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El triángulo Aznar-Uribe-Batlle |
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escribe Ignacio Cirio MONTEVIDEO. En una reciente visita a Uruguay, el periodista, analista y militante político de la izquierda argentina Luis Bilbao -fundador de la revista Crítica, articulista de Le Monde Diplomatique y El Espejo, entre otras- evaluó, en materia de política exterior se aprestaba a retomar la senda del «estado tapón». Aquella línea de la Foreign Office (Ministerio de Exteriores del Imperio Británico) aplicada con maestría por Lord Ponsomby en los albores del nacimiento del país-puerto a la vida republicana. Decía Bilbao en la entrevista condedida a la Juventud en abril de 2002: «El gobierno uruguayo está siendo utilizado por los EEUU como una cabecera de playa para una lucha estratégica contra los pueblos de América latina. Lo que ha hecho el gobierno uruguayo en relación con Cuba (...) siendo lo más visible y chocante es lo menos importante. Washington le está haciendo jugar un papel abiertamente contrario a los objetivos latinoamericanos al señor Batlle». Y analizaba más adelante Bilbao tomando en cuenta la ya previsible victoria del PT en Brasil y la profundización del proceso venezolano: «Veo a Uruguay directamente bajo la garra estadounidense tratando de convertir otra vez a este país en un estado tapón que impida la lógica de confluencia de los países del sur. EEUU está utilizando a este gobierno de una manera brutal para sus exclusivos intereses estratégicos». Algunos movimientos recientes en materia de política internacional del gobierno uruguayo retrotraen a este análisis. Como han pasado casi desapercibidos, cuando no ocultados lisa y llanamente, conviene refrescarlos: PRIMERO: El 1º de enero, durante la ceremonia de asunción del presidente brasileño Luiz Inácio Da Silva, Jorge Batlle aborda sorpresivamente a su par venezolano para advertirle que relevará de su cargo diplomático en Montevideo al militar retirado Emiro Brito Valerio, quien se desempeñaba como consejero político de la embajada en Uruguay, porque de lo contrario sería declarado persona non grata. Y le señaló que Emiro Brito, activo difusor del proceso bolivariano en Uruguay, en contraste con el resto de la anterior embajada que cumplió un rol vacilante en los peores momentos de 2002. Chávez optó por disminuir los roces y trasladó al funcionario a Caracas, ascendiéndolo sin embargo a un alto cargo en su cancillería. SEGUNDO: A comienzos de febrero de este año, inmediatamente después del atentado con coche bomba en Bogotá, el Presidente colombiano Álvaro Uribe se comunicó directamente con el edificio Libertad para solicitar de Batlle la convocatoria urgente a una reunión de cancilleres en Washington. El objetivo de Uribe -que en la asunción de su par y vecino Lucio Gutiérrez había solicitado a George W. Bush directamente la intervención contrainsurgente en su territorio- era que la Organización de Estados Americanos (OEA) declarase como «terroristas internacionales» a la par por ejemplo de Al-Qaeda, a las Fuerzas Armadas revolucionarias de Colombia (FARC), grupo que domina el 40% del territorio. El gobierno uruguayo tomó rápidamente cartas en el asunto, pero una segunda llamada de Bogotá, de parte de la canciller de ese país, desechó temporalmente la idea para tristeza del ministro Didier Opertti. La agenda de guerra de Washington está demasiado acotada en estas etapas previas como para abrir un nuevo frente diplomático con la vista puesta en lo militar. TERCERO: El domingo pasado, el presidente de Venezuela Hugo Chávez rompió su mutismo y sin medias tintas reclamó «respeto» a los funcionarios diplomáticos de Estados Unidos, España y particularmente a los colombianos respecto a los asuntos internos de Venezuela. La acusación pública desde el gobierno de Uribe respecto a que las fuerzas guerrileras colombianas contaban con una «retaguardia» en suelo venezolano fue demasiado y Chávez llegó incluso a desafiar con la ruptura de relaciones diplomáticas si Bogotá no cesaba en sus declaraciones falsas e injerencias internas. Otro tanto hubo para las autoridades de Madrid y Washington. CUARTO: A la madrugada siguiente, la brecha entre ambos países -que comparten miles de kilómetros de frontera seca selvática- se profundizó como consecuencia de un operativo tan brutal como burdo: explosivos frente a ambas sedes diplomáticas destruyeron parte de su infraestructura, sin causar víctimas humanas, ataque que fue reivindicado por fuerzas «chavistas» mediante ¡volantes arrojados sobre los escombros tras los estallidos! QUINTO: 24 horas después, Opertti mantiene un encuentro con el presidente Batlle del cual emerge exultante para anunciar que Uruguay se encuentra «preocupado» por las declaraciones de Chávez y «sigue con atención» la situación diplomática al norte de América del Sur. El tono del jefe de la diplomacia uruguaya cargaba las tintas claramente en la autoridades de Venezuela haciendo mención omisa de las múltiples declaraciones de funcionarios españoles y colombianos referidas a cómo Chávez viene manejando la no extinguida campaña de desestabilización interna. SEXTO: Al iniciarse esta semana, los ministerios de Defensa español y colombiano anunciaron un acuerdo estratégico, al calor tanto de la inminente guerra contra Irak de la cual el presidente José María Aznar ha sido un apóstol destacado, así como al creciente involucramiento de los Estados Unidos en el conflicto colombiano, una vez que las FARC reivindicaron tener en su poder a los militares yanquis que realizaban tareas de espionaje desde la avioneta derribada. El entendimiento se materializó aceleradamente el viernes cuando en una ceremonia en la embajada colombiana en Madrid le eran entregados al gobierno de Álvaro Uribe aviones de combate MIG y F1. En el acto participó nada menos que el primer ministro británico Tony Blair, de paso por España en su incansable derrotero por la guerra. SÉPTIMO: Por último volvamos a Uruguay para recordar una faceta de Batlle: sus últimos momentos de exaltación han coincidido con la visita de funcionarios estadounidenses: ya es famoso y reiterativo el «We are fantastic» frente a Paul ONeill, pero después vinieron las cortas vacaciones en la Florida invitado por Jeb Bush, que en esos días asumía la gobernación del estado más latino de la unión. Esta faceta del presidente uruguayo se expresa asimismo en que al no contar con reservas políticas internas, Batlle recurre sistemáticamente en momentos de desesperación a los Estados Unidos. Cuanto más ahogado se encuentra por la situación local, más se entierra en compromisos, más se nubla su otrora ocurrente conciencia y se pierde en alabanzas a Washington, alcanzando aquella imagen gráfica y brutal del canciller menemista Guido Di Tella de las «relaciones carnales». Con estos trazos -de distinta significación, claro está- alcanza para advertir que el compromiso del gobierno uruguayo con Estados Unidos irá in crescendo con el transcurso de los días y la profundización de la crisis. Washington se mueve en esta etapa con un triángulo en el área iberoamericana cuyos vértices son Aznar, Uribe... y Batlle. Habrá que esperar hasta las próximas y cercanas votaciones en Naciones Unidas en torno a Cuba para reafirmarlo. |
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