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04-Abril-2003

 

El escorpión y el sapo

 

escribe Mario del Gaudio.

RIO DE JANEIRO. Luis Ignacio da Silva está cumpliendo cien días. Lo que caracterizó este periodo fue el continuismo y la intención de profundizar la política económica del ex presidente, el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso.

Al mantener la tasa de intereses oficial (Selioc) el 26.5% anual el ministro de Economía Antonio Palocci dio el primer inicio de que con el nuevo gobierno, más allá de la retórica, cambió el collar pero el perro es el mismo. Esta tasa le permite a los bancos continuar con sus ganancias estratosféricas a costa del creciente endeudamiento público.

Con la misma táctica, el año pasado el sistema financiero privado (nacional y extranjero) batió todos los récords de ganancias consiguiendo los más altos dividendos del mundo. El negocio es simple: los bancos captan recursos en el exterior pagando intereses del 6 al 8,5 % anual y enseguida los presta al gobierno brasileño que les paga por lo menos la tasa Selic.

Ni siquiera la invasión norteamericana a Iraq intimidó a los prestamistas extranjeros en relación a los «títulos» de los bancos brasileños, al contrario, el «riesgo Brasil» disminuyó por recomendación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Los bancos Bradesco, Santander, Modal y Votorantim captaron en el exterior, en lo que va de la guerra, 700 millones de dólares. La ganancia que tendrán en esta pequeña operación es fabulosa: en un año recibirán del Estado 180 millones de dólares de intereses de los cuales pagarán apenas alrededor de 56 millones, con una utilidad neta de nada menos que 126 millones de dólares.

Por eso James Wolfensohn, presidente del BIRD está loco de la vida de contento y va a prestarla a Brasil 505 millones de dólares, lógicamente con la tasa de interés internacional Libor, para que el gobierno Lula «los use según la conveniencia del país». Pero todos saben que 180 millones serán para garantizar el pago de los intereses a los bancos privado y el resto, 320 millones, se acumulará con los 700 millones.En menos de dos semanas la deuda brasileña aumentará en mil millones de dólares.

Wolfensohn, en un asado en el Palacio Jaburú el domingo pasado, donde estaba el presidente Lula, el vicepresidente José Alencar, el ministro de Economía Palocci y el presidente del Banco Central, Héctor Meirelles, el ex vicepresidente del City Bank-Citycorp, uno de los principales acreedores de Brasil, FMI y del BM repiten como loros: «hay que reformar lo antes posible los sistemas de previsión social y tributario, además de acelerar la autonomía del Banco Central».

Son justamente estas las prioridades que se trazaron Lula y Palocci en el Parlamento. Enfrentan sin embargo fuerte oposición en el propio PT y en los partidos aliados, especialmente Partido Socialista, Partido Democrático Trabalhista (PDT) y PCdoB.

El actual gobierno, paradójicamente, para aprobar esas reformas constitucionales cuenta con el apoyo del centroderechista PFL y del socialliberaldemócrata PSDB que con el liderazgo de Fernando H.Cardoso gobernaron el país por ocho años. En ese lapso Cardoso no pudo realizarlas porque el PT se opuso con fuerza.

La verdadera oposición a estas reformas se anida en las propias filas del PT. Esta oposición encabezada por la senadora Heloisa Helena es minoría dentro del PT (alrededor del 17% de su electorado) pero junto a las bancadas del PSB, PDT PCdoB, así como parte del PMDB e inconformes del PFL pueden agriarle al fiesta a Wolfenshon y secuaces.

La minoría petista y algunos políticos históricos como Leonel Brizola reclaman que no se puede prometer una cosa y hacer la contraria. La izquierda no puede practicar lo que tanto le criticó a Fernando Henrique Cardoso. En pocas palabras, el gobierno Lula tiene que romper con el continuismo, bajar las tasas de interés (Selic) para incentivar al sector productivo y reducir el endeudamiento público, desarrollar políticas de empleo en vez de más que repetidas políticas recesivas, y especialmente no tocar los derechos de los jubilados y pensionistas, ni los ya adquiridos, ni los que amparan actualmente a los trabajadores, sean públicos como de la iniciativa privada, sostienen.

Al final de cuentas, dicen los llamados radicales, se trata de ser coherentes, o se cambia o el país sumergirá todavía más en los graves y crecientes dramas sociales cuya principal causa es la ausencia del estado en la salud, en la educación y en la producción de renta para el pueblo.

Las cifras de alguna manera les dan razón. Los profundos cortes en los recursos aplicados en los sectores sociales durante la gestión de Cardoso, produjo por un lado una miseria nunca vista en esta vista, y por otro, colosales superávits en las cuentas del Estado que terminaron revirtiéndose en el pago de cuantiosos intereses de la deuda que, a su vez, lejos de disminuir se multiplicó.

Así en los últimos 12 meses a pesar de que el superávit en las cuentas del Estado (entradas fiscales menos total de gastos) alcanzó al récord de 49 mil 942 millones de reales, como los gastos con intereses de la deuda fueron de 129 mil 837 millones de reales (a los cuales hay que agregar la devalorización en casi 70 mil millones de reales de un año atrás; ahora, con la desvalorización, llegan a 148 mil 660 millones de reales, más de 43 mil millones de dólares). En apenas un año. Que se agregan a los 249 mil millones de dólares de deuda heredados.

El FMI y el Banco Mundial aplauden a Brasil por continuar en el mismo rumbo. Un analista económico que integra el equipo económico de Palocci y que estuvo presente en el asado del Palacio Jaburú, me comentó que en las filas oficiales existe la convicción de que todavía no llegó el momento para que el sapo se saque d encima al escorpión pues «estamos vadeando el río». El FMI y el BM son el escorpión y el gobierno de Brasil, el sapo. Según esta tenga fuerzas para cargar al escorpión y principalmente no intente deshacerse de él. Lo que no explicó es que pasará cuando el cuerpo del sapo no aguante más.



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