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21-Febrero-2003

 

Relectura de Manuel Mujica Láinez
Días de Bomarzo

 

escribe Juan Cameron

En 1962 aparece en Buenos Aires la novela Bomarzo, considerada la obra máxima del novelista argentino Manuel Mujica Láinez (1910-1984). El relato sobre la vida del Duque Pier Francesco Orsini resulta en el análisis del manejo del poder y escarba en la psicología de quienes lo ejercen con oficio y magnificencia, elevando a su autor a la categoría de clásico contemporáneo. La revisión de esta obra maestra nos permite comprender, de manera simbólica, los días de zozobra por los que atraviesa la humanidad.

Cerca de Roma, situado en lo alto de una colina, existe un pequeño pueblo de calles pedregosas y estrechas llamado Bomarzo. Entre los bordes del precipicio y la ciudadela se levanta el palacio en que viviera, durante el Siglo XVI, Pier Francesco Orsini, Duque de Bomarzo. El jorobado Orsini, entre cuyos parientes figuraban papas, señores de la guerra y connotados cortesanos, poseía gran cultura y sabiduría y, en su extravagante pasar, concibió seres fantásticos plenos de belleza y de cautivadoras deformaciones, a quienes instaló en los alrededores del castillo, en un lugar conocido como el Bosque de los Monstruos.

Orsini es considerado un visionario. Este salto en el desarrollo estético del Renacimiento, cuyos cánones no respetaba por cierto, esconde a la vez de una nueva concepción de la belleza -más profunda en sus significaciones y alejada de lo inmediato- una visión cínica y objetiva en los manejos de la política y del poder.

Este es el aspecto que el novelista argentino Manuel Mujica Láinez rescata en su obra magna, Bomarzo (1962), una verdadera ópera, tal como lo viera el compositor Alberto Ginastera al ponerla en escena. Pero mucho se ha escrito sobre este mítico duque italiano. Hace un par de años el poeta Luis Miguel Madrid editó un poemario con el mismo título y motivos.

Releer el Bomarzo de Mujica Láinez es un esfuerzo de amor hacia la mejor literatura en lengua española y, a la vez, un aprendizaje de relectura de la miseria humana y de los manejos de administración política, en el peor de los términos. Nos traslada de manera metafórica al momento actual, con sus eufemismos, hipocresía, canalladas y engaño general. Como si acaso el poder, para justificarse frente a la historia o frente a Dios, requiriera de un respaldo lógico o jurídicamente digerible para disfrazar su natural barbarie, su crueldad.

El Renacimiento resulta así el mejor modelo cultural, en la civilización actual, para representar los valores de ese «arte de gobernar». El feudalismo se ha establecido como sistema de dominación, sus comandancias militares son a la vez títulos nobiliarios, el humanismo (y la Inquisición) comienza a instalarse como concepto y los roles sociales se vinculan al destino y a la divinidad. Este paso entre la Edad Media y el modernismo permitirá el florecimiento de los grandes estados nacionales, en Europa, y la continuación del feudalismo hasta nuestros días, primero en América y luego en Asia, Africa y Oceanía. Pero es sólo un destello en la memoria del hombre. Desde la llegada de los españoles al nuevo continente hasta el combate naval de Lepanto, auge y caída de un verdadero renacer, ocurre la vida de este Pier Francesco Orsini; y en ella, la coronación de Carlos V, la campaña de Metz, el nacimiento de las artes contemporáneas.

Pero el Renacimiento es también una puesta en escena del supuesto poder divino. Ungidos por un destino superior los gobernantes deciden sobre la suerte de las comunidades sobre la tierra. Requieren, decíamos, de una anuencia jurídica que los justifique. Y eso es cuanto elucubra Pier Francesco Orsini a través de toda la novela.

Similar procedimiento lo vemos en nuestros días. Los grandes señores del poder, ya sea del oculto o del supuestamente electo, exigen hoy respaldos para actuar como ya lo han decidido. El bárbaro del norte tiene el dedo en el gatillo y sólo pide piedad -para él- a fin de encontrarse con su destino. Es un ente de justicia infinita, un mercader que exige un misa en su nombre luego de asaltar el templo.

Bomarzo -la novela- se convierte así en la gran metáfora del manejo humano. Como esquema servirá para interpretar e ironizar cada etapa de nuestra civilización, al tiempo de pretenderse como un análisis psicológico del poder y de sus -obviamente- «oscuros» manejos. Su revisión nos resulta ahora una fresca interpretación de la necedad y la estatuye como una característica esencial de la especie humana en este estado de su desarrollo. No existe una salida para esta ambición, sentencia Mujica Láinez; y de allí su condición de clásico.

Manuel Mujica Láinez nació en Buenos Aires en 1910 y falleció en 1984. Publicó novelas, cuentos, ensayos, biografías y crónicas de viajes. Fue miembro de la Academia Argentina de las letras y de la Academia Nacional de Bellas Artes. Entre sus libros se destacan, además de Bomarzo, Glosas castellanas (1936), Canto a Buenos Aires (1943), Los ídolos (1952), El unicornio (1965), Crónicas reales (1967), El brazalete (1981) y El escarabajo (1982). Recibió el Premio Nacional de Literatura, en 1963, el Premio Kennedy, en 1964, y la Legión de Honor del Gobierno de Francia, en 1982. Sus libros han sido traducido a más de quince idiomas.



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