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El árbol Yggdrasil |
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escribe Carlos Vidales El poeta y escritor sueco Alf Henrikson (1905-1995) publicó en 1981 una hermosa narración basada en los relatos fantásticos de la antigua mitología nórdica. Puso en el centro de su historia al mítico árbol Yggdrasil, un inmenso fresno que, según las viejas leyendas escandinavas, fue el árbol del mundo, es decir, fue el mundo mismo antes de que la tierra se volviera redonda y comenzara a girar alrededor del sol. En las tres raíces de ese árbol cósmico estaban las fuentes del destino, el tiempo y la muerte. En su gigantesco follaje vivían y luchaban los seres prodigiosos que dieron origen y sentido a los pueblos nórdicos: dioses y gigantes, seres humanos y animales fantásticos, hadas, gnomos, dragones, en un torbellino de luchas y encuentros en que lo real y lo mágico se confundían sin que a nadie le importara un comino saber qué era lo real y qué era lo mágico. El árbol Yggdrasil era el Padre-Madre original, el escenario majestuoso de la vida, el tronco primordial, el eje de la existencia. Sus ramas, que abarcaban los confines del universo, fueron la morada de los dioses, los animales y los seres humanos. A la sombra de sus hojas innumerables nacieron el día y la noche, fue creado el calendario y los humanos aprendieron el rito mágico de la escritura. El árbol Yggdrasil fue, pues, el centro y el origen de la historia. Al escribir su relato, Alf Henrikson escogió el camino del creador. No repitió punto por punto las antiguas leyendas ni se ajustó, como lo haría un etnógrafo, a la exactitud de la reproducción del mito. Pensando en los lectores modernos, elaboró de nuevo las figuras, los tiempos y las situaciones para ofrecer una narración de aventuras, magia, ironía y humor. No se detuvo en discusiones académicas en torno a las múltiples interpretaciones que hoy se ofrecen sobre el símbolo del árbol Yggdrasil. Tampoco intentó alimentar el sentimiento heroico con la apología de dioses y guerreros más o menos brutales y casi siempre estúpidos, como ha sido la costumbre de los facistol des en todo tiempo y lugar. No hizo de su relato una expresión de culto a la fuerza, al coraje o a la capacidad de combate. Se limitó a contar hechos, luchas, conflictos, grandezas y pequeñeces de dioses, humanos y animales. El resultado fue una obra admirable. Ahora, gracias a los traductores Ramón Latorre y Víctor Rojas, podemos disfrutar el relato de Alf Henrikson en español. La versión que nos ofrecen Latorre y Rojas es algo más que una traducción correcta: es una obra de indudable valor literario, en la cual se ha logrado transferir la maestría narrativa de Henrikson a un español bien cuidado, de gran exactitud y transparencia expresiva. La edición (Simon Editor, Jonköping, 2003), tiene además el mérito de respetar el formato del original, e incluye los dibujos excelentes de Edward Lindahl (1907-1986) que ilustraron la edición sueca y dieron vida a las situaciones descritas en el texto. Particularmente bien descritas son las aventuras de Odín, el dios escandinavo que se construyó una fortaleza en la copa del árbol Yggdrasil. La llamó Valhalla y tenía quinientas cuarenta puertas, y cada puerta era tan grande que ochocientas personas podían entrar o salir al mismo tiempo por ella. Después de construir su casita, Odín decidió que necesitaba una mujer. Echó una ojeada hacia las ramas de abajo, donde vivían los gigantes con sus mujeres e hijos, y cuando vio a la mujer que le pareció apropiada, lanzó un silbido, y la muchacha entendió de inmediato de qué se trataba. Ella subió volando hasta donde estaba Odín y se unió a él. Se llamaba Frigg y fue muy feliz con Odín, dándole muchos hijos con el correr de los años. Aunque no les voy a contar toda la historia, no puedo resistir la tentación de mencionar a las criadas de Odín, Rista y Mista, al parecer muy bonitas y, además, a los animalitos que Odín tenía en su casita: los cuervos Hugin y Munin, los lobos Geri y Freki, y el caballito Sléipnir, que solamente tenía ocho patas. El libro de Alf Henrikson fue concebido para todas las edades, pero los adultos deben leerlo como si fueran niños, con curiosidad, humor y alegría. Los personajes tienen la inocencia de la energía original y actúan con la espontaneidad que les otorga su carácter mítico. A diferencia de los adultos, no piensan en el futuro sino en vivir el momento existencial. Son, en esencia, niños en acción. En eso reside la fuerza esencial del mito y la eterna frescura de la leyenda. Víctor Rojas ha dicho que una de las ambiciones de los traductores es impedir que los nazifascistas nórdicos se apropien de las raíces culturales de los pueblos escandinavos y mostrar que este patrimonio pertenece a toda la humanidad. Podría agregarse que la presentación de esta hermosa historia nórdica en español permitirá a los lectores constatar que el mito es una función universal de la especie humana, que a todos nos conmueve e interesa. No faltará quien, leyendo este libro, descubra que los mitos y leyendas de su pueblo tienen más de un punto en común con los viejos relatos nórdicos sobre los orígenes, las pasiones, la vida y la muerte. En resumen, un excelente trabajo de Ramón Latorre y Víctor Rojas, que con esta iniciativa contribuyen más a la integración cultural de la sociedad nórdica, que toda esa horda de burócratas y políticos empeñados en poner alambradas alrededor del árbol Yggdrasil para impedir que Odín se dé cuenta de que en el mundo también hay caballos de cuatro patas. |
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