inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces
02-Mayo-2003

 

Sobre la pena de muerte y otras penas

 

escribe José Pepe Alanís

En primer lugar pretendemos dejar claro y sin lugar a dudas, que nuestra opinión no compromete ni representa a ninguna organización, partido político, ni órgano de prensa alguno. Lo que pensamos y escribimos surge de nuestra convicción de libres pensadores, enfrentados al análisis de los actuales aconteceres, aunados estos a la evidencia de nuestra memoria histórica.

Somos -antes que nada - férreos partidarios de la vida y sus entornos múltiples: los seres humanos asistiendo a la misma, desde los derechos inalienables de una convivencia justa, igualitaria, equilibrada y diáfana; en la cual el alimento, el trabajo, el estudio, la asistencia médica, los bienes de una naturaleza preservada y enriquecida al servicio de todos, la creación estética y la evolución científica; dejen de ser valores usurpados por el poder y sus nefastas actitudes que desde tiempos lejanos, descargan sobre los pueblos del mundo en el cual vivimos, para someternos al advenimiento de una horrísona muerte planetaria.

Si recorremos las épocas de la conquista, las colonizaciones, la esclavitud y las guerras acontecidas en esos entornos, comprobamos de que la muerte -aberrante, despiadada e impune -alcanzaba cifras alucinantes, las cuales ascendían a millones y millones: indios, negros, mestizos, mujeres, niños y hombres cayendo, desangrándose, bajo las armas nefastas del crimen invasor y del terrorismo del poder en ascenso. Mencionar las guerras mundiales, aumenta en alarmantes evidencias las cifras de la muerte. Mencionar al bárbaro de Hitler, al demente Mussolini, al sapo iscariote de Franco; multiplica la lista de las muertes injustas. Referirnos al imperialismo arrojando sus bombas atómicas preñadas de muerte sobre los pueblos de Hiroshima y Nagasaki, nos retrotae hacia dolores aberrantes, víctimas vestidas de inocencia cayendo desmembradas, derrumbándose indefensas ante los estruendos de la muerte.

Los bombardeos israelíes contra el sufrido pueblo palestino, el monstruo de Sharon y sus antecesores, continuando su tránsito de destrucción y muerte.

La guerra contra Irak, presente aberración estructurada por el único, auténtico terrorismo de estado imperialista; Bush cabalgando entre misiles, en un rodeo de masacre y desolación, flanqueado por Aznar y Tony Blair en una loca carrera de sangre-petrolífera, pretendiendo llegar a la meta -a como de lugar - y en aras de la muerte.

¿Ha de ser Siria el próximo objetivo mortuorio?

¿Y en nuestro continente latinoamericano, será tal vez Colombia?. ¿Acaso Venezuela?. ¿Tendremos que alertar a los países que tengan existencias de petróleo?.

Pero - parece ser - que tendría-mos que omitir estas urgencias, desdeñar estos peligros inminentes, disimular tanta sangre derramada, dejar de lado los crímenes pasados y presentes y descargarlo todo contra Cuba, la cual ha ajusticiado a tres-traidores-tres& hacer pagar a Cuba los crímenes de toda nuestra historia, sumarle, aumentarle limitaciones y embargos, arrojar sobre esa isla con pretensiones de autonomía, toda la escoria yanqui y así facilitar al imperio y sus laderos, sus anhelos de invasión y poderío.

¿Es Cuba la culpable de las contaminaciones del planeta?

¿Es Cuba la culpable de la ham-bruna que aumenta en Africa, en la India, en todo el tercer mundo y adyacencias? ¿Es Cuba la culpable de que la pena de muerte sea ley indeclinable en ciertos estados de los estados unidos? Es Cuba la que elabora y distribuye armas sofistica-das para las horrendas tareas de la muerte? ¿Es Cuba la que persigue, apalea y somete al negro, al bo-ricua, al chicano y al latino? ¿Es Cuba acaso la que almacena el Antrax y las armas de destrucción masiva? ¿Será tal vez que en Cuba se ha dado cobertura tanto a Bin Ladden como a Sadam Husseim y toda su familia?

Realmente nos causa pena, de que la pena de muerte nos pese a unos y a otros de distinta manera. Creemos que las penas de muerte más mortíferas, son la hambruna, las contaminaciones, las invasiones todas, las empresas armamentistas y las guerras, son estas las mayores y aberrantes penas de muerte, causando sufrimientos, desgarros y hondas penas. Penas de muerte son las que por orden del imperio des-cuartizaron a Tupac Amaru, penas de muerte son las que asesinan a Luther King, a Salvador Allende, a Olof Palme, a Monseñor Romero, a Michelini, a Gatti, a la mujer, al ni-ño y a los hombres asesinados y de-saparecidos; y todas estas penas de muerte organizadas llevan el sello del imperialismo. Claro que nos apena toda pena de muerte, y muy claro además que estamos contra ella, porque estaremos siempre a favor y en defensa de la vida. Pero es que aún nos matan, nos continúan matando desde hace siglos, si hasta por predicar el amor y la justicia en nombre de su dios, asesinaron al insurrecto Jesucristo. La muerte acecha detrás de cada puerta, desde antes de Nerón, desde antes de las hordas criminales, y hay que entender de que si estamos en contra de la pena de muerte, hay que hacer algo contra los que la determinan!& Abuelo me contaba de que cuando una alimaña destrozaba sembrados, jardines y hortalizas, había que suprimirla& pero entonces la muerte de esa horrenda alimaña, acontecía ante el hecho de preservar la vida.

Claro que nos apena toda pena de muerte, nos apena y nos duele, como también nos duele -desde otros dolores- que al talentoso Saramago -valiente Premio Nobel -le duela en demasía lo Cuba- acontecido. Nos duele que a Galeano, con sus Venas abiertas de América Latina aún sangrantes, le duela tanto Cuba. Y a Ana Belén amada, nos duele todo el canto, el amor, la poesía y los inte-lectuales que apuestan por la paz y también por la vida. Por todo esto, ante la vida plena y la bien odiada muerte, nos tornamos pensantes y analíticos: hace años, en el pequeño-gran país llamado Uruguay, el ajus-ticiamiento del monstruo Dan Mi-trione, fue una acción por la vida preservada, no por la muerte misma. Si la vida nos otorgara la posibilidad de llegarnos ancianos a la muerte, no solo no la esperaríamos, sino que nos encaminaríamos hacia ella, dispuestos y sonrientes por todo lo vivido. Pero, para lograrlo; sería ne-cesaria la no existencia del impe-rialismo. La no existencia del terro-rismo de estado, que es el único, ho-rrendo, inaceptable y loco terroris-mo. Cuando hablamos de paz, de-beríamos referirnos a la paz estruc-turada por nosotros, nunca a la paz que nos plantean los que nos han hecho la guerra. Cuando nos hablan de ser tolerantes, es porque no to-leraron nuestros sueños. Cuando hablan de perdón y olvidos, es porque nos condenaron los anhelos, nos usurparon los derechos todos, nos flagelaron cuerpos e ideales& y pretenden borrarnos nuestra memoria histórica, la de entonces, la nuestra, la de todos. Sobre la pena de muerte y quienes las orquestan desde el imperio obsceno, se yergue la gran pena de los pueblos y se transforma en voz altisonante, comprometida, fiel, liberadora. Analicemos hoy, pensemos, cotejemos; si queremos realmente preservarnos la vida, y el amor, y los sueños.



Copyright ©
Semanario Liberación
Box 18040
20032, Malmö, Suecia
Teléfono: +46 40 672 65 02
Telefax: +46 40 672 65 03
Correo electrónico: