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11-Abril-2003

 

Antonio Deltoro, poeta mexicano
En las aguas del jueves

 

escribe Juan Cameron

Con una poesía profundamente humana en la cual prima de concepción del otro, el mexicano Antonio Deltoro se identifica con la mejor producción de la promoción del 65, que en su país ha entregado nombres de importancia, como Elsa Cross, David Huerta, Francisco Hernández y Marco Antonio Campos. En marzo pasado concurrió al Encuentro Internacional Chilepoesía, oportunidad en que presentó su recopilación En las aguas del jueves para siempre.

Antonio Deltoro nació en ciudad de México, en 1947. Ha publicado Algarabía inorgánica (1979), ¿Hacia dónde es aquí? (1984), Los días descalzos (1992), Balance de sombras (1997) y las recopilaciones Poesía reunida (1999) y En las aguas del jueves para siempre (2002).

Deltoro es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y dirige un taller de lectura y escritura en la Casa del Poeta. En 1996 obtuvo el prestigioso premio nacional de Aguascalientes. En su taller, declara a Gabriel Ríos en una entrevista, se preferencia la lectura: «Leer y escribir son cosas primeras que aprendemos; dos actividades insolubles: podemos leer sin escribir, pero no podemos escribir sin leer. Cuando escribimos somos nuestro primer lector y depende de la calidad de éste, lo que escribamos» (página web de Conaculta).

Invitado al encuentro Chilepoesía, que se llevó a cabo en fecha reciente en Santiago y otras ciudades chilenas, su poesía cálida y profundamente humana fue recibida con elogios y no fueron pocos los aplausos. Su presentación en la Casa de España y en la Plaza Constitución constituyeron una muestra de oficio y de sabiduría. Para Alicia García Bergua, « los días son el mundo que explora este poeta, están hechos de mañanas y tardes, de luces y de sombras, de cenefas de otros días, de todo lo que somos y hemos sido. Son el tiempo realmente humano, son la verdadera escala de nuestra experiencia».

Tales afirmaciones quedan avaladas en su producción más reciente, En las aguas del jueves para siempre, que el Fondo editorial de la Municipalidad de Queretaro editara en cinco mil ejemplares de distribución gratuita, en homenaje al Día Nacional del Libro, el 12 de noviembre. Este volumen, la segunda muestra antológica del autor, fue preparado por Martha Favila y Manuel Cruz y reune textos de sus cuatro primeros libros.

El título pareciera desarrollar la línea mostrada en su poema Jueves de ¿Hacia dónde es aquí? Si el texto se valorara entonces como un ars poética, las claves de una existencia llegada a la madurez aflorarían a la lectura. En ese punto la espera ha florecido y todo se da como una natural consecuencia del camino: Apenas son las doce y ya he conocido mujeres que me han llevado al entusiasmo,/ la pelota ha golpeado la pared, me ha llenado de vejez un anciano./ Los jueves el tiempo se detiene, surgen la poesía y los amigos.

El nombre del poeta se confunde con el del bardo español, presumiblemente catalán, Antonio Deltoro. Puede ser su padre. Y un volumen de poemas infantiles, publicado en 1990 con el título de La Plaza, podría atribuirse por el momento a cualquiera de ellos. El texto Caligrafías, de Balanza de sombras, podría confirmar estas dudas: escribo estas líneas con mi mano/ y me parece que las traza la mano de mi padre (...) en sus trazos está él incorporándome/ a sus paseos y a sus lecturas,/ a su elegancia y a sus fracasos,/ a su exilio y a su guerra civil.

Es constante en sus versos este viso de ternura, esta mirada al otro que resume, más que mera tolerancia a lo diverso, amor hacia la especie humana. Ya no es el individuo principal, el yo que escribe y sufre y goza, el verdadero centro de su atención; sino aquel desconocido que a su lado pasa, al olvidado por la historia y por la fama. En el texto Vecinos, también de Balanza de sombras, nos habla del vecino de Mozart, aquel que ignora, tal vez molesto por la música, la importancia de aquel maestro universal; pero también de aquel individuo ignorado por el músico y por quienes darán cuenta de éste a la historia venidera.

Hay un goce por lo vital y lo hermoso de la existencia en esta poesía. Una suerte de agradecimiento hacia la naturaleza por la oportunidad, y tal vez, de permitirle compartir este breve transcurso acompañado de pájaros y de muchachas, de sombras y de olas por el suave declive de la tarde. Como si acaso dionisíaco leve y de pulcra trascendencia, Antonio Deltoro apostara por la bondad diciéndonos que en ella está todo el derroche. El mismo texto Balanza de las sombras, que da título a su libro del 97, es un disfrutar permanente: En las mañanas me basta ser como le basta a todo ser/ el ser en esa luz: los pájaros son pájaros/ y nada más; las muchachas, muchachas/ y hasta a los viejos les sienta bien/ ser viejos y quedarse sentados.

Sencilla y pulcra poesía -como destacan los prologuistas de su reciente producción- que nos llena de alegría y justifica el enorme esfuerzo del poeta José María Memet y de su equipo para juntar, en Chile, lo más alto de la poesía continental.



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