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Entrevistas imposibles |
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escribe Herbert Abimorad La familia Ducasse se había radicado en Montevideo, desde mediados de siglo, gracias a una vacante de cónsul que Francois Ducasse había logrado. El nacimiento de Isidore había alegrado aquella familia que se atrevió a cruzar el Atlántico para radicarse en ese pequeño y desconocido país. A los quince años el joven es enviado a París para iniciar estudios en la prestigiosa Escuela Politécnica. Al poco tiempo, los rumores sobre el estado enfermizo de Isidore, preocupaba a toda la colonia francesa en Montevideo. Pocos se hacían eco de sus condiciones de poeta. El director de El Siglo, periódico montevideano, me ofrece por entonces la posibilidad de hacerle una entrevista a Isidore Ducasse. Mi primera gestión fue dirigirme a la calle Andes, lugar donde su padre se desempeña como diplomático. Francois me da la dirección de su hijo en París y la de su tutor Jean Dazet. Además de la inquietud de conocer al poeta, me anima el interés de estar por primera vez en esa ciudad tan maravillosa. La casa donde vive Isidore Ducasse es un edificio viejo, exactamente el 15 de la Rue Vivienne, encuentro su nombre en una de las puertas en la cual golpeo. Me recibe un joven de aspecto enfermo, de ojos pequeños y hundidos, y con los dientes hacia afuera. Me de la bienvenida con cortesía. Cuando mis ojos comienzan a recorrer la habitación, descubro su afición por la música al ver al costado izquierdo un piano, y sobre él unas tazas de café sin lavar. Es entonces que aprovecho para lanzar mi primera pregunta. ¿Bebe mucho café, señor Ducasse? ¿Por qué su estadía en París? Tengo en mis manos dos ediciones de su poesía, una editado por la Casa Editorial de M. Lacroix de la calle Boulevard Montmartre, año 1868, y una corrección posterior, ambas me la cedió su padre. ¿Habrá notado diferencias entre los dos originales? Mi amigo George que es hijo de mi tutor, se cansó de mi amistad, él lo daba todo y yo absorbía el beneficio de su bondad. Fue un juego inconsciente en donde él fue la víctima. No lo veo desde hace muchos meses. ¿Por qué tanto odio? La lectura de su manuscrito me lleva a pensar de una vida triste y sin esperanza. «Lo he decidido desde el día de mi nacimiento. Ellos no me quieren. Verá la humanidad los mundos destruidos ... Un ejemplo de muchos. Destrucción y autodestrucción. Realmente pienso que la enfermedad de Isidoro ha transformado toda su psiquis, de manera automática le pregunto: ¿Pero antes de la enfermedad usted era otro hombre? ¿Piensa que su poesía llegará al público? ¿Cuándo será? ¡Usted tiene miedo del contagio, por eso se va! Como no parece dispuesto a aceptar mis disculpas, con un cabeceo le niego que así sea. Le sonrío. De esta manera me retiro de la casa de Isidore Ducasse. Pasarán algunos años en que nadie mencionará el nombre del Conde de Lautréamon. Es solo con la aparición del movimiento surrealista, cuando el mundo poético europeo lo recuperará. Más tarde será conocido en el idioma español, gracias a la traducción del inquieto y curioso Ramón Gómez de la Serna. Décadas más tarde retorno a París, esta vez para entrevistar a Jaques Lacan. Cual fue mi sorpresa al constatar, que el famoso sicoanalista vivía en la misma dirección que la que fue la de Lautrèamont. Hoy 4 de abril del 2000 recordando los 150 años de su nacimiento, en Montevideo llevo una rosa al monumento que Isidore Ducasse comparte con otros dos franco-uruguayos, Jules Laforge y Jules Supervielle. |
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