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Esculturas pintadas |
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escribe Sergio Altesor Las esculturas pintadas de Pepe Viñoles (Melo, 1946), expresión con la cual la galería Lisse Brunn de Copenhague titula su muestra en esa ciudad, derivan de una vertiente del arte moderno resignificada en América Latina con el retorno a Uruguay de Joaquín Torres García a comienzos de los años 30 del siglo pasado. Ya en los primeros decenios del siglo XX la figura emblemática del dadaísmo, Marcel Duchamp, había sacado la obra artística de sus formas y soportes convencionales para extender su campo a todos los objetos que nos rodean. Hablaba así del objet trouvé, es decir de esos objetos de desecho que la sociedad industrial y el consumo masivo van dejando tras de sí como una suerte de segregación innoble. Por primera vez en la historia del arte, la mirada del artista se volvía de las formas tradicionales canonizadas del arte burgués pintura, escultura, dibujo y grabado- hacia objetos carentes de prestigio tanto para las normas estéticas que existían hasta el momento como para el mercado en general. Al mismo tiempo, este cambio o ampliación de la mirada abandonaba una concepción formal y literaria de la representación para abarcar un terreno infinitamente más amplio, en donde la abstracción no es equivalente a la falta de sentido sino a la riqueza poética de la ambigüedad. Los objetos de desecho están marcados, en su marginalidad, por la sociedad de la cual provienen, y su reinserción en ella a través del arte no borra esa huella sino que la destaca con una nueva serie significados a los que no es ajena la ironía, el humor y a menudo la crítica más ácida. En Uruguay, país del cual proviene Pepe Viñoles, fue Torres García y sus alumnos quienes primero utilizaron ese procedimiento al incorporar maderas de desecho en sus composiciones contructivas. La corriente constructiva fundada por Torres se asentó en una minuciosa elaboración teórica y dinamizó con vitalidad el arte latinoamericano entre los años 30 y 50 del siglo pasado al proponer una elaboración de las conquistas y procedimientos de las vanguardias europeas desde el ángulo de la periferia o desde el sur, como los constructivistas acostumbraron a decir. La visión de un arte no encerrado en cánones formales, cuya producción no depende de materiales y técnicas tradicionales, fue heredada por los jóvenes artistas de la segunda mitad del siglo aunque no compartieran ya los dogmas del constructivismo y la llamada Escuela del Sur. Los artistas latinoamericanos se han caracterizado por aquello que el brasileño Oswald de Andrade denominó antropofagia, o sea esa suerte de canibalización de las corrientes artísticas llegadas de los países centrales como tarea constante de inversión o modificación de valores semánticos y éticos que tiende a expresar las pulsiones estéticas más profundas de un continente cuya historia política y cultural se caracteriza desde hace más de quinientos años por una lucha permanente para alcanzar su independencia de los centros hegemónicos. De esa forma, lo que para los dadaístas fue en su momento una significativa transgresión del arte burgués, para los latinoamericanos ha sido casi una orgullosa incorporación de la pobreza y la precariedad marginal, propia del continente y de todas las periferias, al lenguaje del arte. Es importante entender ese contexto original para ubicar las esculturas pintadas de Viñoles. La utilización que hace el artista de todo tipo de maderas de desecho y otros materiales no es un gesto estético gratuito sino la afirmación de un lenguaje y una identidad. Las veladuras de color que cubren las maderas y el ensamblaje de composiciones que aluden tanto a obras constructivas como a las creaciones del expresionismo abstracto, o incluso a la síntesis de piezas minimalistas, no desfiguran sino que recrean lo esencial: el cariño por la materia marginada, la vitalidad y la frescura de lo otro como afirmación del otro, ese ser universal que representa hoy más que nunca la paradoja de las mayorías ausentes del poder. No hay en esta obra ninguna pretensión trascendente y por lo mismo, por esa carnavalesca alianza de lo humilde y lo lúdico, de la pobreza y la alegría, tiene connotaciones humanas que rara vez se encuentran en el arte de estas latitudes. Pepe Viñoles. Esculturas pintadas. |
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