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07-Marzo-2003

Elecciones argentinas

 

A 50 días de las elecciones presidenciales, Argentina comprueba la fragmentación del peronismo y el fracaso de la izquierda en lograr una candidatura única. La suspensión indefinida de la elección de gobernador de Catamarca, agrega tensión a la interna del Justicialismo y alimenta los rumores sobre un corrimiento de la fecha de la elección presidencial.

Aunque el gobierno del presidente Eduardo Duhalde ha negado la suspensión de las elecciones, previstas para el 27 de abril, dirigentes peronistas, cercanos al ex presidente Carlos Menem, denuncian cada tanto esa posibilidad. Algunos analistas señalan que se trata de presiones en un juego en la interna del Justicialismo.

El Partido Justicialista, no podrá presentarse como tal en las próximas elecciones, tras la disputa entre sus sectores, en las fracasadas elecciones internas. De esta manera, cada una de las tres fórmulas presidenciales, deberá presentar su propio lema y no acumularán entre si.

El ex presidente, Carlos Menem, acompañado por Juan Carlos Romero, y que según algunos sondeos encabeza las encuestas con poco más del 17% de los votos, insiste con sus propuestas de salariazo, alineamiento sin titubeos con Estados Unidos e intervención de las Fuerzas Armadas en los conflictos sociales.

Por su parte, el sector afín al ex gobernador de la Provincia de Buenos Aires y actaul presidente, presenta la fórmula encabezada por Néstor Kirchner, y como candidato a vicepresidente, al ex menemista, Daniel Scioli. Las candidaturas peronistas se complementan con la fórmula encabezada Adolfo Rodríguez Saá y Melchor Posse. Rodríguez Saá intenta mantenerse al margen de la dura disputa entre duhaldistas y menemistas, al tiempo que intenta crecer con votantes de ambos sectores. Por su parte, la Unión Cívica Radical (UCR), que parece definitivamente enterrada como partido, busca resurgir a través de dos candidatos que surgieron de sus filas y que apuestan a los votantes de centro izquierda y centro derecha.
La polémica diputada Elisa Carrió, considerada de centro izquierda, encabeza la fórmula de la Alianza (ARI), acompañada del diputado mendocino Gustavo Gutiérrez, un hombre considerado de derecha, pero que jugó un papel importante en las denuncias de corrupción. Carrió se mantiene cuarta en als encuestas, aunque a menos de 3 puntos de Menem.

Por otra parte, el ex ministro de Economía, Ricardo López Murphy lleva como compañero de ruta al radical Leopoldo Moreau, buscando juntar los votos de la derecha tradicional con los votos radicales, y superar el 10% histórico de ese sector.

Estas elecciones, además del entorno y las circunstancias por las cuales se realizan, tienen varias características especiales. Por un lado consagra la fractura del peronismo en tres sectores. Es la primera vez en su historia que no logra unificarse de cara a una elección presidencial, aunque sí hubo experiencias importantes a nivel provincial, como la de Antonio Cafiero en la provincia de Buenos Aires en 1987. La segunda novedad es que el radicalismo, protagonista de todas las elecciones nacionales desde 1916, posiblemente quede en un sexto o incluso un séptimo lugar.

Los analistas políticos destacan que es evidente que el estallido de los partidos tradicionales es un fenómeno de superficie de transformaciones mucho más profundas. La más importante es el fin del bipartidismo, que se manifiesta en el hecho de que, a menos de dos meses de las elecciones, hay cuatro -incluso cinco- candidatos con chances de ganar. La elección de abril sería la primera disputa presidencial que no se define por una mayoría clara. De las 17 elecciones que se celebraron a lo largo del siglo pasado, en 16 hubo ganadores nítidos, que obtuvieron colegio electoral propio o evitaron el balotage. La única excepción fue el triunfo de Arturo Illia en 1963, con el PJ proscripto. La atomización electoral, la crisis de los partidos y el fin del bipartidismo son fenómenos que, aunque se vienen incubando desde hace tiempo, se manifestarán nítidamente en abril. La fragmentación del sistema político es reflejo de la crisis económica y la fragmentación social.



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