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Suecos en Chile |
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escribe Carlos Vidales Hoevel solicitó entonces y obtuvo la nacionalidad chilena. Fue el primer extranjero nacionalizado por el nuevo estado. Realizó la importación de la primera imprenta y todos sus accesorios, así como del papel necesario para su funcionamiento en gran escala. En esa imprenta se publicó el primer periódico del país, La Aurora de Chile, en cuyas páginas escribió el mismo Hoevel, siendo encargado también de las traducciones de los artículos extranjeros. El historiador Pereira Salas, biógrafo de Hoevel, ha dicho que a veces el negociante Hoevel estaba primero que el patriota Hoevel. Axel Paulin, cuyo excelente libro sobre destinos suecos en Sudamérica (Svenska öden i Sydamerika) todavía no ha sido superado, acepta este juicio e insinúa un cierto reproche contra Hoevel. A mí me parece, sin embargo, que la Independencia de las colonias españolas en América fue necesariamente un proceso impulsado por quienes tenían mucho que ganar en él, y por tanto no deben verse las actividades comerciales y las patrióticas como recíprocamente excluyentes sino, por el contrario, como indisolublemente entrelazadas y armonizadas en el proceso de gestación de la nueva nación. En 1812, los Estados Unidos remplazaron a Hoevel en sus cargos consulares, enviando al célebre Poinsett. Ese mismo año se casó Hoevel con una dama criolla, doña Catalina Echánez. Durante la Reconquista Hoevel fue capitán de milicias y participó en la defensa de Santiago, lo que le valió ser aprisionado por los españoles y confinado a la isla de Juan Fernández. Sus bienes fueron confiscados. Su cautiverio duró casi dos años. A comienzos de 1817 los Estados Unidos iniciaron las presiones para obtener su libertad. Los triunfos subsiguientes de los patriotas en Chacabuco primero, y luego en Maipo, trajeron nuevos días de prosperidad para este sueco chilenizado. Fue nombrado intendente de Santiago y jefe del Tribunal de Alta Policía por el gobierno republicano. Pronto se hizo impopular, porque prohibía las aglomeraciones de vendedores ambulantes, ponía multas a quienes tiraban basuras en la calle y castigaba a quien dejara perros muertos en la vía pública. Insistía en que los habitantes de Santiago debían comportarse como los ciudadanos de Estocolmo y otras extravagancias por el estilo. Peor aún. Le parecía un escándalo que un templo se construyera en mitad de la calle, interrumpiendo la circulación, sin respetar la línea de la avenida. Pretendió, en consecuencia, que el famoso templo de San Francisco fuera cambiado de lugar. Los vecinos de Santiago de Chile dieron su opinión sobre el asunto, de manera que el señor Hoevel se tuvo que ir de la intendencia y el templo de San Francisco se quedó donde estaba, y donde todavía se encuentra en la actualidad: estorbando el tránsito en la Alameda, la principal avenida de la capital. Pero la República necesitaba de sus servicios. OHiggins le encargó la tarea de suministrar los equipos y vituallas de la Expedición Libertadora del Perú. Lo hizo con su eficacia habitual y ganando también con ello mucho dinero. Fue el proveedor único de los cañones, fusiles, uniformes, correajes, municiones y víveres de la expedición. Los barcos de la Expedición Libertadora quedaron muy bien surtidos y la bolsa del ciudadano Hoevel engordó con unos cuantos millones de pesos fuertes. Un agente secreto del Reino de Suecia El 24 de noviembre de 1819, tres meses después de la muerte de Hoevel, moría otro sueco importante: Johan Adam Graaner, oficial del Estado Mayor del Príncipe Bernadotte y agente confidencial del rey sueco en los países del Cono Sur. Había emprendido su primer viaje a Sudamérica en 1815, visitando Río de Janeiro y luego Buenos Aires, donde estableció contactos con los dirigentes del gobierno criollo. Sus relaciones con Pueyrredón fueron desde el primer momento excelentes y esto le abrió muchas puertas: fue el único extranjero que pudo estar presente en las deliberaciones del histórico Congreso de Tucumán, que declaró la independencia argentina. Allí registró con detalle las deliberaciones e intervenciones de los patriotas, mostrando gran interés por la propuesta monárquica del general Belgrano, sobre la cual hizo anotaciones interesantes. Se ha dicho que Graaner llevaba el encargo secreto de sondear las perspectivas de un régimen monárquico en el Cono Sur y las posibilidades que tendría la candidatura de Bernadotte a ese trono. Entre los notables criollos se le mencionaba con frecuencia como el emisario de Bernadotte, lo cual es muy sugestivo. A fines de 1816 inició Graaner su regreso a Suecia, trayendo un mensaje personal de Pueyrredón para Bernadotte. El informe que preparó entonces para su rey, escrito en francés, extenso y detallado, indica el gran interés de la corona sueca por la apertura de relaciones comerciales con las nuevas naciones latinamericanas. Graaner permaneció un año en Suecia y a fines de 1817 emprendió un nuevo viaje hacia el Cono Sur. En Argentina, los triunfos militares del general San Martín le abrieron el camino hacia Chile. Tenía ya entonces el carácter de agente secreto sueco, con instrucciones de revelar su misión únicamente al negociar directamente con un jefe de estado. El Profesor Magnus Mörner, eminente latinoamericanista sueco, ha mostrado la relación entre el gran interés que Graaner mostró por las riquezas minerales de Chile y los deseos de la corona sueca de obtener ventajas con la importación de minerales preciosos de ese país. |
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