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Los nuevos bárbaros |
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escribe Cándido Destruyeron todo cuanto quisieron descargando incesantemente durante 20 días. Miles de toneladas de bombas, sobre niños, mujeres, edificios, los palacios de Sadam, hospitales. Fase de ablandamiento le llamaron los estrategas. Después en tierra, parapetados en sus poderosos tanques. Allí siguieron sembrando la muerte incluso entre sus aliados, los súbditos que Blair mandó en la cruzada liberadora. Y entre los periodistas, que a veces tienen la mala ocurrencia de informar la verdad. La mayoría, con contratos basura o sin ningún contrato, de los grandes democráticos medios occidentales, a los que, con sus crónicas, contribuyeron a engrosar las páginas de publicidad. Todo este horror con el objetivo principal de dar caza al demonio Sadam Hussein. Vivo o muerto dijo el gran idiota. Igual que con Bin Ladén. Pero ni uno y otro han sido cazados. Mostrar su cabeza ensartada en la punta de un fusil y cubierta por la bandera americana hubiera sido una suerte de orgasmo patriótico colectivo. Como si el destino del mundo dependiera de esas cabezas. Hasta ahora no ha podido ser. El jefe de Al Qaida, huyó de los bombardeos de Afganistán en una mula según algunos o en una Harley Davidson según otros. De tanto en tanto aparece en algún video profiriendo amenazas apocalípticas que le sirven a la banda de Bush para aterrorizar y controlar mejor al pobre pueblo de su país. Y en Afganistán las luchas siguen y cada tanto se informa de una masacre de una boda o un entierro causada por algún misil americano poco inteligente. Todo indica que en Irak va a ocurrir lo mismo. A Sadam lo buscan en los túneles o en Siria, el nuevo escalón en la cruzada liberadora. El otro objetivo, encontrar los arsenales de destrucción masiva, razón esgrimida para la guerra infame, tampoco ha podido cumplirse. Pero seguramente pronto veremos en la televisión los grandes arsenales descubiertos en cajas bien ordenadas para las cámaras. Igual que esos arsenales que muestra la policía para demostrar que unos jóvenes ocupantes de algún inmueble deshabitado son un peligro para la seguridad de la nación. Los columnistas cipayos dirán ¡vieron que teníamos razón! Y no la tuvo el tonto de Blix y sus inspectores, ni Francia, ni Alemania que le hicieron el juego al tirano. Es difícil discernir si lo que vino después de derrotado el enemigo, no fue peor. Como buenos bárbaros deseosos del botín, se preocuparon de cuidar los pozos y las oficinas relacionadas con el petróleo. Y permitieron -y según testigos oculares, alentaron- el saqueo de los edificios donde se guardaban tesoros insustituibles de las primeras civilizaciones del mundo, sumerios, asirios, caldeos, que fundaron las famosas ciudades de Assur en el 3000 a C o Babilonia hacia el 2 700 antes de C. Y aportaron los primeros conocimientos en literatura, arquitectura, matemáticas, medicina, astronomía. Todos esos testimonios han sido destruidos por los nuevos bárbaros. Claro que Bush nunca oyó hablar de ellos. El cree que la civilización, la única que existe, la occidental y cristiana, la de los 44 millones de gordos, los Mc Donald, la Coca-Cola, los millones de drogadictos y las matanzas de cada día entre los ciudadanos, comenzó en 1776. Tampoco el ministro de Justicia John Ashcroft debe tener noticias del rey de Babilonia Hammurabi, que en 1700 a C confeccionó su famoso Código. Nada de eso se cotiza en la bolsa de Nueva York. Pero por alguna razón, incomprensible para estos nuevos bárbaros, esos testimonios ahora destruidos, perduraron 4.000 años. En cambio la «era Bush» pasará como un mal sueño fugaz destinado al basurero de la historia. |
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