Escribe Ignacio Cirio.
MONTEVIDEO Es la figura carismática de esta organización que agrupa a decenas de miles de uruguayos en todo el país y que no ha dudado en realizar movilizaciones como caminatas multitudinarias a Punta del Este (que culminaran en no menos multitudinarias detenciones), campamentos frente a los ministerios de Economía o Vivienda, así como campañas de denuncia de actos de corrupción que culminaran con la dimisión y posterior procesamiento de jerarcas del gobierno colorado con sede en Montevideo.
El secretario general de FUCVAM (Federación Unificadora de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua de Uruguay, quizá la más importante organización en materia de hábitat popular en el subcontinente) Gustavo González razona de manera distinta, quizá a la de buena parte de los dirigentes sociales: cree que la casi segura victoria de un frente progresista en las elecciones generales de este país de octubre de 2004 no significará un alivio para la movilización popular, sino que la misma servirá para que el programa de gobierno pueda llevar a cabo «a fondo». En ese sentido aclara que no comparte las «treguas» y, posando su vista en la experiencia brasileña por ejemplo dice que «se ayuda sólo peleando, no consintiendo cualquier tipo de cosas».
González, que actualmente trabaja también como consultor internacional en Cuba, Nicaragua, Guatemala, Bolivia, Honduras, El Salvador, Brasil, Costa Rica y Paraguay, dialogó con LIBERACIÓN algunas horas antes de partir hacia Cochabamba, Bolivia uno de los epicentros de su trabajo.
El latifundio urbano
El dirigente cooperativista llama la atención sobre un fenómeno que ha merecido poco destaque: el latifundio urbano. La necesidad de una redistribución de las parcelas rurales, de reforma agraria está presente aunque con matices en todo programa progresista. Sin embargo «una perspectiva de clase de la democratización de las ciudades» es, según González un déficit en las ideas de gobierno. «Todo el mundo habla de una reforma agraria pero no de una reforma urbana y hay latifundistas urbanos; el mercado inmobiliario es donde el capitalismo expolia en mayor forma a la sociedad civil».
De viajar y comparar, González ratifica su idea de que «FUCVAM como construcción de los trabajadores uruguayos tiene una potencialidad brutal» y aventura que «en términos de vivienda es la organización principal y eje de referencia en América latina».
Ese peregrinaje arroja luces y sombras sobre la propia dinámica política uruguaya: «no se ven los cambios que tienen que ver con el mundo del trabajo, con la desestructuración de la clase media tradicional y cómo hay nuevos movimientos sociales emergentes que tienen que ver con los trabajadores como clase social fundamental, pero que no es la misma que la del 70 u 80 en ninguno de nuestros países».
En ese sentido la llegada en masa a suelo uruguayo del modelo de «maquila» de amplia difusión en México y América Central, es una cuestión a verificarse en el breve plazo. Por eso es que reclama una «estrategia internacionalista» de cada organización política y social «en su campo» que permita evaluar el proceso histórico continental con elementos reales de juicio. De lo contrario, señala que aumentará el número de «payadores y mentirosos», de «gente que habla del movimiento social solo por libros».
Lo que sigue es un resumen del diálogo mantenido con Liberación.
La «resistencia» al plan neo-liberal para América latina -esto es principalmente privatizaciones, y endeudamiento externo- en Uruguay ha tenido ejes claramente diferenciables: varios referéndums -ya convocados o en marcha- para revertir concesiones del Estado, y todo ello con la perspectiva en el horizonte cercano de elecciones que podrían significar un cambio de correlación política que permita poner coto a esas políticas. Ahora bien, ¿está conforme en relación a cómo se ha procesado la «resistencia» en Uruguay?
Yo no estoy conforme y si estuviera no me gustaría. Creo que hay dos estrategias claramente delimitadas: quienes dicen «no hagan olas» y otros que planteamos que hay que hacer muchas olas. El caso (del Ministro de Economía Alejandro) Atchugarry: la consigna del movimiento popular tendría que ser «fuera Atchugarry». Es un crápula igual que (Alberto) Bensión, o peor. Sin embargo se lo está viendo como un buen articulador. En nuestro caso no ha abierto la boca sobre los US$ 100 millones que han desaparecido del Fondo Nacional de Vivienda (FNV). Y además está llevando a pie juntillas todos los mandatos del Fondo Monetario (FMI).
