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Del cielo prometido |
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escribe Cándido Todo parece indicar que la paz, seguridad y bienestar en democracia que prometió al mundo la famosa coalición de Bush y Blair, más un comparsa (Aznar), para después de Sadam Hussein, empieza a resultar un camino al infierno. El atentado perpetrado el pasado martes en Arabia Saudí, aparte de su gravedad en sí por la elevada cifra de víctimas mortales, mayoritariamente militares y ciudadanos estadounidenses, supone una categórica desautorización a la estrategia antiterrorista emprendida por el imperio después del 11-S Es necesario hacer una somera síntesis de lo ocurrido a partir de esa fatídica fecha hasta ahora, para entender que este atentado es el más serio revés experimentado por el presidente Bush y la pandilla mafiosa que lo rodea y dirige. (Un eventual examen psiquiátrico del presidente, a cargo de una junta internacional de psiquiatras, posiblemente lo inhabilitaría para el ejercicio del cargo). En su primer discurso, apenas repuesto del susto que le causaron los atentados del 11-S, Bush se comprometió ante su pueblo y el mundo a capturar vivo o muerto, al presunto autor intelectual de aquéllos, Usama bin Ladén. Además de frases como el que no está conmigo está contra mi que no correspondían, Bush se encargó de remarcar que el mundo entero estaba desde ahora amenazado por el terrorismo, cuando en realidad se trató de un ataque selectivo al país que ha sido principal responsable de la política genocida llevada desde hace más de 30 años por sucesivos gobiernos israelíes contra el pueblo palestino. Sin olvidar una larga lista de agresiones militares y económicas a otros países del Tercer Mundo. La mayoría de los gobiernos occidentales, en parte por solidaridad comprensible, en parte por natural tendencia a inclinarse ante el imperio, aprobaron el proyecto de la Administración americana de agredir a Afganistán. Hubo reticencias y un masivo rechazo popular en todo el mundo a la agresión anunciada. Abreviando la historia, el ataque al castigado Afganistán de los talibán, presuntos colaboradores de bin Ladén y la red Al Qaeda, fue el primer paso de la nueva doctrina. Si algo quedaba por destruir, en uno de los países más pobres de la tierra, después de la guerra contra los soviéticos, la tarea quedó completada por los nuevos invasores. La agresión fue adornada, como siempre, con promesas de libertad, bienestar etc. Se mató indiscriminadamente con semanas de bombardeos continuados, errores y crueldades como la de cocinar dentro de un contenedor cerrado a varias decenas de prisioneros. Tras el anuncio de la victoria que la pandilla y los expertos y columnistas tuvieron estómago para festejar, resultó que el verdugo se quedó con la cuerda pronta sin que el cuello del bandido en la que debía ser enrrollada, el de bin Ladén, apareciera por ninguna parte. De la prometida democracia y bienestar del pueblo afgano, tenemos noticias todos los días. Los talibán siguen vivos y activos, y el caos, la miseria y el pillaje campean bajo el dominio de los señores de la guerra. Objetivamente un rotundo fracaso. El segundo paso, la agresión al demonio causante de todo los males del mundo con sus arsenales de armas de destrucción masiva (el petróleo entre ellas) y sus vínculos con la red de bin Ladén (nunca probados) fue más complicado. Con un mínimo de dignidad, sensatez y visión histórica, la mayoría de los principales gobiernos europeos y de la comunidad internacional se negaron a secundar los planes de la pandilla mafiosa. Con la colaboración fervorosa del verborrágico Tony Blair y la de un nieto político de Franco, que quiso pasar a la historia, se largó la maquinaria infernal de la potencia más poderosa de la Tierra como gustan decir los proamericanos para darse ánimos, contra el pueblo iraquí. La victoria resultó una pura chapuza. El primer día descargaron 90 toneladas de bombas sobre una casa en la que la CIA les había señalado como refugio de Sadam. Un error, estaba en la de al lado. Lo demás es sabido, la gran potencia no ha restablecido ni el agua ni la electricidad ni en los hospitales. El caos total, el pillaje, los saqueos imperan un mes después de la liberación de Irak. Sadam Hussein también se hizo humo, como bin Ladén y en un ajuste de cuentas propio del bajo mundo, el primer contingente de los reconstructores ha sido echado y sustituido por otro. Más que la poderosa potencia Estados Unidos se parece cada vez más a un banan empire en acelerado proceso de putrefacción. |
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