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Integración latinoamericana, antes que ALCA |
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escribe Heinz Dieterich El Area de Libre Comercio de América (ALCA), promovido por Washington, es el camino hacia la destrucción neocolonial de América Latina. La consolidación del MERCOSUR, impulsada por Brasilia, Buenos Aires y Caracas, es la vía hacia la Segunda Independencia. La integración de América Latina como precondición de toda libertad sustantiva de sus pueblos y Estados, ha sido anhelada durante siglos por los patriotas y revolucionarios de estas tierras, desde Simón Bolívar hasta Che Guevara. Sin embargo, apenas hoy se dan las condiciones objetivas para realizar el sueño de la nación latinoamericana. La sorprendente coyuntura de liberación que estamos viviendo, y los sujetos políticos que la conducen, son productos de las crecientes contradicciones del sistema capitalista mundial. Sin la bestial expoliación de América Latina por el capitalismo neoliberal; sin el desesperado intento de Washington de consumar la Doctrina Monroe mediante el ALCA, el Plan Colombia y la dolarización y, sin la política de George W. Bush, de crear dos, tres...muchos Vietnams en todo el planeta, la asunción del proyecto de la Patria Grande por los presidentes Inazio Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina y Hugo Chávez en Venezuela, no hubiera sido posible. Como en la astrología, tal conjunción de astros en las casas celestes más importantes de Nuestra América, se da pocas veces. Y, de hecho, se puede argumentar, que es la primera vez desde la independencia formal de 1825, que la alineación de Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba produce fuerzas de gravedad capaces de neutralizar la fuerza de gravitación del sol imperialista hemisférico: Estados Unidos. Siendo Washington el sol del sistema planetario americano, los Estados latinoamericanos y caribeños no podían pretender trazar sus propias orbitas políticas, sino que tenían que actuar como satélites del centro de gravitación. Simón Bolívar había tratado múltiples veces de crear cuerpos políticos confederados entre los Estados latinoamericanos que tuvieran la masa suficiente para neutralizar la fuerza de atracción del sol imperial. Sin embargo, todos sus intentos, como el Congreso Anfictiónico de Panamá y la Gran Colombia, fracasaron. Se impuso, entonces, la Doctrina, de la cual el Secretario de Estado de Woodrow Wilson, Robert Lansing decía, que en su defensa...Estados Unidos tiene en cuenta sus propios intereses. La integridad de otras naciones americanas es un incidente, no un fin. Aunque puede que esto se base en el egoísmo por sí solo, el autor de la Doctrina no tenía un motivo más elevado o más generoso en su declaración. Que la integridad de otras naciones americanas era incidental, lo había demostrado Washington con la de facto anexión de la mitad del territorio mexicano, de Puerto Rico, Cuba (Enmienda Platt) y Panamá. Y que el único móvil de su política es la expoliación de otros pueblos ha sido evidente desde la misma constitución de las trece colonias en potencia expansionista independiente. Brasil, el país más importante de América Latina, se convirtió a partir del siglo XX en el centro del interés de explotación y dominación de Washington. Cuando se consideran los recursos de este enorme país, escribía en 1929 el Washington Post, resulta evidente que dentro de unos pocos años Brasil se convertirá en una de las principales potencias mundiales. Ya en 1924, el Wall Street Journal había enfatizado que ningún territorio del mundo resulta más prometedor para la explotación que el de Brasil. Brasil, el Coloso del Sur, figuraba dentro de las leyes de la gravitación política de Washington, en dos posibles constelaciones: a) como potencia regional, que junto con el Coloso del Norte determinara la política continental ó, b) como potencia subordinada a los dictados del Norte, tal como se expresa en el dictum del presidente Robert Taft (1909-1913), de que no está muy lejos el día en que el hemisferio será nuestro en su totalidad, como de hecho ya lo es, en virtud de la superioridad de nuestra raza, desde un punto de vista moral. Lo que Washington siempre había excluido de sus planes, era un papel de liderazgo independiente del Coloso del Sur, ya sea dentro del marco de referencia latinoamericano, ya sea a nivel del Tercer Mundo. Para evitar tal posibilidad, recuerda el historiador jefe de la Central de Inteligencia (CIA) estadounidense, Gerald Haines, Estados Unidos trabajó siempre para impedir el nacionalismo económico y lo que los gobiernos de los presidentes Harry Truman y Dwight Eisenhower llamaron el desarrollo industrial excesivo, es decir, el desarrollo endógeno que pudiera convertir a la Patria Grande en competidor de las grandes transnacionales estadounidenses. Washington está a favor del desarrollo económico y de la integración latinoamericana, escribió otro alto funcionario imperial, siempre que no afecten los intereses de los Estados Unidos. Bueno, esto es justo lo que acaba de pasar en la capital paraguaya, en la XXIV Cumbre del Mercado Común del Sur (MERCOSUR). En su agenda Objetivo 2006, los mandatarios acordaron reunirse nuevamente dentro de sesenta días para profundizar los temas de la integración, que comprenden la creación de un Parlamento, de un instituto monetario, el perfeccionamiento de una política económica conjunta, la priorización de la dimensión social, medidas contra el desempleo y la integración de nuevos países a este Bloque de Poder Regional. Kirchner y Lula enfatizaron que la integración de Sudamérica es la principal prioridad de la política del MERCOSUR y que el ALCA viene después. Hugo Chávez advirtió que es necesario sacudirnos de los fantasmas del neoliberalismo y que no hay que creer en el mundo desarrollado. El presidente electo del Paraguay, Nicanor Duarte denunció la incompatibilidad entre el neoliberalismo y los valores humanos y la necesidad de convertir el MERCOSUR en un organismo político con una cultura de la solidaridad. Asunción fue, ni más ni menos que una auténtica rebelión contra la dependencia secular neocolonial de América Latina y los herederos de Monroe y Adams. Asunción fue, de hecho, la proclamación de la Segunda Independencia y como tal, constituye un paso trascendental, lleno de virtud y mérito histórico, para América Latina. Con esta proclamación se ha dado la condición necesaria para la emancipación definitiva. Falta por conquistar la condición suficiente: la integración prometéica de las masas a la lucha de liberación. |
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