Hoy hay una sensación que el país está levantando, ¡es un verso! Una recesión de cuatro años no la ha soportado ningún país del mundo, ni los EEUU podrían soportarla, ¡y acá estos pelotudos dicen que la macroeconomía está levantando!
¿Qué objetivo persigue el Frente Social que ha planteado FUCVAM?
El Frente Social es para frenar la ofensiva, no para hacer los cambios. Pero es fundamental estructurarlo cuanto antes, con el movimiento sindical, los desocupados, las ollas populares...
La batalla por ANCAP es fundamental ganarla porque en ella le va la vida a FUCVAM, a los desocupados, a todo el mundo. Ahora si esto no se clarifica, si no hay un planteo pedagógico frente a la gente, vamos a una derrota. He oído que vamos a ganar por un voto castigo. Yo no lo quiero, quiero ganar por un voto conciente de lo que implica la privatización.
El otro día calificaban en un medio de prensa de «exultante» a Jorge Batlle por su discurso en el Hipódromo de Maroñas. ¡Jorge Batlle no puede hablar más en ese país! ¡Se tiene que ir!» Y era el momento cuando la crisis financiera, cuando hubo un vacío político y no se condujo correctamente esa crisis.
FUCVAM planteó en su momento «Fuera Noachas» y se fue Noachas del Hipotecario; «Fuera Bensión» y cayó el ministro. ¿Hubo algún planteo también para presionar y que Batlle dimitiera?
Sin duda, y lo dijimos. ¡Claro, quedamos más solos que...! No importa, porque las consignas de los movimientos populares o políticos van por elevación, uno tiene la responsabilidad de hacer la síntesis, si no, no existís. Cuando lancemos en el Día Mundial del Cooperativismo (ayer sábado) que Atchugarry se tiene que ir, van a haber muchos que nos digan que estamos equivocados; aliados, amigos.
Nosotros tendríamos que estar todos presos, porque decimos que desaparecieron US$ 100 millones y nadie contesta. Cuando se habla de impunidad, ¡eso es impunidad! Y el subsecretario de Vivienda, (Oscar) De Brum, ¡mintió! Y ahora (el ministro) Saúl Irureta va a tener que ir a decirle al Parlamento que mintió De Brum cuando dijo que la plata estaba. ¡El MVOTMA está regalado!
(...) Cuando yo digo que hay ineptitud de parte del gobierno, estoy señalando que ya cumplió su rol, históricamente. No es un tema psicológico la lucha de clases.
¿A qué nivel planteó FUCVAM el «Fuera Batlle»?
Públicamente. E incluso hubo debates acerca de si estábamos en contra de la Constitución: no tiene nada que ver con eso. Este gobierno está agotado para los trabajadores. En este campo esa consigna de «Fuera Batlle» sigue contando con total vigencia.
Fíjense la Reforma Constitucional que plantea Lacalle. Es un cuadro del neoliberalismo, es el tipo que más claro tiene hacia dónde debe ir el país, desde su perspectiva.
Batlle estaba totalmente aislado y ahora, fíjense, ¡venía por una calle de Montevideo donde hay carteles que dicen hacia dónde está el Hipódromo!
Una afirmación muy en boga desde el campo progresista ha sido la necesidad de ir contra el «modelo neoliberal» para reemplazarlo...
Acá no podemos hablar más de neoliberalismo, esto es el capitalismo en una fase más salvaje. Si se va el modelo neoliberal y viene otro modelo capitalista, ¿se soluciona el problema? No, es un sistema irracional. Los problemas ecológicos del mundo son de los trabajadores, no de los ecologistas. Nosotros, sea quien sea el que resulte gobierno en el día de mañana se va a encontrar con ese escenario, no con el que imagine. Hoy plantearse el problema de la alimentación y del trabajo es el mejor programa, es revolucionario. Quizá también el de la demografía.
