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25-Abril-2003

 

¡CUBA SÍ, YANQUIS NO!

 

escribe Cándido

Seguramente este título, que fue bandera del movimiento popular latinoamericano y prácticamente mundial en los años 60, merecerá el desprecio de los voceros del imperialismo, practicantes del pensamiento único, y una sonrisa de tolerancia compasiva, en el mejor de los casos, de los sensatos renovadores de la izquierda que supieron corregir a tiempo sus errores juveniles. Una de las recetas del pensamiento neoliberal, que mucha izquierda hizo suya, fue la proscripción de expresiones tales como lucha de clases, imperialismo justicia social, pueblo, consustanciadas con las mejores tradiciones de las luchas populares. Lo rescato con plena conciencia de su vigencia, en un momento histórico, en que Cuba y su Revolución, enfrentan los hipócritas ataques de los que no han dado un minuto de tregua a su odio contra el pueblo que se permitió hacer una Revolución de verdad en las narices del imperio, y también el cuestionamiento de personalidades, especialmente del mundo de la cultura, con una honestidad intelectual acreditada y consecuente solidaridad con Cuba.

El aluvión de textos publicados por dichos intelectuales a partir de la ejecución por parte del gobierno de Cuba, de tres secuestradores armados que pusieron en peligro la vida de personas inocentes, hace imposible el análisis de los argumentos, muchos de ellos incuestionables y en cualquier caso merecedores de una discusión franca.

Como testigo, apasionado, solidario pero siempre crítico de la Revolución Cubana desde su nacimiento, me sumo sin reservas al rechazo a las ejecuciones. Sin llorar lágrimas de cocodrilo por los terroristas, sino por un principio ético que no puede ser válido según quien lo vulnere. Que es lo que ocurre a diario con gobiernos y medios que dicen defender la democracia y los derechos humanos a los que nunca se les ha ocurrido que Sharon y el imperio norteamericano que lo ha apoyado sistemáticamente son terroristas genocidas de la peor especie y representan hoy y en el futuro inmediato, el mayor peligro que enfrenta la humanidad.

Puedo admitir otras críticas que se han formulado , errores, que los propios cubanos han sido los primeros en reconocer, pero nada de ello, incluidas las recientes ejecuciones, me llevan, racionalmente y considerando las condiciones objetivas a ponerle peros a mi solidaridad con el gobierno y pueblo cubanos.

Exigirle democratización, elecciones libres en las actuales circunstancias a Cuba resulta por lo menos extraño. ¿Qué democracia, la de Estados Unidos, en la que más de la mitad de la población no participa, en la que las grandes transnacionales financian a los candidatos, que desde el presidente para abajo terminan siendo sus administradores una vez en la Casa Blanca o el Congreso?.

¿La de nuestros países latinoamericanos, donde las elecciones las deciden los canales de televisión y los grandes diarios, todos ellos en manos de unas familias, la rosca financiera, corruptas, sirvientes del imperio para esquilmar y oprimir a sus respectivos pueblos?.

Quienes reclaman apertura democrática a Cuba, ignoran que existe la CIA y la mafia de Miami, no se enteraron de lo ocurrido recientemente en Venezuela -la persona de Chávez puede ser polémica pero lo eligió democráticamente el pueblo- y ha procurado mejorar las condiciones de los más desamparados, no se acuerdan de Guatemala de Jacobo Arbenz, de las Escuela de las Américas en donde asimilaron los militares latinoamericanos las prácticas de exterminio de los comunistas (ahora serían terroristas), de la Contra nicaragüense, y el Chile de Salvador Allende. Todo eso no pertenece al pasado, si con ello se quiere aludir a algo que sólo tiene un interés histórico. El proyecto imperial ha cobrado un impulso demencial y amenaza, no sólo a Cuba, sino al mundo entero. Pero Cuba es nuestra y mientras los niños cubanos vayan a la escuela y no duerman en las calles, mientras no sean objeto de comercio sexual como ocurre en todos los demás países democráticos del Continente, y ocupen un lugar privilegiado en las estadísticas de mortalidad infantil, sentiré que ahí hay un concepto de derechos humanos por el que vale la pena luchar.

Con perdón de Saramago, hasta aquí he llegado y no me quedo, sigo, sin abdicar de mis facultades críticas, y sin soñar con paraísos terrenales, solidario con la Revolución Cubana.



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