer amada, el anillo de bodas y los documentos de identidad.

¡Qué macana! exclamó el Tío. Raro que las virgencitas no escuchen sus plegarias. Si no les están pidiendo milagros, sino apenas que les ayuden a resolver sus problemas de inmigrantes ilegales...

Estos inmigrantes en desgracia, como antes lo hicieron los mineros en tu galería, están también dispuestos a encomendar su alma en tus manos, rogándote que los salves de los apuros y alivies sus penas. No saben qué hacer en Suecia. Es como si se hubiesen metido en el infierno creyendo que era el paraíso...

El Tío volteó la mirada sobre sus botellas de quemapecho, pijchó las hojas de coca, encendió el cigarrillo y, alumbrando el cuarto como una lámpara de querosén, dijo con voz ronca como matraca de moreno:

Le challaré a la Pachamama para agilizar sus trámites, y si por algún motivo ajeno a mi voluntad y mis poderes mágicos no consiguiera salvarlos del infierno en el cual se han metido, tendrán nomás que asistir a las procesiones y rezarles a las vírgenes con mucha fe, pidiéndoles iluminar sus pasos y conseguirles la residencia. A ver si ellas logran hacer con su aura lo que yo no puedo hacer con mis cuernos...

Glosario
Challar: Celebrar un acontecimiento rociando el suelo con aguardiente.
Chinasupay: Diablesa
Pijchar: Mascar coca.
Thayacha: Helada producida por el viento frío.



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