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¿Otro Vietnam? |
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escribe Cándido Las previsiones de algunos periodistas controvertidos (adjetivo que los guardianes del pensamiento único aplican a todos aquellos que disienten con las verdades que difunde el imperio), muestran indicios claros de que están siendo confirmadas por la realidad. La aventura guerrera de Estados Unidos y Tony Blair, secundada por un par de vasallos de rango menor, Aznar, Berlusconi, y el nuevo socio mimado, Polonia que ocupa ya un lugar privilegiado en la quintacolumna europea, se está pareciendo cada vez más a una pesadilla. Y el fantasma de Vietnam -al margen de las enormes diferencias geopolíticas entre aquélla y esta guerra- empieza a golpear la conciencia del pueblo norteamericano y a minar la moral de los casi 150.000 soldados, negros e hispanos en su mayoría, que el imperio tiene desplegados en Irak. La distorsión sistemática de la información, la ocultación o minimización de noticias que importan -ataques cotidianos con pérdida de vidas de las fuerzas ocupantes, sabotages contra pozos petrolíferos y fuentes de energía, con la consiguiente interrupción del suministro de electricidad en un país de temperaturas superiores a los 40 grados en la época actual-, no pueden ser contrarrestadas con la priorización de la noticia de la detención de algún personaje de rango inferior del entorno de Sadam, o la realización de un partido de fútbol entre un equipo iraquí y los soldados ocupantes. La realidad, que algunos honestos corresponsales describen, poniendo en ridículo, sin proponérselo, a los editorialistas del medio para el que trabajan, es muy distinta. Y muestra inequívocamente que los iraquíes, como ocurre con cualquier pueblo del planeta que tenga un mínimo de dignidad, odia a los ocupantes. Mucho más en la medida en que éstos ponen en evidencia cada día, que sólo saben matar, y destruir. Para controlar las riquezas del territorio ocupado, el petróleo en este caso, afirmar su dominio geopolítico en una región por demás conflictiva, verdaderos objetivos bajo la hipócrita fachada de la liberación del Irak. A dos meses de proclamada la victoria, Irak es un país sin ley, donde la moral de los ocupantes, en tensión permanente ante la imprevisible mortal picadura del escorpión, bajo el azote agobiante de un calor de 40 grados, crece al mismo tiempo que el odio de los ocupados. Esta guerra, montada sobre una estructura de mentiras infames, de Bush y la pandilla que lo maneja, de personajes como Blair y Aznar -no los recuerda el lector asegurando con rostro de circunstancias, la inminencia de un ataque con armas de destrucción masiva- como justificación para pasar por encima de la ONU y el derecho internacional, va a terminar mal para el imperio. Los días de la burbuja Bush pueden estar contados. El pueblo norteamericano, víctima principal de esta sórdida historia, anestesiado por el control casi total de los medios de comunicación que alimenta el chovinismo patriotero, empieza a despertar. Sus condiciones de vida empeoran dramáticamente día a día y ahora golpea no sólo a los pobres de siempre, 40 millones de negros e hispanos negros e hispanos, sino a las clases medias soporte de la sociedad norteamericana. Estas empiezan a comprobar que Bush, Cheney y Rusmsfeld, no sólo les robaron sus ahorros en las empresas a las están ligados, sino que los han instalado en el miedo, la incertidumbre, la falta de empleo. Les han robado la esperanza y la creencia en el futuro que han sido sus rasgos salientes. Todo lo contrario de lo que le prometieran para engancharlos en la guerra. |
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