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28-Marzo-2003

 

La guerra y los medios

 

escribe Cándido

Esta guerra que nos prometieron rápida y aséptica, pero que todo parece indicar está ya en camino de ser todo lo contrario, es decir, larga y putrefacta, ha destapado una caja de Pandora en la que, entre las calamidades han surgido consecuencias nuevas y positivas. En primer lugar ha servido para hacer salir de sus madrigueras, sean estas servicios de inteligencia, escuelas de defensa, u organismos de política exterior, periodistas o expertos en estrategia, a figuras desconocidas que posaban de demócratas o derecha civilizada y que han tenido que mostrar que están junto a una pandilla -la de Bush y colaboradores- mucho más peligrosa que el demonio que dicen combatir. Es bueno conocerlos.

Pero también esta guerra ha tenido la ventaja -si es que cabe esta palabra tratándose de una guerra- de poner en marcha un movimiento universal contra los propósitos de establecer una dictadura global por parte de un imperio decadente cada vez más huérfano de principios éticos y de apoyo.
Una humanidad que ya no compra más tranvías y que se indigna o se ríe de las estupideces que salen de la boca del emperador Bush o las mentiras de Rumsfeld.

Otra consecuencia de importancia innegable, es que el control global de los medios, que fue la característica de la guerra contra Irak en 1991, ya ha dejado de ser tal. En parte porque las nuevas tecnologías informáticas no son exclusivas del imperio sino que están disponibles para todos. En parte porque esta formidable presión que los pueblos, comunicados entre sí minuto a minuto, a través de las redes informáticas, constituyen una fuerza moral que nadie puede desestimar. Y menos los medios de información. Y también porque en la profesión de periodista no todos son encamados como se les denomina a los émulos de Mónica Lewinsky que decidieron arrodillarse bajo el poder de los militares anglo-americanos. Hay también gente decente que cuenta la realidad tal cual es o por lo menos tal como la observa.

Es la misma estirpe de periodistas de la televisión española, que pese a ser un servicio público, está escandalosamente controlada y desvirtuada por el gobierno de José María Aznar, que protestaron públicamente contra la tergiversación permanente de la información
En el democrático paraíso de la libertad americana, el control o en muchos casos el autocontrol es todavía mayor.

Ya antes de iniciar la agresión a Irak, la administración de Bush, eliminaba en las convocatorias a alguna conferencia de prensa, a los representantes de importante diarios que tenían una posición contraria a la guerra. Tamaño atropello nunca conmovió a nuestros celosos defensores de la libertad de prensa. Bush ha utilizado la prensa adicta para mantener aterrorizado a su propio pueblo, para hacerle creer que Sadan Hussein y Usama bin Ladén son la misma cosa. Un arma de doble filo porque ahonda los efectos destructivos que el ataque del 11-S dejó en el inconsciente colectivo del pueblo norteamericano. Y porque esa mentira tiene patas cortas.

En esa misma línea, ahora le está vedado a ese pueblo enterarse de lo que está ocurriendo con sus soldados. Sólo ve soldados iraquíes en actitud de rendirse ante las tropas anglo-americanas.
En este caos de larga duración que el imperio ha desatado y del que estamos apenas en el comienzo, este aire renovador que sopla en el mundo de la información, incluida la televisión sueca que criticamos en esta misma columna, resulta reconfortante.



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