¿Además de la hegemonía de este modelo y estas las políticas coadyuvantes en el sentido del capitalismo en esa fase salvaje, ¿qué otros escollos se advierten en el camino de un gobierno progresista?
Que vaya a administrar la crisis (...) Veo con mucha preocupación los llamados gobiernos progresistas en América latina. Un gobierno se puede decir progresista pero si sigue atado a los designios del FMI muy poca cosa puede hacer. Las constituciones nacionales en los distintos países son una atadura muy fuerte que va atener cualquier gobierno en América latina.
En nuestro país a mi juicio hay que pensar en una Reforma Constitucional si el EP-FA quiere ser gobierno y verdaderamente ejercer poder. No nos olvidemos que tenemos la «Reforma Naranja», es decir una Constitución armada para el gobierno de la burguesía. Yo no soy movimientista social, no creo que los movimientos sociales den la salida política. Pero en América latina hay un debate sobre eso: el movimiento social siempre es corporativo, tiene una frontera no puede tener una visión universal. Sí puede sumar y construir política. Los debates que existen en Brasil o Ecuador tienen mucho que ver con los que se enfrentará la izquierda.
En Uruguay hubo distintas corrientes de opinión que atentaron contra el cambio: desde que la militancia era obsoleta, que la política se hacía a través de los medios masivos de comunicación, que el boca a boca y el pegatinero ya fueron. Toda esa historia tiene un fuerte contenido político que atravesó todas las organizaciones de izquierda de nuestro país y las desideologizó.
En el escenario centroamericano, esa desideologización significó además la desmovilización de las guerrillas que seguramente son parte de la realidad con la que cuenta el trabajo internacional que Ud. viene llevando adelante en esos países.
Eso es dramático. Ver guerrilleros salvadoreños que hoy siguen descalzos. Pibes que entraron a la guerrilla con trece años, terminó a los 23 y hoy son desocupados y tienen una gran desmoralización. Todo eso tiene que estar en la agenda de la discusión. Estas caídas implican que la salida es internacional o no es. Esto al menos para mí es una ley, hay que pensarlo en el globo.
Por ejemplo, ¿cómo se está preparando el movimiento sindical nuestro frente a una avalancha de maquilas que se va a venir y que tiene como primer elemento que para ser trabajador de una maquila no tenés que estar sindicalizado y la empresa por presunción te despida sin ningún tipo de indemnización.
El líder del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, Joâo Pedro Stédile dijo en enero de este año que ese movimiento continuaría con las ocupaciones de tierras para ayudar al gobierno de Lula a hacer la Reforma Agraria. ¿Qué diría FUCVAM en ese sentido en una hipótesis de gobierno progresista?
FUCVAM tiene que seguir manteniendo su independencia política como organización social. Se supone que vamos a tener otros interlocutores; ahora, la lucha de FUCVAM tiene que seguir. Creer que sólo con un gobierno progresista el movimiento popular va a avanzar es un error. Y cooptar al movimiento social desde las organizaciones políticas es un doble error. Aquel tiene que seguir movilizado para ir a fondo con el programa. Ésto no quiere decir que en 24 horas le pidamos al futuro gobierno que resuelva todos los temas, no. Pero quiere decir que la movilización de masas va a ser el único sostén que pueda tener un gobierno popular, aquí o en China. Porque gane el FA, FUCVAM no va a dejar de reclamar una cartera de tierras a nivel nacional, o los préstamos; ojalá tengamos interlocutores. Es algo que discutiremos en su momento.
No estoy de acuerdo con las treguas, porque aunque gane el FA el sistema sigue siendo el capitalista, esto hay que tenerlo claro. Brillante si hay un interlocutor, pero para sumar las organizaciones populares tienen que ser cada vez más fuertes, más concientes de su rol, que no es el mismo que el de los partidos políticos pero es igualmente fundamental para el fortalecimiento de la sociedad civil y sus movimientos. Se ayuda solo peleando, no consintiendo cualquier tipo de cosas.
Yo voy a seguir estando en contra de cualquier tipo de privatización... gane quien gane.
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