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El perro y la rabia |
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escribe Cándido El fervor huligánico de las huestes imperiales, internas y externas, ha recibido como una brisa fresca bajo el calor de 50 grados, la noticia de que los nenes de Sadam Hussein, Uday y Qusay han sido abatidos por comandos americanos. Como la noticia era buena se reservaron la gloria y dejaron de lado a los demás miembros de la famosa coalición. Después de una trayectoria similar a la del pato, en la que militar y políticamente todo ha resultado una gran chapuza, para decirlo de una forma suave, agravada al extremo cuando se ha ido desenredando la trama de esta sórdida historia de la guerra contra Irak, ahora conquistan una importante victoria militar. Nuestros decaídos(as) manipuladores de la información, y la galería de expertos en todas las materias, que estaban bastante abatidos y se habían borrado de la atención mediática, volvieron a asomar la cabeza en la mañana siguiente a los hechos avizorando un futuro de victorias para la coalición. Una corresponsal de la televisión sueca, que siempre tiene a mano una chaqueta negra y lagrimitas en los ojos cuando tiene que leer una mala noticia de la madre patria, estaba eufórica pese a que en el ataque había sido muerto un niño. La noche anterior nos había castigado con la ceremonia y el discurso que le hicieron leer a la soldado Lindh, rescatada heroicamente por soldados americanos lo que según demostró la BBC fue otro gran bluff Igualmente eufórico estaba Tony Blair, al que el asunto le vino de perlas para distraer la atención del cadáver que tiene en el ropero (de su conciencia) y sigue ahí amenazándolo. Poul Bremer compareció rodeado de unos personajes que parecían una bandada de cuervos, todos de luto, (¿por los caídos?), para anunciar la buena nueva procurando levantar sus acciones. Entre los analistas, una honrosa excepción fue Gunnar Jervas, investigador sueco sobre terrorismo, que defraudó a muchos entusiastas, con su análisis objetivo y honesto que, sensatamente, no estaba en la onda eufórica Parece que los deseos pueden más que los hechos y talvez muchos actores de este drama estén empezando a tropezar con la misma piedra. Es importante seguir el desarrollo de la información para ir atando cabos y sacando conclusiones. Porque de acuerdo a la historia reciente (y también lejana) no es pecar de antiamericano el desconfiar, (no descartar), de la veracidad de las informaciones de fuentes tan poco creíbles. Lo que tampoco significa lamentarse de estas presuntas muertes, porque según nos habían informado los mismos medios, se trataba de dos perdularios, degenerados y sádicos, peores que el papá, lo que ya es decir. Si ocurrió como dicen fue una estricta operación de limpieza (Hay muchos otros en la misma condición, que es de esperar tengan mejor suerte y sólo sean sentados en el banquillo de la Corte Internacional Penal, de reciente creación bajo el auspicio de las Naciones Unidas). Primero se informó que habían caído en un enfrentamiento de tropas americanas con un foco de resistencia iraqí, en el que también había muerto un niño, probablemente hijo de Qusay. Más tarde esta versión fue sustituida por la de una delación bien retribuida (15 millones de dólares por cabeza, literalmente), que habría conducido a los soldados hasta la villa donde estaban alojados los perseguidos. Llamativa fue en cambio la celeridad con que el general americano Ricardo Sánchez, consultó distintas fuentes las que por unanimidad y con una rapidez inusual en este tipo de análisis, confirmaron la identidad de los dos sospechosos. Más raro aún si se considera que, en cualquiera de las dos hipótesis -enfrentamiento casual o delación que condujo al enfrentamiento- los atacantes deben haber arrasado hasta con el último ladrillo de la villa, lo que hace pensar a un antiamericano inexperto en estos asuntos de armas, que los cuerpos habrían quedado calcinados. Los días irán haciendo luz sobre esta otra historia. En cuanto a creer que muerto el perro se acabó la rabia, como sugieren los expertos y la pandilla, hay una distancia. Aparte de que ninguno de los presuntos difuntos son el perro, sino dos cachorros con mala sangre, aunque se hubiera tratado del verdadero perro, no sería científico deducir que la rabia se terminó. Y que los aterrorizados soldaditos van a llevar el fusil en la espalda cuando caminan por las ciudades ocupadas por un enemigo soberbio y cruel que los encarcela o los elimina y los humilla constantemente con su sola presencia. Una hora después de escritas las líneas precedentes, vinieron las primeras nubes: tres militares americanos uno de ellos en el lugar de la muerte de los hermanos Sadam, había caído víctimas del fuego de la resistencia. |
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