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Con Gabriel Flores Jair, director teatral |
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escribe Pepe Viñoles Gabriel tenía 10 años cuando en 1978 llegó Suecia, previo pasaje por Brasil, desde Córdoba en Argentina, acompañando el exilio de sus padres. Ahora tiene 35 años, ha dirigido actores profesionales en Malmö y puesto en escena varias obras, las que han tenido una muy buena recepción del público y de la crítica. Sin embargo nunca ha estudiado formalmente teatro, aunque lo que sabe y ha podido realizar en estos años es el resultado de una clara sensibilidad, autoformación teóricopráctica y sobre todo una sostenida pasión por contar historias, como Gabriel mismo le llama a lo que él hace y le interesa. Pero el camino que Gabriel Flores Jair ha seguido de ayer al presente no ha sido ni directo ni fácil, y mucho menos su vocación por el arte dramático nació tempranamente. Quizá por los mismos ajetreos que sufrió su familia que en determinado momento, entre 1981 y 1983, deciden radicarse en Mozambique, trabajando los padres de Gabriel como cooperadores internacionales en ese país africano por entonces recién liberado del colonialismo portugués. Gabriel recuerda que ese período africano lo agarró en plenos disturbios adolescentes y que sus padres desesperados tuvieron que pararle el carro antes que las cosas pasaran a mayores, cuando en compañía de otros hijos de cooperantes hacían sólo desastres. Nos comportábamos como nenes bien y los mozabiqueños no sabían que hacer con nosotros, éramos de terror, el choque cultural fue grande. Entre los 13 y los 15 años pasé por un período caótico recuerda Gabriel. Dice que se tranquilizó un poco cuando regresan otra vez a Suecia y a Malmö. Se interesa por entonces en la fotografía. De esos años Gabriel cuenta: Formamos un grupo de jóvenes latinos para dejarnos de joder y como manera de organizarnos nosotros mismos. Porque otros jóvenes latinos de Malmö tenían su propia organización política y nosotros no estábamos en nada. Muchos chilenos en la Juventud Comunista o los uruguayos que se organizaban en el 26 de Marzo. Hicimos cursos de música y de otras cosas; el actor y poeta Jesús Ortega por ejemplo, nos daba teatro y pantomima. Pero yo sólo quería sacar fotos. Pero en 1985 al final de la dictadura militar argentina, sus padres deciden regresar a Córdoba y Gabriel Flores viaja con ellos, allá me tengo que ganar los pesos haciendo changas, como trabajar en la Coca-Cola. Al final nos quedamos en Argentina sólo seis meses volviendo definitivamente a Malmö, ya que mis viejos se mudaron a Eskiltuna donde todavía viven. Pero el teatro de dónde le viene a Gabriel Flores. Él anota que sus padres se dedicaban al teatro de títeres en villas miserias y en otras zonas pobres, guarda recuerdos de su infancia en Córdoba de los títeres colgados secándose al sol, que ellos hacían, además de la presencia muy cercana de su tío Nicolás Jair también actor de teatro. Yo estuve por irme a vivir a Chile, porque mi padre poco antes del golpe de Pinochet se había ido a Santiago a trabajar en teatro popular. El golpe impidió nuestro traslado. Quizá de ahí viene mi vocación, crecí viendo contar historias, pero durante años eso no lo tuve tan en cuenta. En una Folketskola de Eskiltuna cursa la línea de estética y a fines de los años 80 hace Gabriel por primera vez teatro, cuando conoce al actor chileno Rodrigo Flores (otro Flores recién llegado de Rumania donde había estudiado actuación y dirección), decidiéndose ellos a montar Pedro y el capitán una obra para dos personajes de Mario Benedetti, que finalmente muestran en Malmö y en otras ciudades de Suecia. Durante más de 4 años Gabriel Flores vive en Estocolmo, participó como «pinche» y asistente en las producciones de Interkult que dirigía el director norteamericano Chris Torch y en Jordcirkus, proyectos multiculturales de principios de los años 90. Allí Gabriel actuó, dirigió y realizó tareas de producción. Yo me decía: No conozco a nadie. No tengo estudios y no soy nadie. Sin embargo, fue Chris el único que me abrió puertas en Estocolmo. Descubrí entonces que lo que yo quería era dirigir teatro. Y cuando vuelvo a Malmö trabajo primero como productor del teatro Kaleidoskop que hace `På vilande hav´ una obra de Mrozek. Después fundamos Kultubrigaden y hacemos `La muerte y la doncella´ de Ariel Dorfman donde es la última vez que trabajo como actor (porque no había guita para pagar un actor); así como una obrita inspirada en los novelones de televisión. Al mismo tiempo me pongo a trabajar con Natik Awayez durante dos años para crear primero y desarrollar después Inkonst (NR. un conocido espacio cultural de Malmö). Cuando dejo Inkonst, es que formamos el teatro Delirium y comienzo dirigir una sucesión de obras que me interesaba poner en escena porque tenían para mí un mismo hilo conductor. Así Gabriel dirige sucesivamente El beso de la mujer araña de Manuel Puig, Vía Dolorosa de David Hare; Oleanna de David Mamet; La canción de Ulrika Meinhof de Christopher Barnett, y por último como cierre de esta etapa, estrena recientemente Naken de Joyce Carol Oates. De esta manera Delirium ha sido mi propia escuela de teatro. He contado con buenos actores y en todos los casos con una gran paciencia por parte de ellos que me ha ayudado mucho. Para mí el hacer teatro en español o en sueco se me aparecía como un problema secundario. Se trata siempre cómo en cualquier caso de contar una historia. Incluso hay cosas que no sé si podría contarlas en sueco. Porque mi idioma emocional es el español y el racional es el sueco. Pero el problema es también el del público al que uno desea dirigirse. Si lo hiciera en español me reduzco a llegar a un número muy determinado de personas, que por lo demás suelen estar más interesadas en el fútbol y la salsa que en el teatro, como sucede con la gran mayoría de los latinos. Por otro lado, resultaba un desafío interesante que al dirigir teatro hablado en sueco, con actores suecos sin ser yo sueco y sin tener estudios académicos, era como pegar desde abajo. Las ventajas podrían ser entre otras, (además de ampliar el público), contar con esa especie de benevolencia de rasgos poscoloniales que existe en esta sociedad y que en muchos casos puede resultar bastante fastidiosa. Las desventajas o contras han sido las económicas, pero en Delirium nos pusimos de acuerdo desde el principio en que podíamos hacer teatro con producciones poco costosas. dice Gabriel Flores que considera cerrada esta etapa. Ahora quiere hacer cine, está trabajando ya en la idea de realizar unos documetales, al tiempo que tiene pensado trabajar como asistente de un conocido director teatral de Escania. Para aprender más dice. |
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