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04-Abril-2003

 

Bush asume la dirección de la guerra

 

El presidente George Bush se proclamó comandante en jefe y ordenó a sus tropas a reiniciar la ofensiva y tomar Bagdad, cueste lo que cueste. A su orden, toneladas de explosivos siguieron cayendo indiscriminadamente sobre la capital iraquí.

Cuando el mariscal Von Paulus, recibió la orden de Hitler de resistir hasta la muerte de todos sus hombres en la batalla de Stalingrado, supo que era hora de romper con el fanático dictador del Tercer Reich. No sé que pensarán los generales norteamericanos y británicos, al recibir la orden del presidente George W. Bush, de mantener la ofensiva y ocupar Bagdad a como dé lugar, pero a nadie se le escapa la similitud entre aquel fanático extremista, de lo más cruel del capitalismo, y este nuevo emperador del mundo.

Es que Bush se cree también un hombre tocado por la gracia divina y que puede emprender con éxito cualquier tarea. Poco después de asumir la presidencia, se reunió con un grupo de líderes religiosos en el salón oval de la Casa Blanca. Les comentó que él había sido un hombre dedicado a la vida fácil y a la bebida, y que sólo la religión lo había salvado e impulsado en su carrera política. Desde entonces, la Biblia está presente en todos las reuniones. Hace poco, el Congreso votó una ley para hacer obligatoria la colocación de carteles con los 10 mandamientos en todas las escuelas del país, y la semana pasada, se votó una comunicación del Congreso al presidente, para decretar un día de plegarias y ruegos, para desear éxito a los soldados que invaden Irak. Hasta el ayatolhá Jomeini, hubiera palidecido de envidia ante tanto poder religioso en el seno de la potencia mundial.

Y no es casual tampoco que el presidente Bush caiga cada dos por tres en el error de anunciar que "la liberación de Irak" es una "cruzada".

Con el mismo fervor religioso, el pasado fin de semana, en una cumbre militar realizada por teleconferencia, Bush rechazó las críticas a la conducción de la guerra, y ordenó el reinicio de la ofensiva y la toma de Bagdad a como de lugar.

Participaron de la teleconferencia, junto a Bush en Camp David, tres civiles: el director de la CIA, George Tenet, la consejera para la Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, y el jefe de despacho de la Casa Blanca, Andrew Card. Conectados por video estaban el vicepresidente, Dick Cheney; Rumsfeld y su segundo, Paul Wolfowitz; el secretario de Estado, Colin Powell, y el jefe del Comando Conjunto, general Richard Myers. Bush reafirmó allí su rol de comandante en jefe y remarcó que está en control pese a la inesperada resistencia iraquí que complica el ataque final.

Bush rechazó los reclamos militares de enviar más hombres y pertrechos antes de continuar la ofensiva sobre la capital iraquí, y respaldó a su secretario de Defensa, víctima de los cuestionamientos.

El influyente diario norteamericano, "The Washington Post", partidario de la guerra, publicó una investigación en la que varios jefes militares en el campo de batalla, reclaman un cambio en los planes. Señalan la necesidad de adoptar un plan más convencional en que se establezca una rotunda supremacía de hombres y medios antes de iniciar el ataque, y evitar esta larga ofensiva en que son necesarios muchos hombres para mantener la línea de abastecimiento y proteger la retaguardia.

Los militares cuestionan la llamada "doctrina Rumsfeld" que está siendo instrumentada y que planeó el uso de una fuerza reducida y ligera para avanzar rápido, seguro de que el pueblo iraquí recibiría como libertadores a los marines y se daría vuelta contra Saddam. Según el diario, los oficiales sostienen que "Rumsfeld tomó significativos riesgos al dejar unidades clave en Alemania. El resultado es una fuerza de invasión muy chica, con baja protección y mal aprovisionada". El general retirado Barry Mc Caffrey, que comandaba una división durante la Guerra del Golfo y fue zar antidrogas del presidente Bill Clinton, dijo que advirtió al Pentágono sobre el problema antes de que comenzara la guerra. Según Mc Caffrey, Rumsfeld se estaba metiendo demasiado en el despliegue de las fuerzas. Y no dejaba que los comandantes del ejército decidieran qué era lo que necesitaban para la guerra.

Antes de avanzar sobre Bagdad, los comandantes piden que se bombardeen las bases de la Guardia Republicana alrededor de la capital iraquí, y sólo estarían dispuestos a avanzar en el momento que hayan sido desplegados los 90.000 hombres que deberían haber entrado por Turquía, pero que ahora lo están haciendo vía Kuwait.



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