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Una guerra contra el mundo |
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escribe Cándido Si la guerra que el emperador Bluff y sus secuaces decidieron declarar hace ya meses contra el pueblo iraquí, se convierte en realidad, será una guerra contra el mundo. Desde que los líderes europeos más relevantes, por el peso de sus países, parece que decidieron ponerse los pantalones, y pensar y actuar en consonancia con los deseos de una amplísima mayoría de sus respectivos pueblos, diciendo rotundamente NO a la pretensión de desatar la guerra, el emperador se está quedando cada vez más solo. Conserva, para ser objetivos, el apoyo mayoritario de su población, intoxicada desde siempre por los medios del sistema y presa del pánico frente al terror alimentado sin pausa desde el ataque del 11-S a los centros neurálgicos del poder financiero y militar de su país. También el de los líderes fascistoides de España e Italia, además del incondicional socialdemócrata light Tony Blair y seguramente el de los corruptos y reaccionarios gobiernos de los países bálticos y del Este de Europa. Y ni qué decir de los columnistas guerreros de redacción de los medios europeos, los suecos entre los primeros, portavoces de la derecha que tiene su corazoncito en manos imperiales, no importa quién sea el emperador de turno. Hay otra especie muy minoritaria, talvez más despreciable que las anteriores, que es la de los que no dicen ni sí ni no y que esperan a ver la boca del mazo de naipes para hacer la apuesta. La virulencia de esta derecha que se siente acorralada por evidencias irrefutables y que a falta de argumentos recurre al terrorismo verbal con la vieja cantilena de llamar odio antiamericano a toda expresión de rechazo a las groseras mentira de Bush y su pandilla, es cada vez más notoria. Da por válidas las pruebas presentadas por el pobre Colin Powell, el único rostro presentable que tenía la Administración y ha tenido que convertirse en halcón sin convicción, para poder sobrevivir. Se da el hecho además, de que en los países europeos que se suman a la cruzada bélica de Bush, empezando por Tony Blair y siguiendo con Aznar y Berlusconi, y aun hasta Turquía, sus respectivos ciudadanos rechazan categóricamente y por amplia mayoría, ese apoyo dado por su gobiernos. De donde resulta que esta guerra anunciada, en la que algunos se ponen los pantalones y otros se los bajan, es la negación de la democracia (gobierno del pueblo), que los guerreros dicen defender. Solo o acompañado el imperio parece dispuesto a llevar adelante sus planes. Causará sufrimientos inenarrables a más millones de los que ya sufren, desestabilizará el mundo y sobre todo el Oriente Medio, desatará muchos más terror del que dice querer combatir, controlará el petróleo, pero todo ello no detendrá, sino al contrario la imparable caída del imperio. Y en cuanto a los generales de la OTAN, que se preparen para operaciones de salvataje en las estaciones de esquí, para salvar a las poblaciones de las inundaciones de los ríos desbordados, de la lava de los volcanes y los terremotos, que son, por ahora al menos, los mayores enemigos a la vista. |
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